Es noticia
Llevas toda la vida lavándote mal los dientes: así es como se hace
  1. Alma, Corazón, Vida
mejor maña que fuerza

Llevas toda la vida lavándote mal los dientes: así es como se hace

Aquí tienes algunas recomendaciones que no son las que sugiere la publicidad. Ni kilos de pasta, ni limpieza en la clínica una vez al año, ni colutorio agresivo a la primera de cambio

Foto: ¿Cuántos minutos debo cepillarme? Llevo cinco minutos dudándolo. (iStock)
¿Cuántos minutos debo cepillarme? Llevo cinco minutos dudándolo. (iStock)

La salud dental es la gran abandonada por el sector público en nuestro país, un caldo de cultivo que ha hecho florecer clínicas por todas partes, compitiendo por ofrecer el mejor precio posible. El Consejo de Dentistas, organización colegial española, explicó el pasado diciembre que aquí hay más universidades de odontología por habitante que en toda Europa, y se ha llegado a hablar de burbuja, como en el mundo inmobiliario. Triplicamos -se dice pronto- la cantidad de dentistas recomendada por la OMS, y abundan las denuncias por intrusismo, malas prácticas y fraude.

Así las cosas, la cantidad de “expertos” privados opinando y aconsejando es mucho mayor que en el resto de aspectos de la salud, y debemos aplicar un filtro de especial escepticismo a todo lo que nos digan. ¿Qué publicará Colgate, que patrocina muchos de los estudios que aparecen sobre higiene dental, en cuanto a la cantidad de pasta necesaria?

Esa es, quizá, la mayor ventaja de la sanidad pública. Dificulta que pueda lucrarse nadie adornando la realidad, alarmando o publicitando mitos sin base científica.

Frotar demasiado los dientes al cepillar puede dañar el esmalte de los dientes y gasta los cepillos, curvando y aplastando las fibras

Lavarse los dientes varias veces todos los días es un consejo que comparten dentistas públicos y privados, de grandes franquicias internacionales y de modestas clínicas de barrio. A partir de ahí, encontrarás todo tipo de variaciones contradictorias sobre cómo hay que hacerlo. Unos dicen que hay que lavarse una cantidad de minutos concreta -esto es como si la DGT nos dijera que se tarda siempre 23 minutos en llegar al trabajo: dependerá de la velocidad, entre otros factores-, otros que hay que hacerlo antes de comer, unos que el hilo dental es importantísimo y otros que es más bien peligroso…

Aquí vamos a recopilar solo las opiniones mayoritarias y daremos prioridad a las instituciones públicas, cuyo sesgo es, creemos, menos dañino. Se trata, en el peor de los casos, de ahorrar dinero a largo plazo para todos, y ello pasa por prevenir y formar a cuanta más población mejor.

El frotar se va a acabar

Una cosa está clara: la media de nosotros entiende que lavarse bien es hacerlo muy fuerte en vez de minuciosamente. El 'refrote' puede dañar el esmalte de los dientes y gasta los cepillos, curvando y aplastando las fibras. Así lo que conseguimos es lo contrario de lo que deseábamos, porque el cepillo, cuanto más estropeado, menos restos y bacterias elimina.

Por el mismo motivo, las cerdas deben ser lo más finas posibles. No elijas cepillos duros si no te lo ha recomendado tu dentista, porque llevan a estos vicios dañinos.

Si te cuesta no apretar, por la costumbre, y no te va mal así, te recomendamos que al menos cambies el cepillo a menudo.

Toda la boca y todos los rincones

Decimos “lavarse los dientes” pero deberíamos decir “lavarse la boca”. El cepillo debe recorrer las encías, la lengua lo más hasta el fondo que podamos (siempre suave) e incluso el cielo de la boca. La norma es limpiar todo, no solo lo que se ve.

Puede parecer obvio, pero mucha gente apenas se cepilla la cara posterior de los dientes. Para que nos entendamos, la parte que no se ve en los 'selfies' por mucho que sonrías.

Direcciones permitidas

Hay consenso sobre que lo que debe prevalecer es el cepillado desde la encía hacia el diente, mejor que al revés, pero casi todo el mundo lo hace de arriba abajo indistintamente, como si tuviera una sola línea de dientes. Hay que lavarse las dos, la de arriba y la de abajo, por turnos, centrándose en una cada vez.

Con dientes o encías delicados, también es correcto masajear un poco la unión entre dientes y encías con el cepillo pero sin arrastrar apenas las cerdas, ejerciendo una ligera presión circular.

Cepillo no grande, ande o no ande

Es bueno cambiar el cepillo, pero no tanto como te dirán algunos dentistas (cada tres o cuatro meses está bien) y ante la duda mejor que la cabeza sea pequeña, para que alcance mejor los rincones.

Los cepillos eléctricos 'andan solos' pero son más caros, porque además requieren pilas o cargador. Merece la pena la inversión cuando hay más complicaciones de movilidad, por ejemplo en los niños. Es típico hacerse con un cepillo eléctrico y creer que es para toda la vida: recuerda que hay que cambiar los cabezales.

Bien usado, el cepillo manual es igual de efectivo.

¿Cuándo?

La recomendación que más se repite es que es bueno hacerlo justo después de las comidas, pero hay estudios que concluyen que es mejor un rato después, incluso una hora, para dar tiempo a que el ácido de la comida se neutralice y el esmalte se recupere. No te preocupes demasiado por respetar este rato si no has comido cosas ácidas como zumo de naranja en cantidad, dulces con azúcar, vino o patatas fritas.

La limpieza bucal anual con el dentista no tiene suficiente justificación científica. Unos la necesitan cada varios años, otros más de una vez al año

Otro punto de consenso casi total: el cepillado más importante del día es por la noche. Acostarte sin hacerlo da tiempo y comodidades a la placa bacteriana y, por tanto, a la caries. Pónselo un poco más difícil, son solo unos minutos.

En cuanto a la archirrepetida "limpieza bucal anual" con el dentista, no tiene suficiente justificación científica. Hay quien la necesita cada varios años, quien debe hacerla dos veces al año y quien tiene la suerte de pasar sin ellas casi toda la vida.

El agua, más importante que la pasta

Los colutorios no siempre son recomendables, depende del caso concreto. Ten en cuenta que no sustituyen nunca a un lavado de dientes, porque en este la clave es el cepillo, no tanto los productos añadidos. La pasta conviene comprarla atendiendo a tus necesidades concretas (sensibilidad, dientes amarillos, etc.). Si no tienes dentífrico, mucho mejor cepillarte y enjuagarte con agua abundante que limitarte a usar un enjuague con flúor (te da buen aliento pero deja restos).

Después de un lavado “reglamentario” con su cepillo, su dentrífico y su hilo dental, no olvides que el agua es la segunda parte del proceso y es importante. Si el agua del grifo que estás usando es potable, es un buen momento para aprovechar y beber unos tragos. Es bueno para prácticamente todo en nuestro cuerpo, y también para los dientes, porque evita que la saliva se vuelva demasiado densa.

¿Y si pico entre horas?

En la práctica casi nadie se lava los dientes cada vez que come, porque también hay que trabajar, dormir y esos caprichos de la vida. Si encuentras dos huecos al día para lavártelos con calma, estupendo.

Entre horas, el Consejo de Dentistas recomienda, mejor que nada, un chicle sin azúcar después del picoteo, porque genera saliva y aumenta el PH.

Y recuerda que, en lo tocante a la salud dental, un café o cualquier otra bebida azucarada es un picoteo, y no de los mejores.

La salud dental es la gran abandonada por el sector público en nuestro país, un caldo de cultivo que ha hecho florecer clínicas por todas partes, compitiendo por ofrecer el mejor precio posible. El Consejo de Dentistas, organización colegial española, explicó el pasado diciembre que aquí hay más universidades de odontología por habitante que en toda Europa, y se ha llegado a hablar de burbuja, como en el mundo inmobiliario. Triplicamos -se dice pronto- la cantidad de dentistas recomendada por la OMS, y abundan las denuncias por intrusismo, malas prácticas y fraude.

El redactor recomienda