Si conocieses a alguien a quien le están poniendo los cuernos, ¿se lo dirías?
Un estudio publicado en 'Archives of Sexual Behaviour' desvela los factores por lo que algunos casos de infidelidad tienen más probabilidades de ser descubiertos que otros
La gente que pone los cuernos a su pareja normalmente lo hace en secreto, y quiere que así permanezca. Cuando mentir no es accidente, los días se llenan de excusas para mantener el 'affair' en el más oscuro anonimato: “Es solo una amiga”, “salí tarde del trabajo” o “se me acabó la batería del móvil”. Para el pesimista de Woody Allen, quizá el director que más ha tratado el tabú de la infidelidad, es uno de esos problemas sin solución. Sus películas tratan los celos, la ceguera moral, el sentimiento de culpa y, en ocasiones, vienen rematadas por un clímax de drama y fatalidad.
Pese a ser una práctica repudiada por la sociedad, es más común de lo que pensamos: la mayoría de los estudios coincide en apuntar que entre el 40 y 50% de los adultos ha sido infiel alguna vez en su vida. Sin embargo, no siempre les sale bien. Sus engaños pueden ser descubiertos, lo que provocaría un dilema moral digno de protagonizar una nueva película del director neoyorkino.
Lo digo o no lo digo
Pongámonos en situación. Imaginemos que descubres a alguien que conoces, un amigo o un familiar, siendo infiel a su pareja: besándose, agarrados de la mano o en pleno acto sexual. Sin embargo, has conseguido no ser visto y ahora debes afrontar una disyuntiva difícil de consultar con la almohada: me lo callo o lo comparto.
Cuando eres un psicólogo dedicado al estudio del sexo y las relaciones sociales, puedes ir haciendo preguntas fisgonas (como esta) por ahí. Es una de las ventajas del trabajo: nadie te mira raro, es para un estudio. Una investigación reciente publicada en 'Archives of Sexual Behaviour' y reseñado por el sexólogo Justin Lehmiller aborda esta misma cuestión. No hay respuesta fácil: nuestra decisión de revelar o no la infidelidad de otros es compleja y depende de múltiples factores.
Aunque no seas un psicólogo social, pero sí una persona algo cotilla, quizá te interese saber qué respondieron los 487 estudiantes universitarios (mujeres, en su mayoría) que completaron la siguiente encuesta online:
“Por favor, imagina que conoces a alguien que está en una relación (persona A). Descubres que la pareja de A (persona B) ha tenido relaciones sexuales (específicamente sexo vaginal) con una tercera (persona C). Por favor, indica cómo es de probable que le cuente a la persona A lo que sabe”.
A cada participante se le proporcionó información sobre las tres personas (la engañada, la que puso los cuernos y la tercera en discordia), así como las circunstancias alrededor de la infidelidad. Cada una de estas nuevas informaciones tendrían que ser calificadas en una escala de cinco puntos, dependiendo de si les hacían más o menos proclives a desvelar el caso. Por lo general, cuanta más información adicional se da a la gente, más probabilidades tienen de denunciar la infidelidad. De hecho, a más contexto, aumentan las posibilidades en un 89%. Lo interesante está en desvelar cuáles de verdad marcan la diferencia.
¿Y si fuera tu mejor amigo el infiel?
Para empezar, la relación con el infiel importa. La gente es mucho más propensa a revelar el caso si fuese un familiar al que le estuviesen poniendo los cuernos que si el infiel. Siguiendo la misma lógica, lo dirían antes si el infiel fuese la pareja de un compañero que si la infidelidad la hubiese cometido nuestro amigo del alma.
Los tres factores más determinantes: si la pareja se va a casar, si la infidelidad no es cosa de una sola noche loca y si el tercero tiene una E.T.S.
En segundo lugar, las características del infiel en cuestión también son relevantes. Si, por ejemplo, el traidor estuviese viviendo gracias al sustento económico de su pareja, si tuviese ya un largo historial de infidelidades, de maltrato emocional o incluso abuso, habría más posibilidades de que su engaño viese la luz.
Existe la tendencia a exponer el engaño cuando la relación está al borde de una transición importante (por ejemplo, si se iban a casar), cuando la infidelidad estaba en curso (es decir, no es cosa de una sola noche) o cuando el tercero en discordia porta consigo una enfermedad de transmisión sexual como el sida. Estos tres factores son los más determinantes.
El estudio, señala el sexólogo Justin Lehmiller, proporciona una mirada útil, ya sugiere que algunos casos tienen más probabilidades de ser expuestos que otros. No obstante, no proporciona una contabilidad completa de todos los factores posibles, puesto que no se tienen en cuenta las creencias religiosas o la edad.
Asimismo, la infidelidad en la que se centraba el caso se ceñía al sexo vaginal, cuando perfectamente puede concretarse en unos besos, el sexo oral, la masturbación mutua o incluso de tipo emocional. Tampoco se especifica qué ocurriría si el engaño se produce con alguien del mismo género. La sorpresa, en ese caso, sería doble.
La gente que pone los cuernos a su pareja normalmente lo hace en secreto, y quiere que así permanezca. Cuando mentir no es accidente, los días se llenan de excusas para mantener el 'affair' en el más oscuro anonimato: “Es solo una amiga”, “salí tarde del trabajo” o “se me acabó la batería del móvil”. Para el pesimista de Woody Allen, quizá el director que más ha tratado el tabú de la infidelidad, es uno de esos problemas sin solución. Sus películas tratan los celos, la ceguera moral, el sentimiento de culpa y, en ocasiones, vienen rematadas por un clímax de drama y fatalidad.
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