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Se muere: la triste verdad sobre el trabajador del conocimiento. Y esto le sustituirá
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Se muere: la triste verdad sobre el trabajador del conocimiento. Y esto le sustituirá

Creíamos que una buena formación era la solución para lograr una exitosa vida laboral. Ahora ya sabemos que no. Pero el mundo de las profesiones trae más sorpresas

Foto: Sabe que tendrá que reinventarse y convertirse en un empresario de sí mismo. (iStock)
Sabe que tendrá que reinventarse y convertirse en un empresario de sí mismo. (iStock)

Dado que vivimos en la economía del conocimiento, hay una percepción muy acentuada de que la única opción, si se quiere tener una trayectoria laboral provechosa, es invertir en formación. Ese es el camino para, en lugar de trabajos repetitivos, rutinarios y mal pagados, conseguir puestos intelectualmente satisfactorios, bien retribuidos y con proyección profesional. Los tiempos exigen personas que sepan resolver problemas en entornos altamente competitivos, en especial lo que se ha dado en llamar analistas simbólicos, como los ingenieros, abogados, científicos, directivos, consultores, periodistas o creadores, personas que saben procesar la información para conseguir buenos resultados en escenarios complejos.

Esa es la creencia, pero la realidad dista mucho de la teoría, afirma Jadranka Švarc, del Institute of Social Sciences de Zagreb, en el estudio 'The knowledge worker is dead. ¿What about professions', publicado en la revista 'Current Sociology'.

En primera instancia, porque el escenario laboral es muy ambiguo. Si bien la tercera revolución industrial y la revolución digital nos dirigieron a un entorno productivo en el que la mayoría de los empleos se demandaban en el sector servicios, y en el que muchos de ellos no eran manuales, sino típicos de los 'white collar', como los relacionados con tareas administrativas, técnicas o de gestión, los resultados no han favorecido a los profesionales formados, asegura Svarc.

Lo que se promueve en Europa es la McDonaldización de la sociedad (empleos rutinarios con bajos salarios y escasa capacitación) y no una mayor cualificación

Según el proyecto WALQING de la Comisión Europea, "la mitad de los 16,67 millones de nuevos puestos de trabajo creados entre 2000 y 2008 en la UE tienen condiciones laborales muy problemáticas, como salarios bajos, contratos temporales y empleos precarios con escaso contenido técnico, etc”. Además, en las últimas décadas, prosigue la Comisión, ha habido un preocupante aumento en la polarización del mercado laboral, lo que reduce la movilidad ascendente, provoca un aumento de las desigualdades sociales, disminuye las oportunidades de empleo y pone en peligro la estabilidad macroeconómica.

Menos margen, más competencia

La explicación puede estar en que, con la excepción de algunas áreas especialmente afortunadas, como la financiera o determinados sectores de la salud, lo que se está promoviendo en Europa es, como la denominó George Ritzer, la McDonaldización de la sociedad (empleos con bajas retribuciones, escasa capacitación y mucha tarea rutinaria) y no una mayor cualificación. Desde esta perspectiva, podría entenderse que los márgenes se han estrechado, que cada vez hay menos espacio para los puestos intensivos en conocimiento y mucha más demanda de empleos de bajas prestaciones en el sector servicios. Eso implicaría una reducción de opciones, pero no la modificación del esquema: la formación sería más importante que nunca.

Existe un nuevo grupo laboral, el de las personas de clase media en cuanto a formación y de clase obrera en cuanto al salario que perciben

Sin embargo, el trabajo cualificado no parece vivir su mejor momento. En parte porque, como señala I. Brinkley en 'Knowledge Workers and Knowledge Work', después de 40 años de crecimiento ininterrumpido en industrias y ocupaciones basadas en el conocimiento, estos puestos de trabajo representan hoy sólo uno de cada diez. Y en segundo lugar porque, afirma Svarc, existe una nueva tipología dentro de este grupo, el de personas de clase media en cuanto a formación y de clase obrera en cuanto a retribución, que se ha dado en llamarse 'cognitariado', y que a pesar de la sólida educación recibida, viven en condiciones de precariedad e inseguridad social, sin contar con ingresos estables ni perspectivas de futuro.

Gente creativa

La solución al problema pareció llegar de la mano de un nuevo concepto, la clase creativa, que popularizó Richard Florida, y que trataba de sustituir el conocimiento por la capacidad innovadora. Todo era susceptible de ser mejorado, desde un modelo de negocio hasta un servicio de peluquería, y los profesionales que supieran crear esa diferencia serían los que gozarían de un mejor futuro. Ocurría en alta tecnología y en los servicios, en la abogacía y en las empresas de catering, en la enseñanza y en la prestación de asesoramiento tributario. Lo que hacía falta era gente con capacidad de crear. Esa nueva visión de la innovación produjo también una serie de nuevos profesionales (ingenieros, gestores o programadores informáticos, pero también diseñadores de moda, cineastas, psicoterapeutas, fisioterapeutas, gerontólogos o urbanistas, entre otros) que encajaban en este nuevo modelo del creador incrustado en la innovación.

Todos estos factores han conducido a una pérdida progresiva de la confianza en la experiencia profesional, en la capacitación y en el logro

Sin embargo, y una vez más, la teoría y la práctica no han terminado de encontrarse, ya que la clase creativa se desenvuelve dentro de un elevado nivel de desempleo, una alta proporción de trabajadores por cuenta propia que obtienen escasos beneficios y mucha inseguridad laboral.

Intuición en lugar de conocimiento

Al mismo tiempo, asegura Svarc, esta economía de servicios ha cambiado la racionalidad técnica, los conocimientos especializados y las competencias predefinidas que eran típicas de las profesiones, por los valores y habilidades, como la creatividad, la multitarea, el talento artístico, la intuición y la orientación al cliente. Eso también ha supuesto algunos cambios en la percepción del consumidor final. La descualificación que está ocasionando esta deriva, junto con el hecho de que las ocupaciones más inverosímiles se hayan convertido en candidatas para la profesionalización y la excesiva (o falsa) publicidad que utilizan los prestadores de servicios, conduce a una pérdida progresiva de la confianza en la experiencia profesional, en la capacitación y en el logro.

El trabajador del conocimiento es cada vez menos relevante en el mercado laboral, y el emprendedor de sí mismo cada vez lo es más

¿Hay futuro, pues, para los profesionales? Según Svarc, el momento es complejo, porque la digitalización hace la vida más fácil, pero está creando problemas estructurales en el mercado laboral contemporáneo, provoca que las desigualdades aumenten, y crea nuevas clases pobres, como el cognitariado y el precariado. Sin embargo, la menguante presencia de los trabajadores del conocimiento, que se prevé que será mucho mayor en el futuro cercano, no significa que el empleo profesional vaya a desaparecer. Más bien, se está transformando: una enorme variedad de ocupaciones, inconcebible hace tan sólo una década, han surgido en el mercado de trabajo y van camino de convertirse en profesiones completas y estructuradas. Sin embargo, tienen poco que ver con las anteriores, y necesitan nuevas formas de ser entendidas y nuevos cánones y reglas que las organicen.

Pero queda una pregunta en el aire: no se trata sólo de si es comparable el médico del pasado con el creador de moda para perros del presente, ni si unos y otros se encuadran en la misma categoría, sino de que los cambios son más profundos en lo que se refiere sobre todo a lo económico. La mayoría de los nuevos profesionales, que tienen que ver con el área creativa subsisten en condiciones materiales que distan mucho de las categorías del pasado. La cuestión es que parece más que cada cual se está inventando su puesto de trabajo, y con escasa suerte, que insertándose en estructuras laborales que garantizan la subsistencia. El trabajador del conocimiento es cada vez menos relevante, y el emprendedor de sí mismo cada vez lo es más.

Dado que vivimos en la economía del conocimiento, hay una percepción muy acentuada de que la única opción, si se quiere tener una trayectoria laboral provechosa, es invertir en formación. Ese es el camino para, en lugar de trabajos repetitivos, rutinarios y mal pagados, conseguir puestos intelectualmente satisfactorios, bien retribuidos y con proyección profesional. Los tiempos exigen personas que sepan resolver problemas en entornos altamente competitivos, en especial lo que se ha dado en llamar analistas simbólicos, como los ingenieros, abogados, científicos, directivos, consultores, periodistas o creadores, personas que saben procesar la información para conseguir buenos resultados en escenarios complejos.

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