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La dieta que te hará mucho más delgado sin reducir las grasas (y picando)
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bajando los carbohidratos es posible

La dieta que te hará mucho más delgado sin reducir las grasas (y picando)

Te proponemos una tabla con platos de ejemplo que te ayudará a bajar fácilmente seis kilos al mes y a acabar con la adicción al azúcar a largo plazo

Foto: El queso, prohibido en tantas dietas, aquí es una estrella. (iStock)
El queso, prohibido en tantas dietas, aquí es una estrella. (iStock)

La obesidad es un problema endémico de los países desarrollados y hemos llegado a aceptarlo como una especie de castigo bíblico por nuestro nivel de bienestar, del que somos muy conscientes. Además de la era del consumo y del capricho, la nuestra es la era de la hipercomunicación, y sabemos bien que casi nadie ha tenido tantas oportunidades para alimentarse con salud a lo largo de la historia, y que aún son muy pocas zonas del mundo las que viven, podríamos decir, mejor que quieren. Desde luego, mejor de lo que necesitan, o de lo que pueden asumir.

Las dietas se han convertido en un producto de consumo más, y de entre todas ellas destacan las que logran cambios radicales con normas sencillas válidas para todos. Esta que propone el nuevo libro de Karen Thomson, la autora de la web The Free Sugar Revolution, es fácil de seguir y efectiva a corto plazo (tan solo ocho semanas) para perder peso, una obsesión comprensible en esta extraña época en que estar gordo no significa estar sano sino todo lo contrario.

El auténtico autor de la dieta Atkins

La base teórica de todo esto no está, como muchos creen, en el cardiólogo estadounidense Robert C. Atkins. Él adaptó la idea, ya internacionalmente famosa en su momento, de William Banting, que data nada menos que del siglo XIX. El secreto de su éxito, además de en su eficacia, estuvo seguramente en que Banting publicó lo que le había funcionado a él personalmente. Es mucho más fácil animarse a probar algo que te han recomendado en primera persona.

El principio es fácil: las grasas no son el malo de la película, y de hecho la obsesión por bajarlas a toda costa puede estar detrás de muchos de nuestros problemas de salud y de obesidad. A lo que declaran la guerra autores como Thomson y asesores científicos como Tim Noakes, experto sudafricano en fisiología del deporte y en nutrición, es a los carbohidratos, y por encima de todo al azúcar.

¿Crees que no eres adicto al azúcar? Piensa en si tiendes a comerlo para solucionar un mal día o si te das atracones culpables

Nuestra dieta media, nuestra pirámide nutricional típica, se basa en los carbohidratos. El cuerpo los necesita para asimilar el azúcar que consumimos y convertirla en energía, pero como comemos muchísima más azúcar de la que necesitamos (unas 22 cucharillas, entre las “visibles” y las “invisibles”) el resultado es grasa que se va acumulando. La respuesta de estos expertos, y tienen bastantes estudios en su favor, es tomar grasas sanas para llenarnos y sustituir así todo lo posible los carbohidratos. Cuando el cuerpo no tiene estos últimos para tirar de la máquina, toma grasas y así evita el “engorde sin sustancia”, el que nos tiene cansados y sin energía, además de dar al traste con nuestra imagen.

Desengancharse del azúcar en 8 semanas

Seguramente habrás dado con muchas justificaciones para permitirte seguir en tus trece y tomar mucha más azúcar de la que tu cuerpo puede asimilar. “El dulce es necesario para el cerebro” (ya, pero con la glucosa de la fruta vale), “Necesito un premio de vez en cuando” (ya, pero tres veces al día no es de vez en cuando)… Thomson propone dejar de engañarse y asumir que se tiene un problema, una auténtica adicción.

Ya sabemos, y esa es otra buena excusa, que no se puede dejar una adicción de golpe. Pero también sabemos que es igual de difícil acabar con ella sin fechas y metas concretas. Hoy te proponemos una prueba de solo cinco días, para estar seguros de que todo el mundo puede seguirla.

¿Crees que no eres adicto? Piensa en estas preguntas: ¿Paras de comer cuando estás saciado, o es entonces cuando empiezas con el postre? ¿Sigues con sensación de hambre aunque el estómago esté lleno? ¿Tiendes a comer cosas con azúcar para solucionar un mal día? ¿Tiendes a comer cosas con azúcar para celebrar un buen día? ¿Sueles empezar un paquete de galletas, o de bombones, prometiéndote tomar una cantidad concreta, y terminas comiéndotelo todo en una fiesta culpable? ¿Comes a escondidas, o das a todo el mundo explicaciones detalladas de por qué te mereces un capricho esta vez? ¿Has llegado a sentir cierto mareo, poca claridad mental, después de una comilona?

Todo esto son signos de alarma. Lo siguiente son formas de atajarla.

Máximos, pero no de calorías

En esta dieta lo importante no es la cantidad, sino lo que se come, de acuerdo con las afirmaciones de expertos prestigiosos como el doctor americano Gary Taubes, del que hemos hablado en esta sección. Taubes dice, por ejemplo, que las poblaciones más vigorosas del siglo XIX eran las muy carnívoras, al contrario de la corriente predominante ahora de fijarnos en culturas basadas en los vegetales. También apunta, en el caso de la obesidad infantil, a los refrescos, batidos, zumos… que solemos dar por buenos (como premio, por ejemplo) aunque están basados en el azúcar y no aporten apenas nada de alimento.

En concreto, el consejo es pasar una etapa, que llaman “fase de pérdida de peso”, comiendo solo (y es muy poco) 50 gramos de carbohidratos al día, y pasar después a un nivel algo mayor de ellos para mantenerte, con comidas más densas pero ya liberados de la tiranía del azúcar. A esta segunda fase la llaman, muy significativamente, “fase de salud”, y para no engordar tendrás que combinarla con ejercicio físico, en tu trabajo o en el gimnasio.

La fase radical: muerte a los kilos

En cada plato de los tres principales del día, debes tener una cuarta parte de proteína (carne, aves, pescado… y no se te ocurra desechar la piel, donde se concentra la grasa), la mitad deben ser verduras (cuantas más y más variadas mejor) y la otra cuarta parte deben ser grasas: a elegir por ejemplo entre frutos secos a placer (pero no cacahuetes), dos o tres cucharadas de aceite de oliva, una cucharada de mantequilla o similar, medio aguacate, tres cucharadas de yogur desnatado, tres cucharadas de nata, 30-50 gramos de queso…

Puedes picar algo entre horas hasta dos veces al día, pero evitando, y esta es la clave, todo lo basado en el almidón y la fécula: patatas, pasta, arroz, pan…

Cuando hayas perdido los kilos que te sobraban, puedes pasar a la “fase de salud”, aumentando de 50 a 120 gramos de carbohidratos

Los huevos (y el colesterol en general) se han criminalizado injustamente según estos nutricionistas. Para compensar el vacío que te dejará no comer apenas carbohidratos, puedes comer hasta tres al día.

Tampoco hay problema en tomar té y café (sin añadir azúcar, puedes sustituirlo por estevia o xilitol, lo que suelen tomar los diabéticos, pero mejor no sacarosa ni ningún otro edulcorante de los más típicos), pero frena en seco con los refrescos azucarados. No llenan, te dan más sed y te enganchan aún más al sabor dulce.

Importante: para poder seguir tu vida con energía y sin el azúcar que solemos meternos en el cuerpo, necesitarás mucha fruta. Sobre todo frutas del bosque, come 80 gramos al día. Fíjate en que los carbohidratos, como el pan, tan español, deben suponer solo 50 gramos al día. Los frutos rojos diarios deberían pesar mucho más en una balanza que todo eso tan poco ligero que siempre aparece en la base de la pirámide en los envases de pan de molde. Es una rutina muy distinta, pero perfecta para adelgazar muy rápido, incluso sin moverte mucho.

¿Sigue sonando a hambre?

No es sano vivir sin carbohidratos, y ellos mismos dan la clave para que la dieta no te cueste un disgusto. Proponen tomarlos pero solo en verduras contundentes como la remolacha, las zanahorias, las batatas, el maíz dulce, las legumbres, los guisantes y los llamados pseudo cereales, como la quinoa o el trigo sarraceno.

Cuando hayas perdido los kilos que te sobraban, es el momento de pasar a la “fase de salud”, aumentando de 50 a 120 gramos de carbohidratos. Pero nunca en pasta, arroz, pan o bollería, sino en verduras, legumbres y frutas, que se absorben lentamente.

Una tabla para cinco días

Los autores del libro nos proponen ejemplos para que te sea más fácil seguir estas recomendaciones sin pasarte el día con la balanza en la mano.

Día 1

Desayuno: tazón grande de frutas del bosque con tres cucharadas de leche entera o yogur griego (sin azúcar), con un poco de coco rallado y un puñado de frutos secos.

Comida: ensalada de espinaca con queso griego, pepino, pimiento, aceite de oliva y vinagre. Parece demasiado ligero, pero puedes cocinar el queso en parrilla o frito. Las grasas no son el enemigo.

Cena: pisto de calabacín con champiñones, tomates, gambas y alcaparras. Para darle sabor puedes añadir cebolla, ajo, mostaza…

Día 2

Desayuno: tipo inglés, con sus huevos, bacon, salchicha… (sin tostadas, recuerda)

Comida: salmón ahumado con crema de queso y rebanadas de pepino

Cena: pollo al cilantro con crema agria.

Día 3

Desayuno: sustitutivo de bollería, como por ejemplo, tortitas de proteínas (sustituyendo la harina por batido de proteínas de los que toman los culturistas), con fruta (fresas...) y como siempre sin agobiarte por la grasa.

Comida: pollo indio estilo tikka con yogur de leche entera y pepino enrollado en hojas de lechuga iceberg.

Cena: queso camembert con huevo batido, coco deshidratado, espinacas, tomates cherry, pepino, frutas del bosque a tu gusto y vinagre balsámico.

Día 4

Desayuno: surtido de huevo, salmón y aguacate.

Comida: ensalada griega con queso feta.

Cena: cerdo 'Stroganoff'.

Día 5

Desayuno: muesli sin cereal, con yogur y frutos rojos.

Comida: ensalada de atún con judías (legumbre) y anchoas.

Cena: bistec con crema de champiñones y judías verdes cocinadas con mantequilla.

Se admiten aperitivos

Recuerda que puedes picar entre horas si tienes hambre. Pero intenta que sean aceitunas (unas diez al día), queso, aguacate o frutos secos (no cacahuetes).

La obesidad es un problema endémico de los países desarrollados y hemos llegado a aceptarlo como una especie de castigo bíblico por nuestro nivel de bienestar, del que somos muy conscientes. Además de la era del consumo y del capricho, la nuestra es la era de la hipercomunicación, y sabemos bien que casi nadie ha tenido tantas oportunidades para alimentarse con salud a lo largo de la historia, y que aún son muy pocas zonas del mundo las que viven, podríamos decir, mejor que quieren. Desde luego, mejor de lo que necesitan, o de lo que pueden asumir.

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