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Esta es la dura vida de (la mayoría de) los divorciados
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un cambio difícil de asimilar

Esta es la dura vida de (la mayoría de) los divorciados

La familia tradicional está en crisis y cada vez más los padres crían a los hijos por separado, lo que puede resultar una auténtica hecatombe emocional y económica

Foto: Es difícil encontrar tu sitio como divorciado. (iStock)
Es difícil encontrar tu sitio como divorciado. (iStock)

La crisis hizo que muchas parejas siguieran juntas por cuestiones de dinero y en los últimos años ha vuelto a subir el número de divorcios. En España, vivir en pareja sigue siendo estadísticamente lo normal en las personas de 34 a 64 años (más del 70%), y cuando eso termina uno puede llegar a sentirse fuera de la realidad. Si hay hijos, las madres suelen seguir viviendo con ellos y los padres siguen pagando la mitad de la casa (o más) además de la pensión de alimentos, lo que les deja poca maniobra para pagar una vivienda digna.

Los separados tienen mucho más riesgo de exclusión y de suicidio, no solo por cómo está organizado el sistema -menos de la mitad de los hombres piden la custodia compartida, y cuando lo hacen a menudo no la obtienen, así que tienen que pagar sin decidir cómo se gasta- sino por cuestiones psicológicas que la sociedad no acaba de ver como un problema de todos.

Los divorciados vuelven a depender de sus padres o comparten piso. Se separaron soñando con la libertad y se descubren menos libres que nunca

Si atendemos a las mayorías estadísticas, ellos tienen menos habilidades sociales y familiares que ellas y al derrumbarse sus hogares es habitual que caigan en la depresión. Tras los primeros meses, casi siempre dramáticos, ellas se desahogan con amigos y familia, recuperan contactos pasados y van rehaciendo su mundo, mientras que ellos no encuentran un interlocutor que les dé algo remotamente parecido a la comprensión y la sensación de equipo que tenían con su mujer, incluso si la relación era conflictiva o se había acabado el romance.

Hay poca solución mientras la vivienda habitual siga llevándose un porcentaje tan grande de los ingresos del matrimonio. Parece que, en la práctica, tener hijos es algo que solo las rentas altas y las parejas que planean estar juntos de por vida se pueden permitir. Fuera de eso, los divorciados vuelven a depender de sus padres o incluso acaban compartiendo piso. Se separaron soñando con la libertad y se descubren menos libres que nunca.

Paul, un padre fracasado

Lauren Libbert ha escrito en 'Daily Mail' sobre un caso representativo en Reino Unido. Ha hablado con Paul Adams, de 42 años, que a pesar de tener trabajo ha acabado compartiendo un piso pequeño con otro divorciado después de un matrimonio de diez años. Su mujer vive con su hija Devon, que tenía ocho años cuando rompieron, y él se siente solo y fracasado como padre. Trabajaba bastantes horas pero tenía tiempo para llevar a su hija al colegio todos los días y estaba en casa hacia la noche para el baño y la hora de acostarla.

Tras la separación pasó seis meses de sofá en sofá y volvió a casa de su madre por un tiempo hasta que buscó piso compartido, algo que aquí es poco frecuente. Muchos divorciados reciben ayuda económica de sus padres y en el peor de los casos vuelven con ellos. Allí, la web SpareRoom.com, que pone en contacto a gente para compartir vivienda, ha visto triplicarse el número de usuarios de cuarenta y tantos años (también mujeres).

Paul no tiene un problema legal, le pareció bien el acuerdo: "Separarme fue la decisión más dura de mi vida, aun estando de acuerdo en pagar manutención y ayudar a pagar la casa, porque era lo correcto". Todo hubiera sido más fácil con una nómina fija, pero es autónomo y sus ingresos no son regulares. Tener que volver con su madre le dio vergüenza -"No era capaz de mantener a mi hija como es debido"- así que, aunque le agradecía su ayuda, vivir de nuevo según sus reglas era duro. En 2015, cuando vio que un amigo, divorciado en una situación parecida, buscaba alguien para compartir piso, se decidió.

Tras el divorcio, que los hombres no puedan mantener a su familia es inseparable de su autoestima como padres

El inconveniente no es tanto vivir en un lugar peor, que también, como el hecho de que es un lugar peor para los niños. En estos pisos pequeños los hijos pueden no tener cuarto propio, con lo que no se sienten en casa y se distancian de los padres. Paul vive muy cerca de su hija y su exmujer y decidieron cuidar a la niña al 50%, pero cuando la pequeña iba a verle dormían en la misma habitación. Los niños no son exigentes con el espacio, les aporta más relacionarse con sus dos padres, pero para los adultos es difícil de aceptar: "Ella insistía en que todo estaba bien, pero yo sabía que no. Obviamente no podía traer amigos a casa y yo también me sentía mal por ello".

La sensación de vivir en el desorden es la gota que colma el vaso para muchos padres divorciados. Todos los objetos cotidianos están en casa de la madre, y el padre se ve superado para crear un hogar comparable al que ya tenían en la casa común.

Roles, sueldos y sentencias

La historia para Paul tiene un final más feliz de lo que podíamos augurar. Su compañero de piso terminó volviendo con su ex, pero con esfuerzo consiguió pagar la vivienda él solo y ahora su hija tiene una habitación.

Otros pagan toda la hipoteca de la casa donde vive su mujer. Si tienen varios hijos y su trabajo está mal remunerado o están en paro, están a un paso de empezar a dormir en el coche, llevar una doble vida y ver a sus hijos cada vez menos. Los padres tienen menos presión que las madres para ser buenos cuidadores, limpiar o cocinar, pero, tras el divorcio, no poder mantener a su familia es inseparable de su autoestima como padres.

Las asociaciones de padres separados, como Families Need Fathers en Reino Unido, tienen buenos estudios y estadísticas a las que agarrarse en sus quejas para mejorar la situación. Según Jerry Karlin, representante de esta agrupación, los niños suelen ser más estables y felices cuando tienen contacto habitual con su padre y su madre. Tener dos casas, aunque sea un problema a nivel logístico no tiene por qué significar un trauma si los padres viven cerca y trabajan duro para que funcione.

Unos roles menos marcados socialmente, tanto para ellas como para ellos, solucionarían parte del problema. Los padres divorciados españoles piden que la custodia compartida deje de ser minoritaria (en más del 70% de los casos los jueces la conceden a las madres), que los pagos sean más flexibles según la situación económica de los dos progenitores y que no se considere todo abandono de hogar por parte del padre como una tácita cesión de la custodia, un avance que seguramente se establecerá tras en una reciente sentencia destacada en la web de Asepadi, Asociación Española de Padres Divorciados.

La crisis hizo que muchas parejas siguieran juntas por cuestiones de dinero y en los últimos años ha vuelto a subir el número de divorcios. En España, vivir en pareja sigue siendo estadísticamente lo normal en las personas de 34 a 64 años (más del 70%), y cuando eso termina uno puede llegar a sentirse fuera de la realidad. Si hay hijos, las madres suelen seguir viviendo con ellos y los padres siguen pagando la mitad de la casa (o más) además de la pensión de alimentos, lo que les deja poca maniobra para pagar una vivienda digna.

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