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Por qué la gente inteligente suele quedarse anclada en un muy mal trabajo
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Ya, pero es de lo tuyo

Por qué la gente inteligente suele quedarse anclada en un muy mal trabajo

Como sabes 'lo mal que están las cosas' prefieres quedarte –virgencita, virgencita– tal y donde estás sin mover un dedo. Pues quizás ha llegado el momento de buscar otra cosa

Foto: Quizá nunca tuvo otras expectativas, quizá debería no haber nacido. (iStock)
Quizá nunca tuvo otras expectativas, quizá debería no haber nacido. (iStock)

Hace ya unos cuantos años que el primo de tu amigo de la infancia te recomendó para el puesto y no quieres dejarle mal marchándote. También puede que lo necesites para comer y cubrir tus gastos, así que ahí sigues yendo cada día mientras esperas a que salga otra cosa que, confiésalo, en realidad nunca buscas. O, en otro orden de realidades, quizás es que es un puesto de trabajo relacionado con lo que estudiaste y, claro, no puedes dejar pasar la oportunidad no vaya a ser que cuatro años después por fin decidan ascenderte y subirte el sueldo tal y como te prometieron hace dos.

Sea como fuere, el hecho es que estás anclado en un trabajo que ni te va ni te viene y apenas supone una retribución económica básica. Vamos, que tampoco te estás haciendo de oro y lo del mileurismo empieza a sonarte a broma pesada. Pero, claro, como sabes 'lo mal que están las cosas' prefieres quedarte –virgencita, virgencita– tal y donde estás sin mover un dedo, no vayan a darse cuenta de que estás pensando irte y te caiga una reprimenda.

“Probablemente cogiste un pésimo trabajo pensando en una asignación provisional para pagar tus cuentas, pero con el paso del tiempo éste ha consumido todo tu tiempo y energía”, advierte Liz Ryan en 'Forbes', donde se plantea por qué las personas válidas, trabajadoras e inteligentes se quedan atascadas en puestos mediocres que no solo les hacen infelices sino que, además, han provocado la debacle de su carrera profesional. Tu vida laboral es un auténtico infierno, pero hay solución.

No parecía tan malo

“Más de una persona se ha visto engañada tras pasar por un proceso de selección amigable con entrevistas rápidas en las que han creído percibir que se trataba de una buena oferta de trabajo. No pudieron darse cuenta de que la casita de caramelo era en realidad la casa de la bruja malvada”, explica la experta.

No pasa nada, errores cometemos todos y pudiste tener cientos de motivos que te hiciesen decir 'sí' a ese puesto de trabajo que te venía de perlas sin pensártelo bien. Pero cuando empieces a ver que no era lo que te habían contado, no deberías esperar a sentirte bajo de ánimos e incluso un completo inútil antes de buscar el caldero para quemar a esa diabólica hechicera que te ha dejado la moral por los suelos.

Un salario, sí, pero degradante

Está claro que gracias a tu trabajo puedes vivir. Eso sí, en un piso compartido, sin ascensor, donde nadie enciende la calefacción a no ser que se haya cantado 'bingo' en las últimas semanas y a casi una hora en transporte público de tu trabajo, porque, obvio, mantener un coche no podrías cubrirlo con ese sueldo ni aunque fuese el de los Picapiedra. Está claro que la situación socieconómica de nuestro país no anima a que todos abandonemos nuestros puestos buscando ese buen salario que alguna empresa debe esconder en su caja fuerte, pero sí debemos valorarnos un poquito más y ser conscientes de si estamos justamente o no pagados. Puede ser un interesante punto de inflexión para reencaminar tu carrera valorar lo que se paga a perfiles como el tuyo.

Dominas el puesto, pero no te gusta

El miedo al cambio hace que muchas personas se queden paralizadas solo de pensar en realizar tareas diferentes a las que hacen habitualmente. No eres un robot y, de hecho, hasta que aceptaste este trabajo eras, como se suele decir, un perfil multidisciplinar. Lamentablemente, las empresas saben manejar bien tus miedos para fomentar el estatismo de los trabajadores. '¿Pero no tendría más sentido que todo el mundo supiese hacer de todo e incluso que aportase valores añadidos a su puesto?', puede que te preguntes. La respuesta es sí, llevas toda la razón. Pero entonces no tendrían tan controlados en sus asientos asignados a gente tan válida. ¡A producir!

Conoces a los (tóxicos) compañeros

Como consecuencia de las largas jornadas laborales a las que estamos sometidos, las relaciones laborales son tan intentas que compartes bromas y frases en clave con quienes son tu sombra. Pasamos tanto tiempo con nuestros compañeros de trabajo que al final nos terminamos por creer que es realmente con estas personas con quienes queremos compartir qué cenamos ayer o qué película iremos a ver al cine esta misma tarde.

Hablas con los del trabajo de lo divertido que fue cuando en la cena de Navidad del 2003 el jefe tropezó con un escalón. Qué risas, ya

Además, especialmente en las grandes multinacionales, los jefes se esfuerzan por organizar encuentros del conocido como 'team building' para que os sintáis como una auténtica piña disparandoos bolas de pintura comprimida. ¡Fantástico! No. Son muchas las personas que en realidad no encuentran ningún tipo de cercanía con el resto de la plantilla pero el tener que verlas durante tantas horas deriva en que terminen por ser… ¿amigos? No tiene nada de malo que te caigan bien o mal, y si de hecho es la primera opción estás de enhorabuena. Pero debes tener cuidado con dejarte llevar tanto por esas relaciones que al final sean tu motivo de retención para quedarte anclado en tu trabajo o, lo peor, te abduzcan tanto que no seas capaz de verte en otro entorno.

Antes estaba mejor

La clásica idea de que todo tiempo pasado fue mejor ha terminado por retenerte en un puesto que no está a la altura de tus circunstancias, ni económica ni profesionalmente. Parecido a cuando quedas con tus excompañeros del colegio y os dedicáis a recordar las anécdotas vividas cuando teníais 12 años, hablas con los del trabajo de lo divertido que fue cuando en la cena de Navidad del 2003 el jefe tropezó con un escalón. Qué risas, ya.

Es de 'lo tuyo'

Si eso se traduce en que cobras una miseria, estás amargado, trabajas demasiadas horas y no estás aprendiendo nada nuevo desde hace ya ni se sabe, piénsalo: ¿qué más da que sea un puesto relacionado con tu carrera profesional? Una vez más el miedo es el que está dominando la situación y te ha hecho creer –junto con el nulo apoyo de tus superiores, en esto no les podemos exculpar– que no serás capaz de mejorar o ampliar tu perfil profesional para amoldarte a nuevas situaciones que pueden ser realmente gratificantes. Hay vida más allá de tu diploma o título universitario, por el amor de dios. “Las personas que nunca se enfrentan a la adversidad no crecen”, sentencia la experta.

Una incomodidad muy cómoda

Empezaste allí porque te cogieron y por aquel entonces era la mejor opción aunque apenas se parecía al trabajo que tenías en mente para ti. Ahora que han pasado los años te despiertas sin que suene el despertador, podrías realizar tus inútiles tareas con los ojos cerrados, mantener conversaciones que parecen ensayadas con tus compañeros de trabajo y lidiar con los cambios de humor del jefe como si nadie se hubiese apuntado al psicólogo para superar los daños colaterales de sus gritos. Más que cómodo es rutinario, aburrido y poco placentero, pero crees que ya no sabrías hacer nada mejor.

Cómo reconocer que quieres dejarlo

Nadie dijo que fuese fácil, pero los expertos en recursos humanos recomiendan encarecidamente que nos tomemos un tiempo de reflexión –para la inmensa mayoría, el justo para que no se disparen nuestros gastos sin que podamos cubrirlos– para poder pensar desde la distancia cómo afrontar el cambio. “Hay que salir de ese lugar tóxico, reponerse y organizarse para afrontar una nueva búsqueda de empleo”, aconseja Ryan.

Olvídate de que te han infravalorado y de los malos pensamientos sobre tus jefes y compañeros de trabajo. Cada cual que siga su camino

Idea de cajón que probablemente hayas olvidado hace tiempo: confiar en nosotros mismos y en nuestras capacidades así como ser conscientes de que por cambiar de un trabajo a otro no se acaba el mundo, nos ayudarán a echarle valor.

Piensa en lo que te llevas

“No te sientas mal si se has perdido un par de oportunidades y terminaste en un trabajo que odias o en el que no te merecen. A todos nos ha pasado en algún momento. Piensa que todo es un aprendizaje y olvídate de que te han infravalorado y de los malos pensamientos sobre tus jefes y compañeros de trabajo. Cada cual que siga su camino”, explica la experta. Déjate de rencores y sal de ahí.

Hace ya unos cuantos años que el primo de tu amigo de la infancia te recomendó para el puesto y no quieres dejarle mal marchándote. También puede que lo necesites para comer y cubrir tus gastos, así que ahí sigues yendo cada día mientras esperas a que salga otra cosa que, confiésalo, en realidad nunca buscas. O, en otro orden de realidades, quizás es que es un puesto de trabajo relacionado con lo que estudiaste y, claro, no puedes dejar pasar la oportunidad no vaya a ser que cuatro años después por fin decidan ascenderte y subirte el sueldo tal y como te prometieron hace dos.

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