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El hábito que tienes que seguir para aumentar tu cociente intelectual
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Todo un ejercicio para la mente

El hábito que tienes que seguir para aumentar tu cociente intelectual

La neurociencia está demostrando que el cerebro es un órgano mucho más plástico de lo que se creía. Practicar esta simple costumbre ayuda a incrementar sus capacidades

Foto: Un truco para ser un poco más listo. (iStock)
Un truco para ser un poco más listo. (iStock)

Durante mucho tiempo se ha pensado que la inteligencia era una capacidad innata y que lo máximo a lo que podíamos aspirar era a manejarnos dentro de los límites intelectuales que la naturaleza nos había otorgado. Aunque pueda existir un condicionante genético, la inteligencia, como otras habilidades, puede entrenarse, solo que a veces los métodos para mejorarla no resultan tan evidentes.

Se sabía hasta ahora que la lectura regular o el aprendizaje de un nuevo idioma eran dos buenos ejercicios que volvían a nuestro cerebro más flexible, ofreciéndole interesantes estrategias parar elaborar pensamientos y reflexiones inusuales. La neurociencia nos pone ahora sobre la mesa otro hábito que se añade a los anteriores como una práctica increíblemente saludable para nuestro intelecto.

Tocar un instrumento parece una práctica calmada, pero dentro de la mente de los intérpretes se desata una fiesta, con fuegos artificiales incluidos

Las conclusiones de una investigación de la Universidad de Zúrich hablan en concreto de una competencia que moldea no solo la mente de los niños, sino también de los adultos, incluso en edad avanzada. No se trata de saber completar cubos de Rubik en un abrir o cerrar de ojos, ni de resolver sudokus como si uno fuera un genio matemático japonés. ¿En qué se basa entonces? En algo que probablemente hayas hecho en algún momento de tu vida o que estás ya practicando en este momento: se trata de aprender a tocar un instrumento musical.

Según el neuropsicológo Lutz Jäncke, autor del mencionado estudio: “incluso las personas con más de 65 años sufren fuertes cambios en su cerebro tras cuatro o cinco meses practicando con un instrumento durante una hora a la semana”. He aquí cuatro importantes ventajas derivadas de tan curioso entrenamiento.

Consecuencias para la materia gris

Esta sustancia del cerebro preserva su integridad estructural y guarda una íntima relación con funciones tan elementales como el autocontrol, la capacidad para tomar decisiones, la memoria emotiva, el habla, el dominio de los músculos y ciertas habilidades espaciales, visuales y auditivas.

El neurólogo de la universidad de Harvard, Gottfried Schlaug, demostró que el cerebro de los intérpretes solía presentar más materia gris que la de aquellos para los que la música no contaba entre sus aficiones. Los intérpretes son especialmente hábiles a la hora de efectuar operaciones físicas y mentales muy complejas, desde la traducción mental de los símbolos de las partituras a mover los dedos en complicadas secuencias memorizadas o improvisadas.


En definitiva, por fuera puede parecer que tocar un instrumento es una práctica calmada y basada en la concentración, cuando dentro de la mente de los intérpretes se desata toda una fiesta, con fuegos artificiales incluidos y no solo en sentido figurado: cuando se escanea en un TAC el cerebro de quien toca un instrumento, diferentes áreas aparecen estimuladas e interrelacionadas en secuencias muy intrincadas y asombrosamente rápidas.

Mejora la función ejecutiva del cerebro

La funcion ejecutiva es un concepto de la neuropsicología descrito como una serie de tareas interrelacionadas que permiten procesar y retener información, así como regular el comportamiento, efectuar buenas elecciones, solventar problemas y permitir al individuo ajustarse bien a los cambios. De forma más somera, Muriel Lezak, quien acuñó el concepto de función ejecutiva en 1982, lo describe como un plan coherente dirigido hacia el logro de una meta específica.

La música tiene una habilidad única para utilizar canales alternativos y conectar distintas secciones del cerebro

Un estudio del Boston Children Hospital encontró una conexión directa entre el entrenamiento musical y el desarrollo de la función ejecutiva tanto en pequeños como en adultos. Para Nadine Gaab, una de las colaboradoras en dicho trabajo: “Considerando que la función ejecutiva sirve para predecir posibles logros académicos, así como un mayor coeficiente intelectual, nuestros hallazgos tienen implicaciones muy importantes para el mundo de la educación”. Dicha experta aboga por potenciar el entrenamiento musical en los programas formativos escolares, frente a la tendencia actual de eliminarla de los currículos educativos en algunos países.

Aumenta la conectividad en la red cerebral

Según Gottfried Schlaug: “Tocar un instrumento es una experiencia multisensorial y motriz que conlleva emociones y movimientos (desde el repiqueteo de los dedos hasta el baile) que comportan placer y recompensa para nuestra mente. Esta práctica tiene la capacidad de cambiar la estructura de nuestro órgano más importante cuando se lleva a cabo durante un periodo de tiempo continuado”.

El cerebro de un músico le pone a cada recuerdo varias etiquetas de manera simultánea, como si de un motor de búsqueda de Internet se tratara

Como señala este experto, el valor de estas conclusiones es capital de cara a terapias destinadas a paliar daños cerebrales o minusvalías intelectuales: “La música suministra un acceso diferente a sistemas del cerebro disfuncionales o deteriorados, tiene una habilidad única para utilizar canales alternativos y conectar distintas secciones del cerebro”.

Mejora la memoria

Como consecuencia de de los factores señalados, la habilidad para tocar un instrumento tiene un fuerte impacto para la actividad de la memoria. Los músicos, de hecho, presentan algunas funciones realzadas de este aspecto cognitivo, creando, almacenando y recuperando de manera mucho más veloz y eficiente los recuerdos que van acumulando.


Sus cerebros altamente conectados consiguen ponerle a cada recuerdo varias etiquetas de manera simultánea, con marcas conceptuales, emocionales, auditivas o de contexto, como si de un magnífico motor de búsqueda de Internet se tratara.

Durante mucho tiempo se ha pensado que la inteligencia era una capacidad innata y que lo máximo a lo que podíamos aspirar era a manejarnos dentro de los límites intelectuales que la naturaleza nos había otorgado. Aunque pueda existir un condicionante genético, la inteligencia, como otras habilidades, puede entrenarse, solo que a veces los métodos para mejorarla no resultan tan evidentes.

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