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El misterio del tesoro vikingo perdido en el desierto
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EL BARCO QUE NAVEGABA SOBRE LAS DUNAs

El misterio del tesoro vikingo perdido en el desierto

Desde finales del siglo XIX se han sucedido los avistamientos de una misteriosa embarcación que puede ser o vikinga o española. ¿Qué hay detrás de todo ello?

Foto: ¿Cómo llegó este barco hasta ahí? (iStock)
¿Cómo llegó este barco hasta ahí? (iStock)

El mito del holandés errante es el más popular entre todas las historias relacionadas con la época dorada de la exploración marítima europea. Según cuenta, el capitán de un barco llegó a un pacto con el diablo para poder zarpar por todo el mundo sorteando cualquier obstáculo natural. Sin embargo, el demonio le castigó, por avaricioso, a vagar sin rumbo por los océanos. A lo largo del siglo XIX, se convirtió en un mito romántico recogido tanto por Richard Wagner como por Washington Irving.

Esta leyenda recoge la incertidumbre que suelen causar las leyendas relacionadas con el mar en nuestras mentes, acostumbradas a lo cotidiano, banal y, sobre todo, a la tierra firme. Hay otro popular mito relacionado con los barcos desaparecidos, solo que mucho más local: se trata del barco que, supuestamente, descansa bajo la arena en algún lugar del desierto de California. Según muchas versiones, se trata de un barco vikingo, aunque hay quien afirma que realmente es español.

Una de las referencias más tempranas a esta embarcación se puede encontrar en un poema de 1875 llamado 'The Ship in the Desert'

Desde luego, si el origen de la embarcación fuese vikingo, cambiaría todo lo que sabemos sobre el descubrimiento de América, ya que sería el primer (y último) vestigio de la historia en dicha región. Aunque hay teorías que señalan que estos ya pisaron en el siglo X Groenlandia y Terranova, a las que llamaron Vinlandia, California queda mucho más lejos. Concretamente, unos 6.500 kilómetros más al oeste.

Foto: A pesar de los supuestos rasgos africanos, esta cabeza colosal se encuentra en Villahermosa (Tabasco). (Charles y Josette Lenars/Corbis)

Un artículo de 'Newsweek' ha vuelto a retomar una vez más dicha leyenda, intentando descubrir qué hay detrás de ella y cuáles son sus orígenes. ¿Por qué se sospecha que puede tratarse de un barco vikingo? En parte, por la versión de la bibliotecaria Myrtle Botts, que en 1933 estaba viajando con su marido por el desierto de Anza-Gorrego cuando se topó con un navío de madera con la figura de una serpiente en uno de sus laterales y huecos que muy probablemente en su día habían sido ocupados por escudos. Mala suerte: apenas unas horas después del hallazgo, un terremoto de escala 6,4 lo enterró en la arena.

Navegando donde no hay mares

Una de las referencias más tempranas a esta embarcación se puede encontrar en un poema de 1875 llamado 'The Ship in the Desert', “el barco en el desierto”, escrito por Joaquin Miller (pseudónimo del escritor Cincinnatus Heine; hay veces en que la realidad supera a la ficción). Este narra la historia de un montañero que contaba a quien quisiera escucharle que “un barco yace en el horizonte”: “Los doblones reposan sembrados en la arena a lo largo del desierto muerto y marrón”.

¿Dónde, concretamente? A grandes rasgos, en algún lugar del desierto de Colorado en California. Quizá, en el cañón de Canebrake, donde Botts aseguraba haberlo visto. Sin embargo, medio siglo antes, Albert S. Evans fue el primero en encontrar una embarcación en mitad de la arena, pero en un lugar muy distante: en su caso, estos “restos de un barco galante, que pueden llevar ahí siglos” se encontraban en el lago Cahuilla, a unos 160 kilómetros, muy cerca del lugar donde actualmente se celebra el festival de Coachella.

Una buena pregunta: ¿cómo pudo llegar un barco hasta dicho lugar? Los partidarios de la existencia de esta embarcación tienen una explicación plausible. Muy probablemente, un barco vikingo pudo haber atravesado el Paso del Noroeste, es decir, la ruta marítima que bordea la parte superior de Norteamérica; de ahí, podría haber seguido la costa hasta llegar a Baja California y haber remontado el río Colorado, desde donde habría alcanzado el lago Cahuilla. ¿Qué hacían ahí? Ya que, debido a la peculiaridad de la forma de la península de California se pensaba que esta era una isla, podían pensar que estaban atravesando un estrecho.

Una versión alternativa sugiere que, en realidad, el barco era español. Algo que de entrada tiene más sentido, ya que sí que sabemos que la nación en la que el sol nunca se ponía llegó a dichas regiones. Es posible que fuese una embarcación del explorador sevillano Nicolás de Cardona, que en su 'Descripción hidrográfica y geográfica de muchas tierras del norte y del sur y de los mares de las Indias' de 1624 sugería haber perdido un barco en California, aunque muy probablemente se tratase de una fragata.

Todos necesitamos creer en algo

El artículo publicado en 'Newsweek' por Alexander Nazaryan descubre un tesoro, sí, pero en forma de hallazgo sobre el alma humana. El verdadero protagonista del reportaje es John Grasson, editor de 'Dezert Magazine' y uno de los defensores de la teoría de que hay un barco en algún lugar de California. Nacido en Cleveland en 1957, es el cicerone del protagonista en los misterios insondables del desierto, y le confiesa que empezó a investigar sobre el tema después de que sus compañeros de trabajo (vende colchones) le recomendasen buscarse una afición.

Son 'fake news' para las almas románticas, que ofrecen un pasaje a un antiguo tiempo soñado

Grasson aparece en el tercer episodio de la tercera temporada de 'Myth Hunters', llamado “el barco perdido del desierto de Mojave”. Prefiere ser llamado “explorador de leyendas y sabiduría popular” antes que cazador de tesoros, y ha pasado gran parte de los últimos 10 años documentándose con todos los libros medianamente relacionados con el tema. Su principal inspiración es 'Golden Mirages' de Philip A. Bailey, un recuento de los tesoros perdidos del Viejo Oeste.

Como recuerda el reportaje, por mucho que haya leído, Grasson no conoce a nadie que haya visto el barco. Ni siquiera a nadie que conozca a otra persona que lo haya hecho. No hay ninguna fuente histórica primaria que hable del hundimiento de un barco en el desierto del Colorado; tan solo hay leyendas e historias apócrifas. Ni siquiera un vestigio de restos de la civilización vikinga en dicha región. Como señalaba un artículo publicado en 'Los Angeles Times', todo aquello que se ha localizado y que podría ser el botín del barco perdido no es más que restos de navíos de la marina americana.

placeholder El desierto del Colorado. (CC/Spacenut525)
El desierto del Colorado. (CC/Spacenut525)

¿Cuál es, por lo tanto, el tesoro perdido de California? Como recuerda el autor en el reportaje, “son 'fake news' para las almas románticas, que ofrecen un pasaje a un antiguo tiempo soñado en el que la sangre y el oro eran las principales divisas de la vida civil”. Una de ellas es la de John Grasson, quien día tras día dedica unas cuantas horas a encontrar el galeón perdido, y que sueña con que algún día lo descubrirá y UCLA o la Universidad del Sur de California grabarán su nombre con letras doradas.

Sin embargo, hay una teoría que explica bastante mejor los avistamientos que una supuesta embarcación vikinga extraviada o un naufragio español. Según una guía turística, en 1862, una compañía minera del río Colorado construyó un barco que fue abandonado por las dificultades que planteaba hacerlo pasar por el estrecho de San Gorgonio. El periodista sugiere que es posible que, expuesto a los elementos, este navío en decadencia habría terminado pareciéndose a un barco centenario y, muy probablemente, fuesen sus restos los que durante décadas fueron avistados por gente que tan solo quería creer.

El mito del holandés errante es el más popular entre todas las historias relacionadas con la época dorada de la exploración marítima europea. Según cuenta, el capitán de un barco llegó a un pacto con el diablo para poder zarpar por todo el mundo sorteando cualquier obstáculo natural. Sin embargo, el demonio le castigó, por avaricioso, a vagar sin rumbo por los océanos. A lo largo del siglo XIX, se convirtió en un mito romántico recogido tanto por Richard Wagner como por Washington Irving.

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