La historia (burocrática) más terrible que te puede pasar: el otro 'Making a Murderer'
Un caso peculiar del Estado de Mississippi revela hasta dónde puede llegar el colmo del despropósito administrativo: quedarse atrapado en la nada del sistema judicial
Según relatan los registros policiales de la ciudad de West Point, el 8 de octubre de 2005, Steven Jessie Harris mató a su padre de 72 años de un disparo, antes de salir corriendo hacia el parking de un restaurante de comida rápida donde empezó a disparar a los coches que pasaban. Ante su inútil intento de robar algún vehículo para fugarse, apuñaló a un universitario llamado Joshua Funderberg, y finalmente consiguió hacerse con un automóvil en el que huir de la policía. Antes de ser detenido, consiguió herir a tres agentes y tomar otro rehén.
Es fácil sospechar qué pudo pasarle al afroamericano después de ser detenido por los agentes de la ley. Lo más probable es que haya sido condenado por su violenta conducta. También es posible, no obstante, que haya sido diagnosticado con alguna enfermedad mental y, por lo tanto, se le haya retenido en algún centro psiquiátrico. Pues bien, no ha pasado ni una cosa ni la otra, sino ambas a la vez, por así decirlo: desde el otoño de 2005, Harris vive entre rejas, pero aún no ha sido sometido a un juicio justo. Ni parece que vaya a ocurrir en el corto plazo.
Parecía estar incapacitado para “apreciar la seriedad de su situación, discutir con sus abogados, tomar decisiones racionales y participar en el proceso”
¿Qué ha ocurrido exactamente? Básicamente, que el hombre de Mississippi ha caído en una trampa legal por la que no puede ni ser juzgado ni internado en ningún centro, en una de las historias de absurdo burocrático más terribles que se conocen en tiempos recientes. Al mismo tiempo, una buena muestra de cómo el sistema legal puede asfixiar al individuo de manera que este no tenga escapatoria posible. Si te gustó 'Making a murderer', te encantará la historia de Steven Jessie Harris.
¿Asesino o víctima?
El proceso que ha seguido el afroamericano es, como explica 'The Clarion-Ledger', el siguiente: el jurado, en primer lugar, acusó a Harris de asesinato, ataque a la autoridad, robo a mano armada y secuestro. Sin embargo, el 9 de julio de 2009, los médicos de Whitfield concluyeron que estaba sufriendo una severa enfermedad mental, ya que manifestaba que su padre aún estaba vivo y pensaba que la policía le estaba engañando. En resumen, fue diagnosticado con esquizofrenia.
Era evidente, además, que parecía estar incapacitado para “apreciar la seriedad de su situación legal, consultar con sus abogados de una manera razonable, tomar decisiones legales racionales y participar en el proceso”. Aquí es donde empieza el calvario de Harris y de su familia. Un año más tarde, fue declarado no apto para ser juzgado, por lo que lo natural habría sido que hubiese sido admitido por el sistema sanitario. Sin embargo, el juez J. Howard siguió intentando juzgar a Harris, hasta que finalmente, el 20 de octubre de 2010, admitió que su jurado no era competente para juzgar al afroamericano y pasó el caso a Chancery Court.
Demasiado tarde para el reo: ese mismo día, un juez de Clay County dictaminó que dicho tribunal tampoco era competente para juzgar a Harris, puesto que tenía dos cargos pendientes con la justicia. Por lo cual, ambos tribunales se habían declarado no competentes, y habían dejado al presunto culpable en una situación imposible de desatascar.
Han pasado ya unos cuantos años, y cualquier intento de sacar adelante la situación ha sido en vano: cuando el fiscal consideró que Harris podría estar ya listo para comparecer, puesto que parecía que estaba respondiendo bien al tratamiento, otro informe dictaminó que en realidad se había comportado últimamente de manera muy violenta, amenazando al personal. El fiscal solicitó otra reevaluación que nunca se llegó a producir. Tan solo se ha tenido noticia de una carta escrita por el propio Harris hace ya dos años en la que afirmaba “me metieron en la cárcel después de arrasar la ciudad de West Point con mis armas. Necesito ayuda porque fue un crimen de guerra, y no puedo conseguir un juicio justo… Por favor, dejadme salir con algo de dinero”.
El perro del hortelano (legal)
Obviamente, se trata de una situación tremendamente irregular: la ley del Estado de Mississippi, por ejemplo, señala que los acusados tienen derecho a juicio en el plazo de los 270 días después de su detención. Y en el caso de Harris, ya han pasado más de 3.600, es decir, 10 años, lo que el periódico americano califica de récord “en Mississippi, o incluso a nivel nacional”.
Es difícil saber la verdad, pero mientras tanto un hombre lleva más de 11 años entre rejas por un crimen que nadie ha decidido si cometió o no
Por su parte, algunos expertos legales han comparado la situación con el siglo XIX, cuando muchos afroamericanos caían en trampas semejantes de las que no podían salir. Es lo que explica en 'Business Insider' el profesor de Leyes y Psiquiatría de la Universidad de Pensilvania Stephen J. Morse, que recuerda que lo más lógico habría sido su rápido internamiento en un centro de salud mental donde fuese tratado. Sin embargo, el procedimiento parece haberse encallado en detrimento del acusado.
La historia es ya lo suficientemente terrible en el caso de que Harris fuese culpable, ya que ha cumplido tanto tiempo en la cárcel como quizá lo habría hecho de haber sido condenado. Más aún lo es teniendo en cuenta que su propio hermano gemelo, Steven Jeffrey, cree que en realidad su padre fue asesinado por otra persona y que fue presenciar este crimen lo que causó el brote psicótico que condujo a su familiar a la cárcel. Es difícil saber la verdad, pero mientras tanto, un hombre lleva más de 11 años entre rejas por un crimen que nadie ha decidido si cometió o no.
Según relatan los registros policiales de la ciudad de West Point, el 8 de octubre de 2005, Steven Jessie Harris mató a su padre de 72 años de un disparo, antes de salir corriendo hacia el parking de un restaurante de comida rápida donde empezó a disparar a los coches que pasaban. Ante su inútil intento de robar algún vehículo para fugarse, apuñaló a un universitario llamado Joshua Funderberg, y finalmente consiguió hacerse con un automóvil en el que huir de la policía. Antes de ser detenido, consiguió herir a tres agentes y tomar otro rehén.
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