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Esta es la taza que deberías elegir cuando vas a un baño público
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PROBABLEMENTE SEA LA MÁS LIMPIA

Esta es la taza que deberías elegir cuando vas a un baño público

Si hay tres posibilidades, tienes un 33% de acertar. Te damos una pista: probablemente, tu primera elección no será la buena, así que sigue pensando

Foto: Elige. (iStock)
Elige. (iStock)

La vida moderna está plagada de elecciones de relativa importancia que nos llevan a preguntarnos de vez en cuando cuál es la mejor alternativa. Muchas de ellas tienen que ver con la higiene diaria, un recurrente factor de ansiedad en una sociedad obsesionada con la limpieza. Ya hemos explicado, por ejemplo, cuál es la postura que debes utilizar cuando vas al retrete o la mejor manera de secarnos las manos.

Ahora resolvemos una duda más: ¿cuál es el urinario que debemos elegir en un cuarto de baño público o, en su defecto, el cubículo y su correspondiente taza? No es una pregunta baladí; al fin y al cabo, es uno de los lugares más sucios que podemos imaginar, un foco de bacterias y virus. Tanto en un restaurante como en el trabajo, a menudo nos preguntamos cuál de las opciones (habitualmente, tres) será la menos utilizada y, por lo tanto, resultará más higiénica.

La gente suele decantarse por el objeto central dados tres casos, pero esto no es así con los cuartos de baño

Debemos agradecer a 'New York Magazine' haber recuperado un viejo libro llamado 'The First Really Importante Survey of American Habits', publicado en 1989 por Barry Sinrod y Mel Poretz, una recopilación un tanto 'sui generis' de encuestas sobre hábitos cotidianos. El artículo también muestra cuáles son los temas más habituales de los graffitis de los baños ('spoiler': mensajes obscenos) o cómo utiliza la gente el papel higiénico ('spoiler': exageradamente).

Foto: Los retretes públicos pueden dar bastante asco. (iStock)

El resultado varía enormemente si se trata de hombres o de mujeres, así que es un terreno abonado (perdón) para la especulación sobre las diferencias de género. Por lo general, la gente suele decantarse por el objeto central en una elección con tres posibilidades. Es un sesgo cognitivo habitual conocido como “preferencia por la centralidad” ('centrality preference'), como explicaba un artículo publicado en 'The Journal of General Psychology'. Sin embargo, esto no es siempre así en el caso de los cuartos de baño.

Más allá del extremo centro

El problema es que, por lo general, los cuartos de baño no están diseñados para que el urinario o cubículo central esté situado de forma totalmente perpendicular a la puerta, por lo que los usuarios tienen que elegir entre su izquierda o su derecha. Y es aquí cuando empiezan las diferencias entre hombres y mujeres: mientras que ellos siguen prefiriendo su centro (un 40% de los casos frente al 28% que van a la izquierda y un 32% a la derecha), las mujeres suelen decantarse por su derecha (un 37% de los casos frente al 34% de la izquierda y el 29% del centro).

Elegir el urinario central dobla las posibilidades de que alguien se nos coloque al lado, una situación que puede resultar violenta para mucha gente

Un dato más. Tanto ellos como ellas se decantaban por el urinario situado a la derecha del todo si el de la izquierda estaba ocupado (un 73% en el caso de las mujeres, un 65 en el de los hombres), lo cual nos lleva a pensar que hay dos clases de personas: de centro y de extremos, que harán lo posible por no utilizar el del medio. Y que aunque la mayoría tiende a preferir la derecha que la izquierda en un primer momento, es más fácil que los de izquierdas se decanten por la derecha que por el centro. Si están pensando en una lectura política, no seremos nosotros quienes les quiten las ganas.

La preferencia por la centralidad manifestada por los hombres resulta en este caso un tanto contraproducente, ya que elegir el urinario central dobla las posibilidades de que alguien se nos coloque al lado, una situación que puede resultar violenta para mucha gente. Un amplio porcentaje de la población sufre la conocida como paruresis o síndrome de la vejiga tímida, la dificultad para miccionar en baños públicos en presencia de otras personas. Si no lo hacemos por nosotros, hagámoslo por los demás…

Esta elección probablemente también esté determinada por el carácter cultural del cuarto de baño, al menos en lo que a los cubículos se refiere. Una famosa investigación publicada en 1985 recordaba que si bien la mayor parte de la gente no tiene preferencia por una taza u otra (más allá de la inconsciente, como hemos visto), una vez la puerta está cerrada, este espacio se convierte en algo así como un lugar sagrado. Al fin y al cabo, es uno de los pocos lugares verdaderamente privados de los entornos públicos, ideal para tomarse un descanso de una comida aburrida o mirar el móvil en un encuentro de negocios.

Entre las peculiaridades de estos pequeños espacios se encuentra también que las mujeres suelen tardar el doble que los hombres (y que tan solo un 2% se sientan en la taza, por el 85% de los hombres) o que hasta el 75% de las personas admite utilizar su teléfono móvil mientras están en el baño –por lo general, contestar una llamada, pero también hacer compras 'online' o, peor aún, llamar a otra persona (!)–, aunque sea una guarrada. Lo que está claro es que a nadie le gustaba hacer sus necesidades mayores delante de todo el mundo, lo cual confirma una vez más el carácter íntimo y personal de los cubículos del baño, un oasis en mitad del ruidoso mundo.

La vida moderna está plagada de elecciones de relativa importancia que nos llevan a preguntarnos de vez en cuando cuál es la mejor alternativa. Muchas de ellas tienen que ver con la higiene diaria, un recurrente factor de ansiedad en una sociedad obsesionada con la limpieza. Ya hemos explicado, por ejemplo, cuál es la postura que debes utilizar cuando vas al retrete o la mejor manera de secarnos las manos.

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