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La desorientación del profesorado
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La difícil tarea de enseñar

La desorientación del profesorado

Nuevas tecnologías, necesidad de formación de los maestros, nuevos agentes educadores, recortes y leyes caprichosas: un contexto demasiado cambiante para los docentes

Foto: Demasiadas razones que dejan a los maestros muy perdidos. (iStock)
Demasiadas razones que dejan a los maestros muy perdidos. (iStock)

Mientras el sistema productivo ha evolucionado rápidamente, la escuela ha seguido manteniendo un currículo nada adecuado a los cambios sociales producidos en los últimos años, que exigen una formación permanente para la vida y no sólo para el trabajo. Cambios sociales que están dando lugar a que la escuela se encuentre en crisis al asumir funciones que en el pasado se encontraban depositadas en la familia y en la iglesia.

En un contexto de permanente cambio, donde nuevas formas de aprendizaje se han hecho presentes a través de las tecnologías de la información y la comunicación, el profesorado ha asumido más funciones y responsabilidades que las tradicionales de ser un mero transmisor de contenidos, hasta el punto de señalar como la principal (por los grupos generacionales de edad que comenzaron el ejercicio de la docencia en los primeros años de la transición), el ser un referente, un ejemplo y un modelo para sus alumnos, con independencia de los resultados académicos, dirigiéndose con más realismo hacia un horizonte de socialización de nuevos ciudadanos.

El maestro no es el único educador

El profesorado ha incluido como una de sus responsabilidades, no siempre planificadas o diseñadas ad hoc (dado el carácter instrumental que les imprimen desde las administraciones), la socialización del alumnado como ciudadano, sin menoscabar la educación en los contenidos curriculares (éxito académico), logrando así la humanización y felicidad de los alumnos y evitando su marginalidad o exclusión (fracaso escolar). Para lo cual determinan que ellos deben ejercer un tipo de autoridad que permita la creación de un clima favorable a la convivencia en el aula sobre el que se pueda llevar a cabo el proceso de enseñanza aprendizaje.

Es una autoridad difusa proveniente (derivada o por extensión), de la sostenida por los padres y las familias. Sin embargo, hay profesores que señalan los problemas para aunar ambas por la dificultad de evaluar la madurez emocional o el pensamiento crítico de sus alumnos, pese a que ellos representan los roles de controladores, mediadores, preparadores, motivadores y diseñadores de estrategias pedagógicas, y no siempre con profesionalidad.

En la carrera docente, la formación inicial que hoy se ofrece desde las Facultades de educación o desde el máster de profesorado es escasa

No es una tarea fácil, pues deben competir con otros agentes socializadores, como son las familias e Internet, que han irrumpido en el proceso de enseñanza -aprendizaje del profesorado, unas a través de la adquisición de niveles socioeducativos iguales o superiores a los del profesorado, y el otro desmotivando al alumnado que encuentra más utilidad funcional en las TIC que en la escuela, con su tradición de pruebas de evaluación mediante exámenes. Es precisamente esta cultura profesional de evaluar mediante exámenes y calificaciones a partir de un currículo homogeneizador, la que ha provocado mayor deserción y absentismo del alumnado, que encuentra en sus iguales a través de las redes el referente sobre el que construir su identidad.

Objetivamente, el profesorado contribuye con su arbitrariedad al proceso reproductivo de las desigualdades, al simplificar y unificar con el currículo la heterogeneidad del alumnado, sus diferentes orígenes familiares, étnicos o nacionales, y los desiguales contextos sociales y económicos en los que se desenvuelven, si bien el profesorado no es el único ni el principal responsable del conjunto de actores implicados en el escenario escolar.

Con el desarrollo de las TICs son los propios alumnos los que se erigen en protagonistas de su aprendizaje, no sólo porque el entorno digital de los hogares les ha permitido socializarse en el mismo antes que la propia escuela, sino porque el profesorado es ahora quien tiene que potenciar su formación en nuevas relaciones, comunicaciones, proyectos e innovaciones educativas en dicho entorno.

La formación permanente se ha convertido en acumulación de diplomas y credenciales con los que justificar el empleo de horas y actividades

El profesorado es un instrumento al servicio de los centros, de las administraciones, que debe ejecutar aquellos proyectos educativos sin intervención en su confección, dotado de poca autonomía salvo en la organización de contenidos y métodos practicados en el aula (de acuerdo a la ilusoria libertad de cátedra o “cada maestrillo tiene su librillo”), y sujeto a reglas jerárquicas que le reducen el ejercicio profesional en soledad. No obstante, aquellos profesores que entienden que el origen de los desajustes entre los objetivos asumidos (capacitación y cualificación profesional de los alumnos) y los resultados conseguidos, se encuentra en la desigualdad existente, tanto en el contexto familiar como específicamente en el mercado laboral, son los más certeros y, por qué no, los más profesionales.

La diversidad de contextos y entornos educativos, las diferencias entre etapas educativas o según titularidad de centros, así como la propia heterogeneidad del profesorado, no permite que estos se reconozcan como un colectivo profesional pese a disponer de un discurso corporativo que señala pérdidas de derechos y asunción de nuevas prácticas docentes (principalmente las burocráticas a través de programaciones, estándares, etc.). Tampoco son un colectivo profesional cuando se relacionan con la Administración (salvo en ocasiones puntuales de conflicto), con los equipos directivos y/o con las familias en su diversidad. Al respecto, señalan que hay problemas intrínsecos a la carrera docente, como la movilidad que impide la asunción de responsabilidades y proyecciones de futuro en los centros, por carencia y/o falta de arraigo y apego a los mismos.

Carencias en la formación

Pero la falta de arraigo no es el único problema del profesional de la docencia, pues tal y como reconocen, es la formación (inicial y permanente) el gran escollo que les impide dotar de valor social su ejercicio, pese al prestigio que los españoles (según el CIS), otorgan a la enseñanza. En la carrera docente, la formación inicial que hoy se ofrece desde las Facultades de educación o desde el máster de profesorado es escasa (antaño ni siquiera se podía definir como académica), con unas prácticas limitadas en tiempo y forma; mientras que la formación permanente se ha convertido en la acumulación de diplomas y credenciales con los que justificar el empleo de horas y actividades, casi todas alejadas de los verdaderos intereses formativos del profesorado, pero que se traducen en incentivos salariales con los que se determina la misma; de modo que la carrera docente consiste en adquirir méritos suficientes, mientras se envejece en la profesión hasta quemarse o jubilarse anticipadamente.

Una carrera docente que, por sus características de formación inicial poco exigente, con sólo el obstáculo que supone la burocratización en el acceso (miles de opositores para decenas de plazas que implican interinidades y selección poco rigurosa), la falta de compromiso por la opacidad y la soledad en el trabajo, así como la falta de incentivos y reconocimiento a su labor, ha determinado una profesión donde nada ha cambiado, salvo las condiciones laborales y la retribución económica.

Dura lex

El profesorado es un agente educativo que no dispone de un estatuto profesional que delimite sus funciones y sus responsabilidades, encontrándose sometido al albur de los cambios legislativos en materia educativa que le imponen formas de proceder que modifican su práctica docente. En este sentido, las quejas del profesorado se dirigen hacia el carácter cíclico que han tomado las leyes en función de los cambios de gobierno, que deberían contar con un papel más activo del profesorado, cuando a su vez se les demanda asumir responsabilidades en la búsqueda de un consenso de toda la comunidad educativa.

La Educación es uno de los ámbitos que más se ha visto afectado por los recortes y ajustes de las políticas de corte neoliberal

La educación de un país se rige por leyes que necesariamente se redactan con disposiciones y reglamentos, origen de todas las burocracias. En este sentido, la Administración es la responsable de la organización de los distritos escolares donde se lleva a cabo el intercambio y adopción de alumnos, y es la responsable de los recortes en personal y medios con los que asumir las diversas funciones que vinculan al profesorado; de tal modo que, en el último lustro, la movilización del profesorado (y no nos referimos a todo el colectivo, ni siquiera consideramos que sean el mayor número o en la mayoría de los centros, sino principalmente los damnificados por los ajustes), se ha destacado en las protestas gracias a que han sabido con sus acciones aunar a toda la comunidad educativa, desde las familias hasta los estudiantes.

La Educación es uno de los ámbitos que más se ha visto afectado por los recortes y ajustes de las políticas de corte neoliberal aplicadas para afrontar la crisis. Si tomamos en consideración los datos de la OCDE, en 2015, el gasto de España en educación fue de 46.000 millones, es decir, un recorte de 7.000 millones en cinco años sumando la contribución del Gobierno y las CCAA (que cubren el 80% de la financiación pública), y que se ha traducido en la pérdida de miles de puestos de trabajo docente, precarización de las condiciones laborales (España junto a Grecia y Portugal son los tres países donde más han bajado los salarios en el periodo de 2010 a 2014), y aumento del gasto familiar con el que cubrir el déficit público.

Ante este escenario, la defensa de la escuela pública ha sido el nexo de unión de la comunidad educativa en la realización de manifestaciones, huelgas y otras acciones; sin embargo, los resultados no han sido los esperados y los recortes y la aprobación de la LOMCE han seguido su camino, identificando la desorientación del profesorado como parte de la cultura docente.

Mientras el sistema productivo ha evolucionado rápidamente, la escuela ha seguido manteniendo un currículo nada adecuado a los cambios sociales producidos en los últimos años, que exigen una formación permanente para la vida y no sólo para el trabajo. Cambios sociales que están dando lugar a que la escuela se encuentre en crisis al asumir funciones que en el pasado se encontraban depositadas en la familia y en la iglesia.

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