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La 'secta' de la Universidad de Barcelona: la guerra oculta por el control académico
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LA POLÉMICA EDUCATIVA DEL AÑO

La 'secta' de la Universidad de Barcelona: la guerra oculta por el control académico

Tres denuncias presentadas ante la Fiscalía han provocado una reacción entre docentes y estudiantes del centro catalán, que denuncian prácticas semejantes desde hace décadas

Foto: Estudiantes, durante la prueba de acceso a la universidad en la Facultad de Biología de la UB. (EFE/Quique García)
Estudiantes, durante la prueba de acceso a la universidad en la Facultad de Biología de la UB. (EFE/Quique García)

La pasada semana, la Fiscalía recibió tres denuncias provenientes de la Universidad de Barcelona que acusan al Centro de Investigación en Teorías y Prácticas Superadoras y Desigualdades (CREA) de comportarse como una secta. Según aseguran los denunciantes, el grupo de investigación va mucho más allá de sus competencias y obliga a sus miembros a acatar órdenes de índole personal, así como a vivir en los pisos de la organización o ver supervisados sus comportamientos por sus líderes, entre los que se encuentra Ramón Flecha, catedrático de Sociología de la UB que fue director de CREA entre 1991 y mediados de la pasada década.

Como señalan fuentes de la Universidad de Barcelona consultadas por El Confidencial, CREA tiene una importante influencia tanto a nivel de docencia como de investigación en el centro. “Son los que mejor se han adaptado a los sistemas de acreditación y productividad de la universidad”, añade un profesor que prefiere que su identidad quede en el anonimato. Este señala que el control que en un pasado ejercían los departamentos y que era muy feudal ahora es más indirecto, “vía currículos, expedientes, publicaciones y revistas; ellos tienen una estructura montada para adaptarse a este sistema”.

Un compañero le preguntó si sabía lo que era CREA. “Un grupo de investigación”, respondió. “No, una secta”, le espetó

El centro respondió a las acusaciones con una rueda de prensa en que su actual directora, Marta Solera, las calificó de “calumnias”. Además, CREA ha presentado una querella ante un juzgado catalán al considerarlo parte de una “campaña de difamación”. Según su versión, los ataques se iniciaron después de que la organización denunciara un caso de acoso sexual de un antiguo profesor de la Universidad. En el año 2004, la Universidad de Barcelona inició una investigación por denuncias similares a la que actualmente ha hecho actuar a la Fiscalía, y en aquella ocasión esta solicitó que se rectificaran ciertas prácticas, mientras que la UB abrió un expediente informativo.

Sin embargo, los testimonios recabados por El Confidencial coinciden en que CREA “responde rápido y de manera muy agresiva, se consideran víctimas y su estrategia es mezclarlo todo”, como señala el profesor, que conoce de primera mano el caso. El grupo fue fundado a comienzos de los años noventa, y en un primer momento funcionó bien, explica. Sin embargo, a medida que pasó el tiempo, empezó a establecer medidas de control como las expuestas en un artículo de 'Broadly', como vivir en pisos compartidos autogestionados.

Como explica otro antiguo miembro de la organización a El Confidencial, y cuya identidad también desea mantener en el anonimato, “la mayoría eran pisos de chicas, había alguno de chicos, como el de Ramón, y no sé si habría alguno mixto”. Las decisiones en dichos pisos eran tomadas de manera asamblearia y, según este testimonio, también tomaban decisiones sobre la vida sentimental de los miembros del grupo o influían a la hora de favorecer determinadas relaciones que interesasen a los miembros del centro.

Lucha por el control

Los testimonios hablan de “captación” a la hora de seleccionar a los estudiantes más brillantes. El antiguo miembro de CREA señala: “Cuando eres estudiante y sabes que las oportunidades laborales en este campo son muy limitadas, si viene un profesor de renombre y te pregunta si quieres trabajar en un centro de investigación de mucho prestigio, no te lo piensas”. Sin embargo, él mismo recuerda cómo antes de involucrarse, un compañero le preguntó si sabía lo que era CREA. “Un grupo de investigación”, respondió. “No, una secta”, espetó su compañero.

Bajo la organización de la compañía, asegura el profesor, hay una estructura pensada para fomentar la productividad académica en su beneficio. “A partir de la docencia, captan a los estudiantes con mejores expedientes y a los que ven más manipulables”, asegura. “Hay una obsesión por la productividad académica, porque se promete una carrera investigadora, se prometen becas o una estancia en Harvard porque también tienen contactos allí”. El precio a pagar, señala, es ser completamente sumiso. En un entorno en que el profesorado ve su futuro marcado por la inestabilidad, estos tratos se presentarían como tremendamente atractivos para los estudiantes.

Según CREA, no se trata más que de “calumnias que son usadas anónimamente por otras personas por motivos como envidias profesionales“

El antiguo miembro del centro coincide en la capacidad de adaptación de la organización al mundo académico moderno. “Cuando una persona de CREA se presenta a una plaza, su currículo está tremendamente inflado, no es real”, señala. Esto se debe a que, como señalan ambas fuentes, la organización decide quién firmará cada trabajo y, en algunos casos, elige potenciar a determinado candidato (incluyendo su firma en artículos en los que no ha participado, por ejemplo) con el objetivo de que “no tenga competencia respecto a otros”. “Parten con currículos con los que otras personas que no tienen esas estructuras detrás no pueden competir, por lo que les resulta muy fácil conseguir plazas”, señala.

CREA, además, tiene su propia editorial, así como investigadores adscritos a otras universidades como la UAB (Universidad Autònoma de Barcelona) o proyectos en países sudamericanos a través de comunidades de aprendizaje, además de, como señala un testimonio, contar con una gran influencia en Agaur, la Agencia de Gestión de Ayudas Universitarias y de Investigación que concede las becas. “Son un atrapalotodo, por esa obsesión de crecer y de ganar reconocimiento”, señala el docente.

¿Qué cuenta CREA?

Según la página de la Universidad de Barcelona, CREA “lleva a cabo proyectos de investigación que contribuyen al desarrollo teórico y práctico de las ciencias sociales”. Según la entrada de Wikipedia de Ramón Flecha, su papel fue clave para que en la Ley de Igualdad de 2007 se legislara la obligatoriedad de las universidades españolas de tener comisiones de igualdad y protocolos contra la violencia de género, rompiendo “el silencio en las universidades españolas”. Además, según la misma página, “el CREA se ha distinguido también por mantener internamente un ambiente de excelencia científica y excelente convivencia entre personas muy diversas en culturas, géneros, ideologías, religiones, tipos de vida y orígenes sociales”.

Las fuentes consultadas por El Confidencial tienen otra opinión. Como señala el profesor, “han ido de abanderados contra la violencia de género, pero luego mandaban correos a los compañeros en plan 'o estáis conmigo o sois cómplices”. Los testimonios coinciden en que se ha impuesto un código de silencio por el cual tan solo han denunciado aquellos que han salido muy mal del centro. Otros callan por miedo a sufrir represalias en su carrera académica. El antiguo miembro de CREA explica una larga serie de anécdotas a este medio con la condición de que no sean publicadas, pero que sirven para arrojar un poco de luz sobre la situación. “No se puede entender ese poder y anulación que ejercen sobre las personas sin esas historias personales, a la gente le cuesta comprenderlo”.

CREA ha sido también muy discutida en el mundo académico. Uno de los grandes expertos educativos de este país, el catedrático de la Facultad de Sociología Mariano Fernández Enguita, publicó un artículo muy duro en 'Participación educativa. Revista del consejo escolar del Estado', en el que, en referencia a la metodología del centro, afirmaba que “está claro que en CREA no se han tomado el trabajo de buscar algo que pudiera poner en cuestión, ni siquiera en parte o de manera provisional, sus firmes convicciones”. Además, añadía que “la proporción entre las ambiciones evangelizadoras de CREA y las limitadas pretensiones de Hattie [en referencia a otro experto en innovación educativa] es la inversa de la que se da entre la débil base empírica de los primeros y la descomunal revisión del segundo”.

"Cuando una persona de CREA se presenta a una plaza, su currículo está inflado, no es real"

Por internet circula un documento que intenta explicar “por qué CREA es un grupo de manipulación psicológica”. Además, como recordaba el reportaje de 'Broadly', también puede verse el vídeo de un reciente seminario llamado 'Lo crea o no lo crea: sectas en el ámbito universitario', en donde se aborda la cuestión de forma tangencial hasta que una alumna pregunta: “Si todos los de aquí sabemos de lo que habláis, ¿por qué no decimos su nombre?”. Otra cuenta de Twitter, @CalDenunciar, tiene como objetivo "evitar que más personas caigan en la secta CREA-UB". Como señala a El Confidencial el antiguo miembro de la organización, “llegan hasta el extremo de acusar a las personas que desean marcharse o que no encajan de cosas de gravedad”.

Actualmente, CREA tiene unos 72 miembros, aunque es probable que sean más. La Fiscalía es la encargada de actuar ahora. Según CREA, no se trata más que de “calumnias que son usadas anónimamente por otras personas que, por diferentes motivos, como envidias profesionales, se posicionan contra el CREA”. Frente a ellos, se encuentran aquellos que la califican de “estructura piramidal en que los escalones superiores se benefician de los inferiores, los estudiantes, que sufren”, y en que “algunos han abierto los ojos, otros están atrapados o son fanáticos”.

La pasada semana, la Fiscalía recibió tres denuncias provenientes de la Universidad de Barcelona que acusan al Centro de Investigación en Teorías y Prácticas Superadoras y Desigualdades (CREA) de comportarse como una secta. Según aseguran los denunciantes, el grupo de investigación va mucho más allá de sus competencias y obliga a sus miembros a acatar órdenes de índole personal, así como a vivir en los pisos de la organización o ver supervisados sus comportamientos por sus líderes, entre los que se encuentra Ramón Flecha, catedrático de Sociología de la UB que fue director de CREA entre 1991 y mediados de la pasada década.

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