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Las razones reales por las que estamos ligando permanentemente
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Las razones reales por las que estamos ligando permanentemente

¿Ego, aburrimiento, compromiso...? ¿Qué es realmente lo que tanto nos cuesta de estar emparejados? ¿Y cuál es el encanto de vivir en un estado de ligue perpetuo?

Foto: Triunfa la novedad... y las faldas con raja. (Larry Williams/Corbis)
Triunfa la novedad... y las faldas con raja. (Larry Williams/Corbis)

Aunque la visión habitual de las relaciones es que cada vez son más libres, la presión sigue ahí y nos esclaviza a su manera. Ha muerto la idea victoriana del matrimonio obligatorio hasta la muerte, pero los solteros vocacionales siguen aguantando intromisiones continuas que les obligan a justificar por qué no se establecen con nadie, por qué no forman una familia o simplemente por qué no se olvidan de una vez de su carrera profesional y se dan una alegría, les apetezca o no.

Tras el estallido, al menos mediático, del poliamor, el discurso ha cambiado para permanecer igual. Lo que ahora no se entiende es la vida sin sexo, sea este casual o más o menos domesticado. "Si no puedes tener el amor verdadero de las películas (que en el fondo sigue siendo el bueno), ten al menos algún tipo de relación, ¡la que sea!", parece ser el mandamiento de base en lo tocante al amor y la pareja: "Conoce a gente cada día, ama sin pensar en el futuro, entrégate y no pidas nada a cambio".

Con una relación sana y sostenible no se podría hacer un buen reality show. La sociedad no ayuda a unirse cuando la cosa se pone fea

En definitiva, hemos rechazado el romanticismo pero parece que no hemos aprendido a ser más independientes, sino que tenemos aún más miedo de estar solos. Vivimos ligando permanentemente, y las aplicaciones y páginas de internet diseñadas para ello venden "una sorpresa siempre nueva", como el anuncio de los huevos de chocolate.

En 'Men's Health' han hablado de una tendencia "más común de lo que puedes imaginar": la de aquellos que prefieren la caza al disfrute de la 'pieza abatida'. Algo divertido y sano durante algunos años, pero que puede llegar a ser tan limitador y rutinario como la pareja menos deseable. ¿Por qué pasa esto? ¿Por qué dejamos parejas casi perfectas en pos de lo desconocido?

Damon L. Jacobs, psicoterapeuta especializado en parejas y familias y autor de 'Rational Relating: The Smart Way to Stay Same in The Crazy World of Love', lo expresa así: "Para muchos, la búsqueda y la caza son más atractivas que las relaciones de verdad". Y da cinco razones que hacen a la gente adicta al juego de azar más arriesgado de todos.

El cerebro quiere algo nuevo

Siempre se ha dicho que no podríamos soportar durante años la intensidad física de estar recién enamorado. Pero quizá sí podemos con la descarga hormonal de estar conociendo a alguien, nos enamoremos o no...

Jacobs nos recuerda que el cerebro segrega productos químicos (dopamina, adrenalina, epinefrina y norepinefrina), hormonas naturales que provocan sentimientos de euforia y felicidad. Es fácil confundir esas sensaciones con una auténtica conexión con el otro. "Para algunos", dice el psicólogo, "cuando termina esa etapa, termina la relación".

Nuestra cultura idealiza el amor

La ficción trata sobre obstáculos y conflictos, y si nos interesan las parejas de las películas es porque los personajes tienen que superar problemas para estar juntos. "Al final de la película encuentran su camino, se abrazan y vamos a créditos". Y para Jacobs eso ayuda a que nos enganchemos y busquemos siempre ese giro final que en la vida real es solo el principio.

Hay menos historias y canciones que traten de lo que sucede después: si todo va bien, conseguirán "mantener una conexión significativa año tras año". Un trabajo cotidiano que resulta menos interesante.

El terapeuta piensa en el cine y también en la televisión: "Con una relación sana y sostenible no se podría hacer un buen reality show. La sociedad no ayuda a reforzar y validar ese esfuerzo común cuando la cosa se pone complicada".

Si surgen problemas, ¿cuántas personas jóvenes te recomendarán esfuerzo, paciencia y compromiso? Lo normal en nuestra generación es escapar lo antes posible. Porque "si es la persona adecuada", nos decimos, no habrá problemas. Tras el primer beso hubo un fundido a negro, ¿recuerdas? Segundas partes nunca fueron buenas.

No admitimos los caprichos

Esa idealización que creemos tan superada, pero tenemos tan presente, nos hace negar la atracción pasajera que sentiremos, casi seguro, por otras personas aunque estemos comprometidos.

La consecuencia es que, al primer lapsus, crece en nuestro interior una sensación de duda y de fracaso por algo que en realidad no es más que "un hecho de la vida", según Jacobs. Algo inevitable, y que, para él, debería hablarse más a menudo.

¿Y si lo quiero todo?

Para disfrutar todos los momentos y no quedarnos en la adicción al ligoteo, Jacobs aconseja preguntarse si realmente deseamos una relación. ¿No será solo que crees que deberías desearla? Otra cuestión a plantearse es: ¿de verdad queremos hacer el esfuerzo que requiere o estamos disfrutando de la soltería?

Solo si estamos seguros de que la caza permanente no es nuestro estado deseado, podemos probar otras emociones fuertes: correr, competir en algo, tocar un instrumento, luchar por una causa, ser voluntario, crear algo artístico... "Son formas de sentir nuevos retos y emociones sin romper la relación".

Si es nuestra pareja la que tiene tendencia a huir de las parejas, es vital decirle sinceramente cuáles son nuestras necesidades y prioridades. Nunca las reprimas, porque si tienes que hacerlo quizá es que la relación no te conviene en este momento.

En realidad, claro está y bien lo sabe todo el que ha tenido parejas de larga duración, es lógico dejar de sentir esa ansia continua por saltar sobre el otro tras unos pocos meses, o años. "En lugar de preguntarse qué hay de nuevo en uno mismo y en la pareja, la mayoría de la gente tiende a idealizar esos 'primeros tiempos'. Dan por hecho que la disminución del contacto físico es un signo automático de problemas en la relación, y se sienten demasiado culpables o avergonzados para hablar de ello. Eso hace lógico que puedan llegar a idealizar un posible affair con un tercero".

Validación

Otro aspecto de las nuevas parejas es que nos dan seguridad en nosotros mismos, y hay quien pone ese regalo para el ego por encima de la conexión con otro ser humano en la que debería consistir una relación. "No quieren a la persona", dice Jacobs, "quieren lo que creen que necesitan: atención, afecto, aprobación, plenitud".

No es lo mismo cambiar continuamente de pareja por motivos equivocados que el deseo legítimo de querer intimidad sexual con más de una persona

Lo que sucede es que, en realidad, nadie que no sea uno mismo puede darnos todo eso. Si alguien piensa "que el amor propio, la seguridad, el sentido de la vida, vienen de la otra persona, la pareja está abocada al fracaso".

La monogamia no es para todos

Otra cuestión fundamental es que, aunque sea una buena solución para criar a los hijos, la monogamia no tiene por qué ser el mejor estado para todo el mundo.

Según Jacobs, no es lo mismo cambiar continuamente de pareja por los motivos equivocados que el deseo legítimo de querer intimidad sexual con más de una persona a largo plazo. Es un error por tanto llamar "fóbico al compromiso" a todo el que, simplemente, no quiera limitarse.

El consejo relacionado con esto no es original, pero nunca se repetirá lo suficiente: lo importante no es el número de parejas sexuales, sino la sinceridad.

Aunque la visión habitual de las relaciones es que cada vez son más libres, la presión sigue ahí y nos esclaviza a su manera. Ha muerto la idea victoriana del matrimonio obligatorio hasta la muerte, pero los solteros vocacionales siguen aguantando intromisiones continuas que les obligan a justificar por qué no se establecen con nadie, por qué no forman una familia o simplemente por qué no se olvidan de una vez de su carrera profesional y se dan una alegría, les apetezca o no.

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