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La reina de mano férrea que se convirtió en la ira de Dios (y acabó con 300 nobles)
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la hija díscola de enrique viii

La reina de mano férrea que se convirtió en la ira de Dios (y acabó con 300 nobles)

La vena colérica de María Tudor, herencia de la de su ínclito padre, hizo estragos en la aristocracia. Pero entre el pueblo fue una reina tan querida como temida

Foto: La reina María Tudor, por Antonio Moro. 1554.
La reina María Tudor, por Antonio Moro. 1554.

Jesús le dijo: "Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere”.

Mateo 26:52

Los años de reinado de María Tudor fueron de una metamorfosis brutal. Unas lluvias incesantes, malas cosechas, hambrunas, un colapso económico con las secuelas de un Gran Leviatán, crecimiento demográfico nulo, suicidios en cadena del campesinado, venganzas personales sin cuento, un panorama muy gris en el plano internacional, una relación privilegiada con una España en ascenso pero alerta con su socio de conveniencia, las atroces purgas de protestantes, etc., acabaron convirtiendo a Inglaterra en una jaula de grillos.

Nacida en 1516, en el febrero más gélido y tormentoso en años, esta mujer abocada a ser reina por los inextricables caprichos del destino, pues no estaba en la “parrilla de salida” por un inmenso sumatorio de razones –entre ellas la de ser candidata a la vehemencia de su colérico padre, Enrique VIII–, acabaría siendo apartada de la línea de sucesión natural tras el segundo matrimonio de su sanguíneo padre con Ana Bolena, amante que acabaría a su vez con su altiva esbeltez, mirada arrogante y longilineo cuello –acusada entre otras cosas de brujería y encantamiento– en el cadalso, una brumosa mañana londinense.

Esta tenaz mujer demostraría con mano dura y pulso firme que no era necesario llevar colgajos en la entrepierna para ser buen timonel

Así estaban las cosas y así seguían estando, pues el picaflor de su padre, imparable semental y perseguidor empedernido de ninfas y maduritas, inasequible al desaliento (se calcula a ojo de buen cubero en más de dos centenares las agraviadas por el furor de su insaciable libido, eso sin contar las seis esposas que se echó al coleto), tardaba en cruzar el umbral donde la materia es recuerdo.

Pero el mundo continuaba su curso, y el puzzle de los vientos del destino soplaba con determinación por esta tenaz mujer que demostraría con mano dura y pulso firme que no era necesario llevar colgajos en la entrepierna para ser buen timonel.

Reina contra todo pronóstico

La ley de sucesión de 1544 vino a revocar la supuesta ilegitimidad de María Tudor en beneficio de su hermano postizo Eduardo. Tras la misteriosa y rápida muerte de su hermanastro a manos de una tuberculosis galopante, la futura reina, que demostraba ser expeditiva en decisiones frías y de calado, encarcelaría a Lady Jane Grey, elegida a la sazón sucesora, enviándola para los restos a la Torre de Londres donde de forma natural se reciclaba a los contestatarios y competidores indeseables.

La fuerte presión de los católicos que habían sobrevivido a las purgas del inefable padre de esta correosa mujer, estaban latentes y eran un factor de desestabilización permanente. Caducado ya el verano, ella y aproximadamente un millar de nobles agraviados por la intensidad de la represión anterior se armaron de valor y entraron en la capital liberando al duque de Norfolk, Stephen Gardner, que yacía tumefacto y algo apolillado en los calabozos de la lúgubre torre aledaña al Támesis. Finalmente, en la abadía de Westminster, un 1 de octubre del año 1553, sería coronada reina de Inglaterra contra todo pronóstico.

Los vientos de la historia la llevarían a casarse con el rey-emperador de España Felipe II a los dos días de conocerse; pero no fue un flechazo, ni llegaron a las manos, ni hubo nada horizontal.

Cerca de 300 nobles perecerían, descuartizados, quemados o con el cuello rebanado. Otros 800 pondrían tierra de por medio

El rey adusto no era alguien de quien se pueda decir que era de efervescencia libidinosa certificada. Ni siquiera se le conocen más atenciones con su mujer sajona y católica más allá de las obligadas diplomáticamente, pero era ciertamente de esos matrimonios de conveniencia que a la postre darían la razón a la nobleza isleña, pues esta, con consejos y sabias sugerencias, procuraría no involucrar a la reina de los ingleses en las batallas del Imperio español, máxime cuando el reino del Atlántico norte estaba en quiebra no, lo siguiente. Pero los franceses, enemigo natural y beligerante en esos tiempos y en tiempos pretéritos contra su enemigo declarado, se atreverían a darle un sonado mordisco al león inglés, arrebatándole Calais. Eso propició la intervención de Inglaterra al lado de los reinos de España y por ende más presión en la línea de flotación de la isla.

La Contrarreforma (Irlanda había sido sometida a medias) y la revocación del Acta de Supremacía no daba cabida para tonos irisados. Otra vez, la espada flamígera de la venganza se puso en acción y en los años siguientes, cerca de 300 nobles perecerían, descuartizados, quemados o con el cuello rebanado. Otros 800 pondrían tierra de por medio.

Resumen de escenas de Ángela Cremonte interpretando a María Tudor en la serie de TVE: Carlos Rey Emperador.

Un carácter único

La vena colérica de María Tudor, herencia de la de su ínclito padre, haría estragos en la nobleza, pero menos. Su jovencísimo hermanito, durante el interregno en el que gobernó, se cepilló a cerca de 6.000 levantiscos, y las cifras de represaliados que su padre dejó como herencia a las páginas más crueles de la historia multiplicaban por diez a las de su hijo. Lo que pasa es que María Tudor era más escandalosa en el espectáculo y en el estímulo de los más bajos instintos. En uno de sus más sonados recortes de cuello para abajo se cree que degolló en público a dos docenas de atildados y compuestos nobles que no salían de su asombro ante la increíble puesta en escena. La infamia la persiguió por su dureza extrema, pero hasta cierto punto, en el contexto de una Europa en llamas, Reforma y Contrarreforma se habían enzarzado sin posibilidad de marcha atrás.

Su mano férrea a la hora de gobernar a tanto elemento de gola almidonada la hicieron una reina popular y temida a la par

La expansión inglesa hacia el este de África, las tasas a las importaciones, una reforma fiscal ecuánime y equilibrada, el escarmiento dado a la nobleza estirada y desafecta, y su mano férrea a la hora de gobernar a tanto elemento de gola almidonada, la hicieron una reina popular y temida a la par. El pueblo estaba a su lado, aunque todavía sobrevivían algunos grupos refractarios a la dureza de sus medidas. Estos en particular respirarían aliviados cuando la reina, un 17 de noviembre del año 1558, tras una intensa y copiosa nevada nocturna, al alba, dejaría de ser, para mutarse allá en lo desconocido.

Probablemente, descansaría en paz tras los breves e intensos años de su ajetreado reinado y las horas extraordinarias invertidas en recolocar a los extraviados disidentes, que al fin y a la postre, encontraría allá donde todos vamos a parar.

María Tudor, un carácter único, una mujer singular.

Jesús le dijo: "Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere”.

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