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'MasterChef': qué pasa cuando metes a la clase obrera en la alta cocina
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"sólo crean una ilusión de inclusión"

'MasterChef': qué pasa cuando metes a la clase obrera en la alta cocina

Los programas gastronómicos se han encargado de acercar la alta cocina al público y ya son un clásico en el 'prime time' de la parrilla televisiva. Pero son clasistas

Foto: ¿Los participantes de clase trabajadora tienen cabida en programas de alta cocina? (iStock)
¿Los participantes de clase trabajadora tienen cabida en programas de alta cocina? (iStock)

Siempre nos han inculcado que 'querer es poder'. Este mantra recurrente y anclado en la cultura popular asegura que si deseamos una cosa y perseveramos en el intento por conseguirla lograremos el objetivo. Con frecuencia, el séptimo arte ha recurrido a esta idea, desde Indiana Jones, quien encontraba después de una larga expedición el Santo Grial, hasta el cine infantil con personajes recientes como Dory, que localiza a su familia después de enfrentarse a todas las adversidades del océano junto a su amigo Nemo.

Sin embargo, ha sido la televisión la que se ha encargado de convertir los sueños en realidad y la que ha brindado la oportunidad de abrir puertas que de otra forma no sería posible. El ejemplo por antonomasia es el de 'Operación Triunfo', que en 2001 catapultó a la fama a jóvenes anónimos como David Bustamante, que pasaba del andamio a los escenarios, o a un joven David Bisbal, que dejaba las orquestas de pueblo para recorrer todo el mundo con su 'Bulería'. Probada la exitosa fórmula de democratizar la música, ahora ha llegado el turno de la gastronomía. Pero, ¿es posible?

Los 'talent show' de cocina tienen una lectura más allá de la de aprender a cocinar: sugieren cierta connotación clasista con valores implícitos

Quizás, o no, saber que uno de nuestros restaurantes, El Celler de Can Roca (Girona), se haya convertido en el mejor del mundo en dos ocasiones ha despertado el interés por los fogones. Lo cierto es que los programas gastronómicos (más allá de las recetas de Arguiñano) como 'MasterChef' o 'Top Chef' se han encargado de acercar la alta cocina al público y ya son un clásico en el 'prime time' de la parrilla televisiva. En el caso de 'MasterChef', que ha registrado muy buenos niveles de audiencia en los países en los que se emite, busca al mejor cocinero 'amateur' y para ello los concursantes deben preparar diferentes platos que juzgan experimentados chefs; en la versión española son Pepe Rodríguez, Jordi Cruz y Samantha Vallejo-Nágera.

[Ver: Que no te engañe 'MasterChef': el miserable mundo de la alta cocina]

Más allá de la alta cocina

Pero, ¿sólo se trata de cocinar? Para Sarah Attfield, académica de la Universidad de Tecnología de Sydney (Australia), detrás de programas como 'Just Desserts' o 'MasterChef', que están teniendo mucho éxito en su país, hay otra lectura más allá de la aprender a cocinar. Sugiere cierta connotación clasista, con determinados valores implícitos, ya que en el programa se exhibe todo el potencial de la comida gourmet –que hace salivar a los telespectadores–, muchos de los cuales no pueden afrontar los costes que supone preparar un plato de alta cocina, ni tampoco degustarlo en un restaurante; seguramente no tengan tiempo, ni las herramientas, ni los recursos económicos para ello.

Paralelamente, se sigue desarrollando la manida pero exitosa fórmula del querer es poder y con frecuencia estos 'reality shows' exhiben las vidas de los concursantes y apuestan por perfiles atractivos. Saben que las historiaa de superación ganan puntos de audiencia, por ello buscan “cocineros aficionados y autodidactas, los cuales trabajan como camareros mal pagados en restaurantes, que se muestran como luchadores que participan en el programa y realizan sus sueños. Todo lo que se necesita es un trabajo duro, la determinación y el amor por la comida”.

La importancia del capital económico y cultural

Esto funciona, pero Attfiled va más allá y se pregunta en 'The Conversation' cómo los participantes de clase trabajadora tienen cabida en estos programas. Afirma que no cree que la tengan: “Los programas de cocina solo crean una ilusión de inclusión (en términos de clase), ya que la mayoría de los espectadores no tendrá acceso al mundo representado en los espectáculos”. Los concursantes se familiarizan con el entorno, con enormes supermercados, con nuevos términos como ‘el emplatado’, siempre bajo las órdenes de un juez al que responden con un 'sí, chef', pero la realidad es que vincularse a la alta cocina, según Attfiled, exige un capital económico para comprar ingredientes caros, cenar en restaurantes de lujo y disfrutar de la gastronomía de otros países.

La televisión se ha encargado de convertir los sueños en realidad. Primero lo hizo con la música y ahora lo está intentado con la alta gastronomía

Sin embargo, eso no quiere decir que los concursantes no sean excelentes cocineros. Seguramente preparan exquisitos platos más allá de aquellos aderezados con espuma y milhojas que elaboran en el concurso, donde todo pasa por presentar platos minimalistas, muy lejos de los que los participantes suelen preparan en sus casas. Pero la realidad es que las familias de clase trabajadora que observan atónitas cómo los concursantes preparan platos como el mismísimo Ferran Adrià “están lejos de tener acceso a los enfriadores de nitrógeno, las máquinas de helado o los hornos industriales; además, autodidactas al margen, se requiere capital cultural para saber cómo elegir el vino, cómo utilizar los cubiertos, entender las técnicas que provienen de la cocina francesa o ‘emplatar".

Ilusión de igualdad

Los concursantes viven una nueva experiencia y, en última instancia, esperan abrir sus propios restaurantes y empresas gastronómicas, o unirse a cocinas famosas y trabajar como chefs profesionales. Un sueño digno y que en algunos casos se consigue, pero por lo general no, ya que estos programas “pasan por alto la ruta habitual para convertirse en un chef –que normalmente implica la formación y el aprendizaje–, sin olvidar que un aprendiz de cocinero necesitará costear su educación y adquirir el equipo necesario”, señala Attfiled, quien añade que para una persona joven de clase trabajadora esto implica un riesgo financiero sin ninguna garantía de éxito. Por eso, “se está creando una ilusión de igualdad, de que cualquiera puede ser un reconocido cocinero, pero toda la premisa de estos espectáculos y el concepto de célebre chef se construye sobre la desigualdad”.

Siempre nos han inculcado que 'querer es poder'. Este mantra recurrente y anclado en la cultura popular asegura que si deseamos una cosa y perseveramos en el intento por conseguirla lograremos el objetivo. Con frecuencia, el séptimo arte ha recurrido a esta idea, desde Indiana Jones, quien encontraba después de una larga expedición el Santo Grial, hasta el cine infantil con personajes recientes como Dory, que localiza a su familia después de enfrentarse a todas las adversidades del océano junto a su amigo Nemo.

Samantha Vallejo Nágera
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