Es noticia
Por qué seguimos jugando a la lotería si sabemos que no nos va a tocar
  1. Alma, Corazón, Vida
¿DE VERDAD CREES QUE TE VA A TOCAR?

Por qué seguimos jugando a la lotería si sabemos que no nos va a tocar

Aunque sospechamos que las posibilidades de pegar el pelotazo comprando un décimo son ínfimas, seguimos gastando muchísimo dinero en apuestas cada año. ¿Por qué?

Foto: Cuando elegimos nosotros la combinación, pensamos que tenemos más probabilidades de ganar. (iStock)
Cuando elegimos nosotros la combinación, pensamos que tenemos más probabilidades de ganar. (iStock)

Aún falta mucho para que comience la campaña de la Lotería de la Navidad, pero es probable que en estos primeros meses del año ya hayamos gastado dinero en algún juego de azar. Las razones que nos llevan a jugar al Gordo son más sociales que otra cosa: por una parte, es una costumbre muy arraigada en la sociedad española; por otra, tememos ser el único tonto de la empresa que no se ha forrado a cambio de 20 euros. Sin embargo, ¿qué ocurre con otros sorteos como el de la ONCE, la Bonoloto o la Primitiva?

Echemos un vistazo a las probabilidades de que nos toque algo en dichos sorteos. En el del cupón, tenemos una posibilidad entre 15 millones; en la Primitiva y la Bono Loto, algo mejor, una entre 13.983.816; mejor aún en la Lotería Nacional, con una entre 600.000 en el sorteo de los jueves (que asciende a una entre 85.000 en Navidad). Peor lo tenemos si jugamos al Euromillones, en cuyo caso solo tenemos una posibilidad entre 76.275.360 de dar con la combinación ganadora. No hace falta que proporcionemos más datos: seguimos jugando aunque sabemos que tenemos todas las de perder.

Gracias a la televisión, hemos visto las caras de los ganadores, escuchado sus voces, conocido sus inquietudes, ¿no? Nosotros también podemos

Hay multitud de investigaciones psicológicas que intentan explicar por qué ocurre esto. Ya nos hemos hecho eco de alguna de ellas, aunque ha sido el doctor Kevin Bennett, en un artículo de 'Psychology Today', quien ha recogido los seis sesgos cognitivos que nos conducen a pensar que es buena idea invertir cada semana un par de euros en una apuesta.

Optimismo poco realista

Este fenómeno ha sido estudiado repetidamente en las ciencias sociales, aunque también en la neurociencia: por qué alguna gente, en determinadas situaciones, mantiene una actitud exageradamente optimista a pesar de que la información que posee debería hacerle algo más cauto. En el caso de la lotería, explica Bennett, se junta el hambre con las ganas de comer. No solo obtener un resultado positivo puede provocar que ganemos millones de euros, sino que nuestro cerebro es incapaz de entender bien las probabilidades que tenemos de conseguirlo.

Dicho de otra manera, imagínese un billete de 20 euros. ¿Cuántas botellas de whisky podría comprar con él? Ahora, piense en 100 euros. ¿Cuánto alcohol podría adquirir? Ahora, imagínese 100.000 euros, y en qué podría gastarlo. Mucho más difícil, ¿verdad? El psicólogo recuerda que, mientras exista una mínima probabilidad, estaremos inclinados a maximizarla y a minimizar todas las posibilidades en nuestra compra.

Sesgo de la disponibilidad

La gasolina que alimenta el fuego de nuestro optimismo irracional. Nos gusta aferrarnos a las posibilidades de ganar la lotería porque hemos visto que hay gente que la gana: todos conocemos al amigo de un amigo de un amigo –ojo, es la regla de los seis grados de separación en marcha– al que le tocó el Gordo. Además, gracias a la televisión y otros medios de comunicación, hemos visto sus caras, escuchado sus voces, conocido sus inquietudes, ¿no?

Cuidado, porque este sesgo se aplica a otras situaciones vitales: por ejemplo, los médicos que han diagnosticado en muy poco tiempo varios casos de la misma enfermedad tienen una mayor propensión a diagnosticar dicho problema a sus próximos pacientes, aunque las posibilidades sean las mismas.

Ilusión de control

Se trata de la tendencia de los seres humanos a creer que pueden controlar o influir en los resultados en los que no tienen ninguna influencia. Sí, como un juego de azar. Todos nos dejamos contaminar en un momento u otro por esta lógica: ¿no lo hacemos, al fin y al cabo, cuando pedimos a un amigo que baraje las cartas porque cada vez que lo hace nos toca una buena mano?

Algo semejante ocurre cuando nos quedamos a un número de que nos toque el bingo o cuando fallamos por muy poco en la ruleta. Aunque racionalmente sepamos que en la siguiente partida tenemos las mismas (pocas) posibilidades, irracionalmente tendremos más ganar de jugar que si no hubiésemos acertado ningún número. También ocurre cuando elegimos nosotros mismos los números de la Lotería, en lugar de que se rellenen aleatoriamente con un programa informático: aunque la probabilidad de acertar es la misma, tenemos la sensación de que hemos buscado nuestra propia suerte.

Trampas sociales

Algo semejante a lo que ocurre con la Lotería de Navidad: la sociedad y la publicidad están pensadas para que gastemos nuestro dinero en apuestas. Especialmente, si llevamos años haciéndolo. Todos los jugadores habituales que no han podido rellenar la apuesta semanal han sufrido pesadillas en las que tocaba la combinación que llevaban años jugando… En otras palabras, recuerda Bennett, han llegado a un punto en el que “los costes, que inicialmente estaban ocultos, son demasiado altos como para dejarlo ”. Algo semejante a lo que nos ocurre cuando hacemos cola: hemos pasado demasiado tiempo esperando como para abandonarla, aunque sospechemos que la línea de al lado se va a mover más rápido.

Fácil de justificar

Por muy bajas que sean las probabilidades, la relación coste – beneficio sigue siendo altísima, ¿no? Si nos planteásemos el coste de otra manera (por ejemplo, una apuesta semanal de cuatro euros termina siendo de 2.080 euros al cabo de una década), probablemente no incurriríamos en él; sin embargo, pensar en los cientos de miles de euros que podemos obtener sigue siendo la mejor excusa que nos podemos poner.

La falacia del jugador

Hemos dejado para el final este sesgo cognitivo, puesto que ya hemos hablado de él con anterioridad, como en el artículo en el que explicamos cómo funciona la suerte. Esta consiste en que los jugadores creen inconscientemente en que la suerte al final lo equilibra todo, por lo que aquellos que vencen en sus últimas apuestas tienden a comportarse de manera más cautelosa, mientras que los que pierden sienten que el universo ha contraído una gran deuda con ellos, por lo que apuestan más fuerte. En realidad, tenemos exactamente las mismas posibilidades, en un juego de azar puro, de ganar o perder que antes de haber jugado ninguna partida.

Aún falta mucho para que comience la campaña de la Lotería de la Navidad, pero es probable que en estos primeros meses del año ya hayamos gastado dinero en algún juego de azar. Las razones que nos llevan a jugar al Gordo son más sociales que otra cosa: por una parte, es una costumbre muy arraigada en la sociedad española; por otra, tememos ser el único tonto de la empresa que no se ha forrado a cambio de 20 euros. Sin embargo, ¿qué ocurre con otros sorteos como el de la ONCE, la Bonoloto o la Primitiva?

La felicidad se demuestra andando Lotería Sorteo Neurociencia Juegos de azar
El redactor recomienda