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El párroco perdido en la jungla que rescató una obra inmortal de las hogueras genocidas
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EL PADRE XIMENES Y EL POPOL VUH

El párroco perdido en la jungla que rescató una obra inmortal de las hogueras genocidas

Reconstruir la historia de los Mayas es como escribir una novela policial. Sin embargo, debemos agradecer a algunos anónimos y olvidados hombres poder hacerlo hoy en día

Foto: Ilustración del Popol Vuh realizada por Diego Rivera.
Ilustración del Popol Vuh realizada por Diego Rivera.

"Cuando en lo alto, el cielo no había sido nombrado,
no había sido llamada con un nombre abajo la tierra firme"
Enuma Elish

El Popol Vuh, la mal llamada Biblia de los Mayas, es un compendio de antiquisimas enseñanzas transmitidas oralmente durante siglos hasta su reciclaje o conversion en la escritura llamada convencional. Basicamente se centra en la cosmovision de la creación, según la entendió esta inexplicablemente desaparecida cultura tras varias centurias de existencia.

El Popol Vuh es sin duda alguna el libro indígena prehispánico mas importante de América y no solo por su halo legendario. A pesar de ser arcaico, emerge de los siglos viejos hacia la modernidad con un mensaje actual, pues sus leyendas -las del mundo maya-, las repiten los indios locales, cuando no lo musitan en sus precarios rosarios de maíz o semillas engarzadas y enriquecidas de tinturas.

Esta civilización, conocida por sus pirámides, calendarios astronómicos, canales de irrigación o ingeniería hidráulica, desapareció misteriosamente

Su origen está lleno de controversias y dudas a la par que su autoría. Ya fuera un sacerdote indígena que pudo transmitir de lo oral a lo escrito en caractéres latinos, o un conjunto de personajes iniciados en la urdimbre de aquel mundo pretérito perdido en las brumas de la historia, a día de hoy, no deja de ser un enigma su aparicion en la escena de la cultura universal.

En el enorme puzzle de pueblos que configuraban la Gran Nación Maya, y dentro del enorme conglomerado de tribus que formaban esta civilización precolombina, la Quiché, situada en la actual geografía de Guatemala, era por cuantía, la que aportaba más población. Misteriosamente desaparecida, esta civilización centro americana, conocida por sus celebradas pirámides truncadas, calendarios astronómicos, canales de irrigación que asombraron a propios y extraños por su avanzada ingeniería hidráulica, petroglifos de compleja traducción, etc., allá por el siglo XVI y en la resaca de su extinción, dejó accidentalmente en manos de la caprichosa suerte —una carambola que el azar dio en situar al alcance de un cura con las entendederas bien puestas y una idea integradora de la evangelización— unas hebras de sabiduría compiladas de manera más que casual y que a la postre, de no haber sido así, habría estado destinada a desaparecer en las brumas de la historia.

Entre las brumas del olvido

Los Mayas, organizados en ciudades estados, a veces se ayudaban y a veces se combatían, pero esencialmente compartían las mismas creencias y se sometían a una clase sacerdotal cuyo poder provenía de sus conocimientos en astronomía, matemáticas, una avanzada ingeniería civil, numerología y enigmáticos registros esotéricos aún hoy pendientes de descifrar, entre los que se encuentra su famoso calendario, criptico donde los haya. Los mayas eran conscientes del paso del tiempo y registraban las fechas señaladas sobre estelas, y probablemente muchas, en libros actualmente desaparecidos por sacerdotes españoles fanatizados. Instalados en una radical polaridad de difícil conciliación, no permitían compañeros de viaje teológicos ni culturales, por lo que destruían sistemáticamente cualquier atisbo de "creencias paganas". Reconstruir la historia de los Mayas es como el trasunto de una novela policial.

El poderío maya se desintegró desde su interior –no se encuentran elementos indiciarios de agresiones exteriores–, y fue, según criterio de los arqueólogos, muy probablemente, implosivo. Muchas hipótesis se han especulado en torno a su misteriosa desaparición pero, a la luz de hoy, no hay datos fidedignos contrastables. Ya fuera superpoblación, hambre, epidemias, desórdenes civiles, etc., estos factores podrían haber jugado un papel interactivo o decisivo incluso, pero también cabe la posibilidad de que el pueblo común dejara de creer en los dogmas utilizados por las élites para sustentar su poder y justificar sus excesos. Con todo y con eso, el enigma sigue latente.

Tras esta debacle, queda el mensaje del Popol Vuh con su comprimida información, encriptada en un galimatías de glifos y ante la mirada asombrada del Padre Ximenes al despertar el alba de un día, mediado el verano de un año central del siglo XVIII. Con el libro traducido ya en sus manos y sentado en el atrio de su pequeña parroquia, la pregunta recurrente que le asaltaba era sobre su capacidad de exportarle a la historia tan magno descubrimiento. Gracias a él, un cura sensato y a contracorriente de la doctrina oficial imperante en aquel tiempo, hoy podemos disfrutar la humanidad de una parte de nuestra memoria perdida.

El Popol Vuh se distingue no sólo por su contenido histórico, sino por sus cualidades literarias, que le permiten colocarse a la altura de las grandes épicas

Traducido como el libro de Los Consejos o de la Casa Común, recopila narraciones míticas e históricas de incalculable valor antropológico y referencial que arrojan luz sobre las zonas erróneas que quedaron sepultadas en la desidia, el olvido y a veces en la mala fe tras el descubrimiento de América. Este libro, de gran valor histórico y espiritual, está integrado por una serie de relatos que tratan de explicar el origen del mundo, de la civilización y en menor medida de los fenómenos que ocurren en la naturaleza, con su sorprendente correlato aristotélico a pesar de la diferencia espacio-temporal. El Popol Vuh se distingue no sólo por su importantísimo contenido histórico y mitológico, sino por sus cualidades literarias, que le permiten colocarse a la altura de las grandes obras épicas, como el Ramayana hindú, la Ilíada y la Odisea griegas, el Enûma Elish babilónico o la sumeria Epopeya de Gilgamesh.

Aunque sus fundamentos se pierden en la noche de los tiempos —pues es la tradición oral transmitida entre sabios y ancianos 'in illo tempore' la que perpetúa el contenido de este extraordinario libro, uno de los ejes de la memoria humana rescatado de las nieblas perpetuas del conocimiento— la primera aparición en román paladino es una obra escrita alrededor del año 1550 por un indígena probablemente cristianizado, que tras aprender a escribir con caracteres latinos se hizo eco de la recitación oral de algún anciano o sabio, que viene a ser lo mismo.

Lo que ocurre entre esta ausencia de más de 150 años y la fecha en la que el Padre Ximenes da en su parroquia de Chichicastenango, es algo todavía hoy inédito y que queda sumido en la magia de la más pura de las incertidumbres.

El tamaño de la Historia

Un pasaje a tener en cuenta y que es, más que anecdótico, revelador, es aquel en el apartado de La Creación en que los monos, como eslabón evolutivo, configuran la descendencia de unos hombres de madera algo desagradecidos con los Dioses. En uno de los intentos no fallidos, el cuarto concretamente, logran su propósito y crean el hombre, al que forman con maíz. Pero, lamentablemente para estos seres humanos, que cumplen sus obligaciones y son capaces de una desarrollada percepción en el tiempo y en el espacio, los Dioses deciden —en un acto de fatalidad muy repetido en la historia de las religiones, provengan estas de la latitud que sea— nublar su visión. En consecuencia, esta es la humanidad que ahora puebla la tierra y quizás los delegados de estos Dioses, los semidioses –en la tierra llamados gobernantes–, sean los encargados de crear confusión, intoxicación, dolor y amnesia colectiva.

La humanidad debe a un pequeño párroco de un pueblo perdido en la inmensidad de la jungla haber rescatado de las hogueras genocidas una obra clave

El pintor mexicano Diego Rivera, marido de la irreverente y atormentada Frida Khalo, ilustraría allá por el año 1931 una traducción al inglés del Popol Vuh realizada por John Weatherwax, quien pidió a Rivera las acuarelas, aunque no llegó a publicarlas. Recientemente el Fondo de Cultura Económica de la República de México las ha publicado en medio del fervor popular, por lo reivindicativo de las raíces que implica el tener unos años más de edad en este escenario dejado de la mano de Dios.

La humanidad debe al Padre Ximenes, un pequeño párroco de un pueblo perdido en la inmensidad de la jungla guatemalteca, haber rescatado de las hogueras genocidas del pensamiento una obra inmortal que ayudó a la ciencia a resituar las fronteras intangibles de las que estamos rodeados.

En agradecimiento a su esfuerzo, hoy lo traemos a estas páginas.

"Cuando en lo alto, el cielo no había sido nombrado,
no había sido llamada con un nombre abajo la tierra firme"
Enuma Elish

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