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Por qué los compañeros más rastreros son también los que triunfan
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Por qué los compañeros más rastreros son también los que triunfan

En el amor y en la guerra todo vale, pero en los negocios además se recompensa. No debería ser así a largo plazo, por cuestiones éticas y financieras

Foto: Seguro que a la del portátil le va mejor. (iStock)
Seguro que a la del portátil le va mejor. (iStock)

Tanto si eres novato en el mundo profesional como si llevas casi toda tu vida en un despacho, puedes haber llegado a la conclusión de que ser buen compañero, arrimar el hombro o pensar en el bienestar de los demás es el peor camino para que te vaya bien en el trabajo. A menudo desechamos tan descorazonadora idea y nos reprendemos internamente por malpensados, envidiosos o victimistas, pero ¿y si fuera esa la fría realidad?

Es lo que parece demostrar, con datos de nada menos que 50.000 empleados de 11 empresas, un estudio reciente de la Harvard Business School sobre “empleados tóxicos”, reseñado por 'The Washington Post'. No se trata de la toxicidad de la que hemos hablado en otras ocasiones, ese ánimo negativo que nos lastra a base de quejas y torpes llamadas pasivo-agresivas de atención, sino de algo mucho más taimado y difícil de detectar. Y también más peligroso.

Los compañeros que nadie quiere cerca son normalmente mucho más rápidos e industriosos que el trabajador medio

Lo que llaman tóxico estos autores, Michael Housman y Dylan Minor, después de bucear en profundidad en un 'software' desarrollado por psicólogos de empresa para evaluar a los candidatos en procesos de selección de personal, está entre el egoísmo de un compañero molesto y problemas mucho más graves como el acoso, el robo o la violencia en plena oficina. Para hacer esta clasificación y llegar a las conclusiones que veremos después, han cruzado respuestas de completos cuestionarios en los que se les preguntaba por cómo se veían a sí mismos y a los demás, o sus opiniones sobre el trabajo en equipo, y una serie de datos sobre su desempeño en la empresa: productividad, eficacia en el servicio al cliente, nivel de estudios, fecha de contratación y de finalización de la relación laboral, causa de esta última, etc.

Sorpresas interesantes

A la vista de este estudio no es cierto, como quizá queremos creer, que los compañeros más considerados con los demás son también los que más y mejor trabajan. De hecho estos compañeros que nadie quiere cerca son normalmente mucho más rápidos e industriosos que el trabajador medio. ¿En casa te miran mal cuando dices que odias a ese trepa desagradable que se queda trabajando hasta las mil y que gana el doble que tú? Probablemente haces bien en odiarlo, pero no en dar por hecho que solo es peloteo y apariencia.

El caso clásico que destacan en el 'Post' es el de esos comerciales de moral relajada que todos conocemos, que venderían a su madre (en una promoción que no puedes dejar pasar) y que mienten sin un pestañeo. ¿No es comprensible que las empresas los cuiden cuando son los que más beneficios aportan, y que hasta se mire hacia otro lado cuando hay dudas sobre si están respetando la ley?

Los candidatos que contestaron en los test que hay que seguir siempre las reglas fueron precisamente los más despedidos por romperlas

Aún más triste es la conclusión cuando se estudia la antigüedad en la compañía en relación al calado ético de los sujetos. Tal y como quizá sospechabas, cuantos menos escrúpulos, más tiempo se mantienen. Por un lado, porque como vemos parecen salir a cuenta a las empresas. Por otro, porque los demás compañeros tienden a marcharse con tal de no aguantarlos, dejándoles ganar la carrera (muchas veces por el bien de su salud mental).

También se desprende del estudio que los peores compañeros tienen mejor imagen de sí mismos que de los demás. Ellos dan por hecho que merecen todo lo bueno que les pasa y esa es una de las causas por las que pueden terminar siendo una pesadilla para los otros.

Un punto que es una fortaleza pero que también podría convertirse en debilidad es la excesiva confianza en ellos mismos de la que hacen gala los que acaban rompiendo las normas en su beneficio. Los pesimistas en ese sentido pueden ser igual de malas personas, pero no se deciden tan fácilmente a saltarse las reglas.

Cuidado con los que van de intachables

¿Te has quedado con la boca abierta siendo testigo de cómo alguien se vende a sí mismo como escrupulosamente honrado cuando sabes perfectamente que tiene dos (o tres) caras? No deberías, porque es más normal de lo que solemos imaginar. En este estudio, los que contestaron en los test que siempre hay que seguir las reglas sin excepciones se corresponden precisamente con los que al final fueron despedidos por romperlas. Había menos expedientes problemáticos entre los que contestaron que de vez en cuando es necesario hacer algo fuera de las normas.

Evitar a un trabajador tóxico supone ganar el doble que contratar a un trabajador ideal

¿Y eso por qué? Suponemos que porque los menos honrados son también los menos sinceros. En palabras de los investigadores de Harvard, son más maquiavélicos. Así que dicen sin dudar aquello que les va a dar más probabilidades a la hora de conseguir el trabajo, sin plantearse si es verdad o no. En otras palabras, cuando parecen seguir las reglas, probablemente solo están fingiendo que lo hacen.

El mal compensa… pero no a la empresa

Después de pensar en todo esto no dan muchas ganas de intentar ser bueno en lo tuyo, pero hay un aspecto importante, y en realidad es el único decisivo para los altos cargos, los que deciden en última instancia. Se trata de la dimensión financiera. Aunque a corto plazo haya malos compañeros muy premiados por la rentabilidad que suponen, el estudio termina aconsejando evitarlos, porque ocasionan muchos gastos añadidos.

Buenos trabajadores que abandonan dejando el trabajo a medias para alejarse del mal compañero, gastos legales por sus tejemanejes… El dato es lapidario: evitar a un trabajador tóxico supone ganar el doble que contratar a un trabajador ideal. Sin contar con que, cuando hay que despedirlos, de nuevo toca invertir en litigios, indemnizaciones y en motivar a la desmoralizada plantilla.

Luego está lo de la cesta de manzanas buenas que se echan a perder por la única podrida. Si eres empresario y estás sopesando la posibilidad de mantener a alguien así, ten en cuenta que ese “veneno” se expande. Los demás suelen imitarlo si ven que comportarse bien no sirve.

Así que, a la larga, merece la pena evitarlos, y no solo por lo mal que nos caen.

Tanto si eres novato en el mundo profesional como si llevas casi toda tu vida en un despacho, puedes haber llegado a la conclusión de que ser buen compañero, arrimar el hombro o pensar en el bienestar de los demás es el peor camino para que te vaya bien en el trabajo. A menudo desechamos tan descorazonadora idea y nos reprendemos internamente por malpensados, envidiosos o victimistas, pero ¿y si fuera esa la fría realidad?

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