Es noticia
Luis de Velasco, un hombre para la historia: la heroica defensa del Castillo del Morro
  1. Alma, Corazón, Vida
volver al mismo sitio

Luis de Velasco, un hombre para la historia: la heroica defensa del Castillo del Morro

El patio de armas era un muestrario de ese despropósito descomunal llamado guerra. Miembros esparcidos de forma arbitraria configuraban un escenario aterrador

Foto: Miles de muertos y un panorama dantesco.
Miles de muertos y un panorama dantesco.

'La soledad no es estar solo, es estar vacío'.

Séneca

Tras un intenso bombardeo por mar y tierra, los cuatro buques de línea ingleses que habían estado vomitando metralla desde las aguas aledañas a la cara sur del Castillo del Morro cesaron repentinamente su infernal discurso. El silencio subsiguiente era espantoso.

Lamentos fúnebres acompañaban los estertores de los caídos en combate en medio de un olor a pólvora acre que lo impregnaba todo. Cerca de 16.000 balas de cañón habían arrasado la posición y la bandera del rey estaba atravesada por centenares de perforaciones tras la tormenta de fuego. La espantosa carnicería, preludio del ataque por tierra, solo había comenzado. Un túnel hecho a marchas forzadas desde la ribera próxima para colocar una mina de gran potencia progresaba lentamente sin contestación posible desde el interior del fuerte español.

Último asalto

Tras un día inquietante (ni un solo disparo se había efectuado por ninguna de las partes), la noche cayó sin excesivo consuelo para los sitiados, agotados ya tras más de treinta y seis dias de combates sostenidos y sin interrupción. El paréntesis se estaba aprovechando para vaciar las espuertas de arena sobre la sangre derramada de los más de 400 cadáveres de los finados en los asaltos anteriores, a la vez que un clérigo recitaba monocordes letanías salvíficas e ininteligibles frases sagradas en latín. La vision era dantesca. No quedaba agua, no quedaban alimentos, no quedaba munición. Entonces se calaron las bayonetas a la espera del último asalto.

El patio de armas era un muestrario de ese despropósito descomunal llamado guerra. Miembros esparcidos de forma arbitraria configuraban un escenario aterrador. Y a pesar de todo se combatía con determinación.

A las seis de la madrugada una explosión colosal derribó la imponente masa de una de las troneras que daban visión al istmo que conectaba el sitiado castillo con La Habana. Cuando el denso humo y el desconcierto se disiparon, varios destacamentos británicos de refresco entraron por la brecha como una exhalación, produciéndose un feroz cuerpo a cuerpo. Tras seis horas habitando la locura más severa, el comandante Luis de Velasco, desde las angarillas en que estaba postrado por las múltiples heridas, mandó izar bandera blanca.

Hubo un enorme número de contendientes involucrados. Tres continentes y veinte naciones se vieron implicados en aquella carnicería

El panorama era dantesco, el hedor insoportable, y la resistencia del destacamento que defendía el fuerte obligaba a redefinir la palabra heroísmo.

Era un treinta de junio de 1762 y el comandante inglés Winston Albermale dio rápida atención a los exhaustos infantes de marina y en especial a Luis de Velasco, que sería trasladado in extremis por tropas inglesas y españolas al alimón hasta La Habana, para ser intervenido de un balazo aparentemente amable en el pecho. En vano; un tétanos galopante le conduciría al lugar en el que el silencio lo ocupa todo. Para efectuar correctamente las exequias del héroe, los ingleses pararon durante veinticuatro horas las hostilidades hasta que el famélico cuerpo de Velasco, envuelto en un sudario, perdió de vista la última luz.

Winston Churchill decía que la Guerra de los Siete años había sido la verdadera primera guerra mundial

Los ingleses, en su cara oculta, son con frecuencia unos caballeros. En la maravillosa abadía de Westminster, en un sitial preferente, Luis de Velasco, encarnado en una adusta estatua, es honrado regularmente desde hace 250 años como héroe foráneo por el ejercito inglés. Cosas de los anglos.

Primera Guerra Mundial

Winston Churchill, en su enorme sabiduría, decía que la Guerra de los Siete años (1756-1763) había sido la primera guerra mundial, por el enorme número de contendientes involucrados. Tres continentes y cerca de veinte naciones se habían visto implicados en aquella carnicería. A la postre, La Habana sería devuelta a España a cambio de Florida y a su vez Francia, aliada por los Pactos de Familia entre el insigne Carlos III y Luis XV, nos compensaría con la Luisiana.

La Guerra de los Siete Años: unos cuantos cientos de miles de muertos para volver al mismo sitio.

'La soledad no es estar solo, es estar vacío'.

Winston Churchill Inglaterra
El redactor recomienda