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3 medicamentos que muestran el lado oscuro de la industria farmacéutica
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COMERCIALIZAR PRIMERO, INVESTIGAR DESPUÉS

3 medicamentos que muestran el lado oscuro de la industria farmacéutica

¿Sabemos exactamente lo que tomamos? En muchas ocasiones, deben pasar varios años (incluso décadas) hasta que conocemos las contraindicaciones de ciertas medicinas

Foto: ¿Sabes qué es lo que tomas? (iStock)
¿Sabes qué es lo que tomas? (iStock)

Cuando una medicina es puesta en el mercado ha sido sometida a un gran número de pruebas que defienden que su comercialización es segura. Faltaría más. Sin embargo, es posible que, con el tiempo, surjan contraindicaciones o efectos secundarios que no se pueden identificar en el corto plazo. Hay otras posibilidades: que la popularización de determinado medicamento provoque su mala utilización, como explicamos recientemente sobre el paracetamol o las pastillas para tratar el alzhéimer en sus primeras fases. También, que la aparición de nuevos tratamientos provoque que los consumidos por costumbre sean inútiles o incluso dañinos.

En muchos casos, el esquema el siguiente: un medicamento se comercializa de manera paralela a la creación de una necesidad sanitaria que anteriormente no existía, como explica la escritora especializada en salud Martha Rosenberg en 'Alternet', y tan solo el tiempo muestra su ineficacia. La autora recomienda esperar al menos cinco años hasta empezar a consumir un nuevo medicamento, tiempo –en principio– suficiente para que los efectos secundarios no explorados salgan a la luz. Recogemos aquí tres de los casos menos conocidos y que muestran qué puede pasar cuando los intereses comerciales y la ansiedad de la población se cruzan.

Inhibidores de la bomba de protones (IBP)

Bajo este nombre como de película de sci-fi de los años cincuenta o de canción punk se engloban medicamentos cuya función es, básicamente, reducir la producción de ácido en el jugo gástrico. Estos inhibidores llegaron al mercado a comienzos de los años 90 como sustitutos de los antagonistas de H2, y tuvieron un gran éxito comercial, como ocurre con el Omeprazol (Prilosec), que se vende sin necesidad de receta. Al fin y al cabo, muchas personas tienen problemas con los reflujos.

Durante los últimos años, no obstante, la comunidad médica ha alertado contra el abuso de esta clase de medicamentos. Más allá de los efectos secundarios que pueden causar, aunque sean poco frecuentes (náuseas, diarrea, fatiga, vértigo), se han encontrado otra clase de efectos a largo plazo. Este mismo año, una investigación publicada en 'JAMA Neurology' asociaba el consumo de estos inhibidores con un mayor riesgo de sufrir deterioro cognitivo. Como concluía el estudio, “evitar medicarse con IBP puede prevenir el desarrollo de demencia”, ya que aquellos que lo consumían de manera regular tenían un riesgo significativamente mayor de sufrirla.

Los IBP se prescriben más de la cuenta en atención primaria: “Pueden ser efectivas, pero están pensadas para ser utilizadas a corto plazo”

No es el único riesgo que se ha identificado sobre esta medicina. Un célebre estudio publicado en 'British Medical Journal' desvelaba que los consumidores habituales tenían un mayor riesgo de sufrir una fractura de cadera, principalmente por deficiencias en la absorción del calcio, el hierro y la vitamina B12. A menudo se cita también el peligro de sufrir una infección por el 'Clostridium difficile', como mostraba una investigación publicada en 'The American Journal of Gastroenterology'. Se trata de una bacteria intestinal que causa desde diarreas leves hasta colitis seudomembranosas, que pueden llegar a poner en riesgo la vida del paciente.

Más allá de eso, esta clase de medicinas, “una de las más exitosas de todos los tiempos”, como explicaba un artículo publicado en “Pharmaceutical Journal” se prescriben más de la cuenta en tratamiento primario. “La prescripción de IBP se ha disparado durante la última década”, concluía el artículo. “Pueden ser efectivas, pero están pensadas para ser utilizadas a corto plazo y a menudo no se les da descanso. Hay pistas claras y consistentes de esta sobreprescripción ya que los médicos sobrevaloran los beneficios e infravaloran el daño, lo que está asociado con costes sustanciales para los sistemas de seguridad social”. Era algo que confirmaba también un 'paper' publicado en España: “Más de la mitad de la población encuesta consume IBP, y de ella cerca del 40% sin una indicación médica correcta”.

Propecia

El sueño de todo alopécico: que le vuelva a crecer el pelo. ¿O no? Como recuerda la autora, las promesas de fármacos como el pionero Propecia (finasterida) llevaron a miles de personas a consumir estos crecepelo. El problema es que, aunque algunos podían presumir de haber visto un poco más de pelusilla en su cabeza, a lo largo de los últimos años cada vez más investigaciones han mostrado un lado oscuro de este crecepelo mágico.

No solo el 25% de los hombres que tomaban medicación como la finasterida no mostraban ningún efecto, sino que estaban expuestos a otros riesgos

En primer lugar, el consumo continuado de este fármaco disminuye el deseo sexual, perjudica la fertilidad del varón y provoca disfunción eréctil, como señaló una investigación realizada en el Boston University Medical Center. Como aseguraba este estudio, no solo el 25% de los hombres que tomaban medicación como la finasterida o la dutasterida (que también sirven para tratar el agrandamiento de la próstata) no mostraban ningún efecto, sino que también estaban expuestos a diversos riesgos, tanto disfunción sexual como la resistencia a la insulina, la depresión o la disfunción cognitiva.

Hay, no obstante, investigaciones para todos los gustos. Este mes de septiembre, el 'British Medical Journal' señalaba que los usuarios de este inhibidor específico de la 5-a-reductasta de tipo II no presentaban un riesgo significativamente superior al del grupo de control. Otra investigación publicada en 'Andrology' desvelaba, no obstante, que los consumidores mostraban anhedonia (incapacidad para experimentar placer), falta de concentración o, en lo referente a lo sexual, pérdida de sensibilidad en el pene y decrecimiento de la fuerza eyaculatoria. Basta con dar una vuelta por la red para encontrar abundantes testimonios negativos sobre este crecepelo.

Beta bloqueantes

Una de las controversias más recientes en los círculos médicos. Es posible que aquella investigación publicada en 'The Lancet' en el año 2008 por el cardiólogo P.J. Devereaux en la Universidad de McMaster, y que aseguraba que 800.000 muertes podían achacarse al consumo de beta bloquedores, fuese un tanto alarmista. Y ello, a pesar de que el médico aseguraba que la cifra era conservadora: “Si solo un 10% de los médicos han seguido las guías médicas durante la última década, eso querría decir que 800.000 personas murieron innecesariamente y que medio millón de personas sufrieron infartos cerebrales severos”.

¿Qué son los betabloqueantes y por qué resultan tan controvertidos? Se trata de un tipo de medicamento utilizado con mucha frecuencia para tratar los trastornos del ritmo cardíaco y en la protección cardíaca después de un infarto. Se emplearon frecuentemente para el tratamiento de la hipertensión, aunque posteriormente hayan sido reemplazados por otros fármacos, especialmente después de que el año 2007 una revisión publicada en el 'Journal of the American College of Cardiology' señalase que son medicamentos muy poco eficaces en el tratamiento de la hipertensión, aunque sí para ciertos tipos de arritmia, por ejemplo.

La mayor parte de los estudios clínicos se habían llevado a cabo antes del desarrollo de otras terapias eficientes más modernas, como la reperfusión

El demoledor estudio afirmaba que los betabloqueantes reducían la presión sanguínea, lo que combinado con el shock causado por las operaciones de cirugía, podían llevar a los pacientes a sufrir infartos cerebrales. Este mismo año, otra investigación publicada en la revista 'Hypertension' relacionaba el consumo de estos betabloqueantes con una mayor probabilidad de sufrir desórdenes de ánimo, y que la mayor parte de tratamientos obvian la relación que, según su autor, existe entre la depresión y las enfermedades cardíacas.

“Han servido para tratar los problemas de corazón durante los últimos 40 años, pero ahora parece que los betabloqueantes no funcionan”, señalaba un artículo publicado en 'The New Scientist'. “¿Qué salió mal?” La respuesta que proporcionaba es que la mayor parte de los estudios clínicos con los betabloqueantes se habían llevado a cabo antes del desarrollo de otras terapias eficientes más modernas, como la reperfusión, que ha provocado que el efecto beneficioso que tenían estos medicamentos haya desaparecido. Sin embargo, el mismo artículo también recordaba que es poco probable que dejen de usarse en el futuro inmediato. La Fundación Española del Corazón, por ejemplo, afirma que son fármacos bien tolerados y que sirven “para tratar diversas patologías cardíacas como hipertensión arterial, insuficiencia cardíaca, angina de pecho, arritmias o miocardiopatía hipertrófica”.

Cuando una medicina es puesta en el mercado ha sido sometida a un gran número de pruebas que defienden que su comercialización es segura. Faltaría más. Sin embargo, es posible que, con el tiempo, surjan contraindicaciones o efectos secundarios que no se pueden identificar en el corto plazo. Hay otras posibilidades: que la popularización de determinado medicamento provoque su mala utilización, como explicamos recientemente sobre el paracetamol o las pastillas para tratar el alzhéimer en sus primeras fases. También, que la aparición de nuevos tratamientos provoque que los consumidos por costumbre sean inútiles o incluso dañinos.

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