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La inteligencia económica y la guerra que se está librando a nivel global
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ESPAÑA, AÚN POR DETRÁS DEL RESTO

La inteligencia económica y la guerra que se está librando a nivel global

En un mundo hiperconectado, el acceso a la información que no todo el mundo sabe interpretar es esencial para defenderse de las amenazas. Estos expertos saben hacerlo

Foto: Buscar, analizar, extraer conclusiones, actuar. (iStock)
Buscar, analizar, extraer conclusiones, actuar. (iStock)

Durante mucho tiempo, el término “inteligencia”, en lo referido a la geopolítica, hacía referencia a las estratagemas, muchas de ellas alegales o ilegales, llevadas a cabo por agencias gubernamentales o servicios secretos. Hoy en día, casi toda la información que necesitamos está a nuestra disposición, pero alguien debe llegar a ella, organizarla y analizarla para que facilite la toma de decisiones. Ahí es donde entra la inteligencia económica, aún una gran desconocida en España y que, sin embargo, cada vez tiene un mayor peso en las relaciones internacionales, tanto a nivel de relaciones entre estados como en la competencia privada.

“Imagínate que una empresa quiere realizar una explotación minera en otro país”, explica a El Confidencial Fernando Picatoste, responsable de Inteligencia Económica de Deloitte. “El minero examinará si hay mineral o no, la empresa se fijará en los costes necesarios para explotarlo adecuadamente. Ahí es donde entra la inteligencia económica: en saber a quiénes tienes que llegar para conseguir la información que lo rodea. ¿De qué me puedo estar olvidando? ¿Es el país estable? ¿Ha habido expropiaciones?” Es una especie de punto intermedio entre el 'lobbista', el diplomático y el analista.

¿Cuántas compañías españolas han perdido sus inversiones por no haber analizado los riesgos de operar en situaciones complejas?

Como recuerda el general Fernando Davara, que en su larga carrera ha ocupado el puesto de director del Centro de Satélites de la Unión Europea, se trata de un proceso. “Para mí, es resumir, gestionar y procesar la información estratégica, pero también protegerla y convertir esa información en algo útil, que sirva para tomar decisiones”. ¿Un ejemplo de su importancia? “En España nos estamos empezando a dar cuenta porque, de repente, se pierde un concurso ante los franceses, porque ellos llevan más tiempo haciendo inteligencia económica, y vigilan a sus competidores y saben qué clase de guerra se está librando...”, explica Eva Moya, experta en Inteligencia Económica que ha trabajado para empresas como Coca-Cola.

Se trata de un recurso casi obligado al que pocas empresas recurren pero que proporciona un plus determinante en la competitiva era de la globalización. “¿Cuántas compañías españolas han perdido sus inversiones por no haber analizado y monitorizado adecuadamente los riesgos de operar en situaciones complejas?”, se pregunta Picatoste. “Hay abundante documentación de empresas cuyo planteamiento no ha funcionado por temas geopolíticos, comerciales o por establecer relaciones con alguien que no es el adecuado”. La labor de inteligencia económica habría permitido solventar esos problemas.

Las piezas del ajedrez global

En resumidas cuentas, si la información es poder, la guerra la ganará quien mejor conozca a su adversario. Pero se trata de una disciplina transversal que puede afectar tanto a nivel de una pyme que busca lanzarse al mercado internacional como a la geopolítica global. “Aunque no quiero asustar, en el nuevo mundo al que nos dirigimos, tienen la capacidad de llevar a un país a la crisis porque un contrato no salga y provocar que millones de ciudadanos vayan al paro”, explica Moya. “Esa es la clase de guerra que se libra: 'voy a hundir un país'”. Como recuerda, que unos países paguen su deuda y otros no, o el papel que juegan las agencias de 'rating' en la valoración de la deuda, son parte también de la inteligencia económica y de la capacidad de negociación que esa información proporciona.

En el mundo hacia el que nos dirigimos, perder un contrato puede llevar a la crisis a un país

Son, sin embargo, las grandes empresas las que más recurren a este análisis de la información del competidor. “KPMG, PwC, Ernst & Young y Deloitte se dedican de lleno”, recuerda Davara. “Lo mismo lo aplican a la gestión que a la protección de la seguridad en el ciberespacio, se aplica mucho la búsqueda del competidor o del 'malo', por entendernos”. Francia, añade, es uno de los países donde existe una tradición más larga de inteligencia económica apoyada por el Estado. Algo que no ocurre en España, que, como explica Picatoste, “no es un país muy proteccionista de sus inversores, mientras que sí hay otros preocupados por proteger a sus empresas”.

No obstante, la labor del experto en inteligencia no compete únicamente a las grandes empresas. Todas, añade Picatoste, necesitan hoy en día una figura así: “Me da lo mismo el tamaño, cualquier empresa que esté pensando en dar el salto al ámbito internacional debe estar pendiente de los demás”. El general Davara ha dado charlas, por ejemplo, en asociaciones de mujeres emprendedoras, donde ha explicado que a nivel de pyme un buen analista debe ser capaz de buscar información de la competencia, conocer su estrategia y saber lo que hace para combatirle. “¿Dónde lo encuentras? Está casi todo en la red”. Inteligencia económica también es conocer los foros donde puedes estar para superar a los adversarios. “Es todo aquello que te ayude a competir y contribuya a la salud económica de los ciudadanos”, añade Moya.

Un trabajo (legal) de búsqueda

¿Cómo se obtiene toda esa información? Básicamente, por medios legales. “Al espionaje se llega cuando ha fracasado la inteligencia económica, porque demuestra que no puedes conseguirlo con recursos legales”, explica Moya. “Lo más fácil es reventar un correo electrónico como si fueses un ladrón; lo hace cualquier crío, pero es ciberespionaje, algo que veo cada día”. La mayoría de fuentes están abiertas, a disposición de todos, y no hace falta vulnerar medidas de seguridad, patentes o límites legales para llegar a ellas, añade Picatoste. La dificultad es llegar a ello, procesarlo y proporcionar una visión de conjunto sobre esa información que se ha obtenido.

Todos los expertos están de acuerdo en que la línea que separa la inteligencia económica del espionaje es la que separa lo legal de lo ilegal… Y lo moral de lo inmoral. Es lo que explicó Davara durante una charla en Latinoamérica, cuando uno de los participantes le espetó “lo legal está claro, pero la ética es laxa”: “Si yo voy al competidor y me pongo a mirar los precios de sus teléfonos y de pronto viene el de seguridad, no tengo problema en decirle qué hago. En cambio, si salto la valla para meterme por la noche y que no me vean, no es ético ni legal”.

¿Quiénes son?

Viven entre nosotros y, de hecho, podríamos ser (casi) cualquiera. Hay muchos perfiles distintos entre aquellos que pasan por las aulas del Postgrado de Inteligencia Económica y Seguridad (PIES), donde Picatoste imparte clase. Entre los perfiles que encajan en las labores del experto en inteligencia económica se encuentran los periodistas de investigación (“acostumbrados a analizar la cuestión geopolítica y distinguir las buenas fuentes”), los militares y policías con formación específica en la materia o los economistas. También expertos en 'big data', es decir, analistas “capaces de encontrar lo que está oculto en las relaciones de datos”.

No se utiliza más por desconocimiento, por miedo: suena a espionaje

El general Davara recuerda que muchos de estos profesionales se han formado durante los últimos cuatro o cinco años, en un primer momento orientados hacia los servicios de inteligencia del Estado, pero poco a poco se han incorporado al sector privado. “Yo mismo he dado cursos en el sector financiero para formar a analistas para que sepan hacer análisis”, explica. “Es una perogrullada, pero no saben hacer buenos análisis, ni difundirlos, llegar a conclusiones o entregarlas en el momento adecuado”. “Pueden ser diplomáticos, gente de relaciones internacionales, economistas, alta dirección que ha llegado a través de la gestión, pero lo importante es que tengan una visión global de los negocios”, añade Eva Moya. “La gente de derecho o algún historiador también podrían serlo, militares que han visto en el extranjero negociaciones, o gente con un perfil tecnológico o matemático”.

Lo que no hay, a pesar de que se trata de un campo en auge, son muchos españoles, porque es una disciplina que tradicionalmente se ha despreciado. Como explica Moya, “somos confiados, vamos con nuestro pliego y no observamos a los competidores”. Las sucesivas apuestas desde el sector público para fomentar la inteligencia económica han quedado en agua de borrajas. En la primera estrategia de seguridad, la de Javier Solana durante el mandato de Zapatero, se valoró la posibilidad de un Sistema de Inteligencia Económica (SIE) que no llegó a salir adelante, como recuerda Davara. Tampoco lo hizo el presentado hace unos años el gobierno de Mariano Rajoy.

¿Por qué no se recurre más a la inteligencia económica? “No se utiliza más por desconocimiento, por miedo o porque lo hace el de 'marketing'”, afirma el general de manera cáustica. A pesar del interés que ha suscitado en tiempos recientes, muchos siguen sin entender la verdadera utilidad de esta inteligencia propia de la era de la globalización que se sigue identificando con 'marketing' o espionaje. “En el primer caso se dice 'ya lo sé hacer', y en el otro, 'me da miedo'”, recuerda Davara. Y, sin embargo, como concluye Moya, si descubrimos América es porque nos adelantamos a los portugueses: fue un momento de inteligencia económica a pleno rendimiento.

Durante mucho tiempo, el término “inteligencia”, en lo referido a la geopolítica, hacía referencia a las estratagemas, muchas de ellas alegales o ilegales, llevadas a cabo por agencias gubernamentales o servicios secretos. Hoy en día, casi toda la información que necesitamos está a nuestra disposición, pero alguien debe llegar a ella, organizarla y analizarla para que facilite la toma de decisiones. Ahí es donde entra la inteligencia económica, aún una gran desconocida en España y que, sin embargo, cada vez tiene un mayor peso en las relaciones internacionales, tanto a nivel de relaciones entre estados como en la competencia privada.

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