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Así triunfan las mujeres en la tele (y este es el precio que pagan)
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Así triunfan las mujeres en la tele (y este es el precio que pagan)

La historia de Charlotte York, y la de miles de periodistas, demuestra que en el mundo de los medios de comunicación el amiguismo sin fronteras y el machismo siguen reinando

Foto: El largo camino llegar 'a ser alguien'. (iStock)
El largo camino llegar 'a ser alguien'. (iStock)

Sobre sexismo, machismo y la nula conciliación en determinados sectores laborales como la banca o el mundo empresarial se ha dicho mucho y, lamentablemente, mientras no se perciba apenas un ápice de mejora de la integración y el porcentaje de mujeres que ostentan poderosos cargos de dirección siga siendo llamativamente inferior al de los varones, se seguirá hablando.

Si hay un sector en el que puede percibirse a simple vista esta diferenciación entre hombres y mujeres, ese es el mundo del periodismo. Precisamente porque quienes alcanzan cierto estatus en el mismo son caras conocidas y visibles, es fácil descubrir que entre esos rostros apenas encontramos profesionales del sexo femenino de mediana edad. Sin embargo, sí que vemos a diario como el paso de los años no influye en las carreras de los hombres 'maduritos' que siguen estando presentes en los medios cada día.

El cuarto poder, como a muchos les gusta llamarlo, es un claro ejemplo de cómo para una mujer se complica la tarea de ascender y mantenerse en puestos importantes a medida que se hacen mayores. De eso ha querido hablar Doris Ruth Eikhof en una interesante investigación en la que basándose en la historia de Charlotte York, periodista y presentadora de televisión, demuestra que triunfar en un sector como el de la industria cultural y del entretenimiento tiene una temprana fecha de caducidad para las mujeres que pretenden llegar lejos en su trabajo. Al menos tan lejos como sus compañeros varones.

placeholder ¿Recuerdan alguna presentadora de más de 50 años? (iStock)
¿Recuerdan alguna presentadora de más de 50 años? (iStock)

Amiguismo sin fronteras

Al más puro estilo del personaje de Suzane Stone en 'Todo por un sueño' de Gus Van Sant, Charlotte lo tenía claro: quería ser periodista, y haría cualquier cosa para conseguirlo. Lo que desconocía era que para hacer carrera en el mundo del periodismo necesitaba un factor clave del que, hasta el momento, no disponía. Contactos.

Tejer una red de conocidos que estén dentro de los medios o conozcan a quienes lo están es prácticamente imprescindible para meter la cabeza en un sector en el que la mayoría de las oportunidades surgen en el ámbito privado. Tal y como reconocieron cientos de profesionales en una encuesta realizada por Creative Skillset en 2010, el 'enchufismo' está a la orden del día en el mundo del periodismo: el 78% había conseguido su último trabajo porque conocía directamente al empleador o tenía un contacto en común.

“Es importante destacar que las principales redes de la industria están dominadas por hombres de mediana edad blancos y de clase media, con gran detrimento de las mujeres y los trabajadores de minorías étnicas”, sitúa Eikhof. Y al principio de su carrera, como tantos otros miles de trabajadores, Charlotte no tenía padrino.

Trabajaba siete días a la semana y muchas veces me tenía que poner a escribir un artículo para el día siguiente después de una sesión de 18 horas de rodaje

“Cuando acabé la carrera empecé a solicitar puestos de trabajo en televisiones y revistas mientras seguía con mi trabajo temporal como recepcionista en un hospital. Resultó que uno de los pacientes era productor en una importante emisora regional de Reino Unido y le di mi CV. Tuve una entrevista y me consiguió un trabajo como secretaria de producción”. Una vez dentro, progresar fue más sencillo y no tardó en convertirse en la nueva asistente de producción. Hasta que hizo su aparición estelar el momento suerte: “En un encuentro casual en la pausa para el café me hablaron de que había un puesto fijo como redactora en uno de los organismos oficiales de radiodifusión más importantes del país”.

Trabajo llama a trabajo

Tal y como relata la propia Charlotte, la mayoría de los profesionales de los medios de comunicación –ya sea prensa, radio o televisión, aunque ella insiste en que ocurre especialmente en los dos últimos– trabajan como autónomos. Situación que les lleva a tener que aceptar tantos empleos y colaboraciones como les sea posible para llegar a fin de mes y asegurarse de que les seguirán llamando.

El apoyo familiar se convierte en una pieza clave para poder subsistir en un entorno competitivo en el que ascender y llegar 'a ser alguien' puede depender más de la suerte que de valer o no para el puesto. Charlotte lo tenía: afortunadamente su marido podía correr con los gastos mientras su carrera comenzaba a despegar.

Solo el 16% de las mujeres siguen trabajando en medios de comunicación después de haber cumplido los 50 años

“Con 25 años tenía mi propia serie de ciencia en la televisión nacional en 'prime time', lo que me llevó a escribir una columna regular sobre ciencia y tecnología en un periódico nacional. Estaba construyendo deliberadamente mi carrera: trabajaba siete días a la semana y muchas veces me tenía que poner a escribir un artículo por la noche para el día siguiente después de una sesión de 18 horas de rodaje. Todo era estupendo para añadir líneas en mi CV, pero en términos de equilibrio entre mi vida personal y laboral supuso un coste enorme: mi veintena se esfumó en mis múltiples horas de trabajo”.

Te estás haciendo mayor, a los 35

Como apenas sorprenderá al lector, las propias estadísticas de la industria del entretenimiento demuestran que la proporción de trabajadoras en plantilla desciende de forma considerable a partir de los 35 años. En base a los datos de la mencionada encuesta realizada por Creative Skillset, solo el 16% de las mujeres siguen trabajando en medios de comunicación después de los 50 años. “Especialmente en la televisión, esta devaluación depende de lo sexy y juvenil que se conserve”, explica Charlotte.

La creencia generalizada de que a partir de los 35 años las mujeres deciden formar una familia, hace que sea a esa edad cuando empiezan a considerarlas profesionalmente 'mayores'. Momento en el que precisamente, como analiza la autora, los trabajadores comienzan a ascender y ocupar puestos más influyentes con mejores salarios. Si se da por hecho que ellas se van a ir a parir y cuidar de la casa, no es muy complicado averiguar quiénes se terminan quedando esos cargos de poder.

Recuerdo que pensé que quizás era una situación generacional y que cuando llegase a productora la industria sería menos sexista

“Cuando empecé a trabajar en la radio observé que casi no había mujeres en cargos de producción que hubiesen tenido hijos. Pese a que aquellos estaba lleno de mujeres brillantes, todos los jefes eran hombres. Me pareció muy curioso y también muy preocupante: me di cuenta de que, en última instancia, tendría que elegir entre mi carrera o tener una familia, y me parecía indignante que los compañeros no tuviesen que enfrentarse a la misma elección. Recuerdo que pensé que quizás era una situación generacional y que cuando llegase a productora la industria sería menos sexista”, relata Charlotte, quien por aquel entonces se autoengañaba.

Presentadores mayores, nunca presentadoras

“¿Dónde están las televisivas caras conocidas de las mujeres a los 80 años? Todas ellas han caído por un precipicio 30 o 40 años antes”, comenta Charlotte. Situación que hace que muchas profesionales sientan miedo de perder sus trabajos a medida que envejecen y opten por cambiar sus puestos de dirección por otros más bajos o, como dice la periodista, “cambiar por completo de sector y abandonar la industria del entretenimiento”.

Charlotte recuerda como su vida dio un giro de 180 grados cuando se quedo embarazada, precisamente a los 35 años. Por miedo a que le quitasen los mejores reportajes y temas, estuvo meses ocultando a sus jefes y compañeros que iba a ser madre. Pero lo peor fue cuando dio a luz y tuvo que compaginar los horarios infinitos y los desplazamientos imprevistos con tener un bebé: “Las horas de trabajo eran largas. Recuerdo haber trabajado 51 días seguidos y tener solo un día de descanso. Y eso cuando no tenía que viajar: a veces trabajaba 18 horas seguidas y después me iba corriendo a coger un avión para llegar con un vuelo nocturno de vuelta a la redacción y que me diese tiempo de editar el reportaje para el programa de esa noche. Sí, fue emocionante, pero también agotador. Y fue especialmente duro mantener una relación de pareja, por no hablar de crear una familia. Ahora miro hacia atrás con horror recordando todo lo que he sufrido en silencio”.

placeholder Horarios y desplazamientos incompatibles con tener familia. (iStock)
Horarios y desplazamientos incompatibles con tener familia. (iStock)

Abocadas a la vocación

Como tantas otras personas se han repetido en algún momento de sus vidas, sea cual sea su profesión, no importa cobrar poco –incluso nada–, estar infravalorado por los compañeros, malvivir y echar horas de más cuando estás trabajando 'de lo tuyo'. “Hasta que la explotación –en ocasiones 'autoexplotación'– llega a límites inaceptables, especialmente si nos comparamos con nuestros compañeros compañeros y competidores varones”.

“En muchos sentidos, para mi es el mundo perfecto. Pero de ninguna manera es una industria perfecta. Todavía está dividida por la red los viejos muchachos de rango superior, y estos a menudo son personas con mejores habilidades sociales que profesionales, lo que hace que la vida sea mucho más difícil para los que nos encontramos en el otro extremo”. Como explica la 'joven veterana' la pasión por la profesión ha hecho que muchas mujeres con talento que conozco hayan soportado todo tipo de impertinencias. ¿Cambiará la situación? Supongo que con el tiempo sí, pero ya será demasiado tarde para mí”.

Sobre sexismo, machismo y la nula conciliación en determinados sectores laborales como la banca o el mundo empresarial se ha dicho mucho y, lamentablemente, mientras no se perciba apenas un ápice de mejora de la integración y el porcentaje de mujeres que ostentan poderosos cargos de dirección siga siendo llamativamente inferior al de los varones, se seguirá hablando.

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