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Un profesor cuenta cómo es dar clase en uno de los colegios más peligrosos
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REBELIÓN EN LAS AULAS

Un profesor cuenta cómo es dar clase en uno de los colegios más peligrosos

Sabía que sería difícil, pero no tanto: en un nuevo libro, Ed Boland cuenta su corta experiencia como profesor en uno de los barrios más conflictivos de Nueva York

Foto: Los pasillos de la Henry School International Studies, donde impartió clase Boland.
Los pasillos de la Henry School International Studies, donde impartió clase Boland.

En 2008, Ed Boland decidió dar un giro a su vida. Había pasado las dos décadas anteriores trabajando como ejecutivo de una ONG, y su relación junto a su novio, Sam, a quien había conocido nueve años antes, era estable. Parecía el momento de dar un nuevo rumbo y, quizás inspirado por su hermana Nora, decidió trabajar con los niños de los entornos más desfavorecidos de Nueva York, ya que su experiencia como profesor en China había resultado positiva.

El resultado de su único y tortuoso año en las aulas del centro Henry School of International Studies del Lower East Wide es 'The Battle for Room 314: My Year of Hope and Despair in a New York City High School' (Grand Central Publishing). El ensayo retrata un entorno educativo decadente hasta caer en lo criminal, un “sistema roto y sin arreglo”, como señala la reseña del libro publicada en 'The New York Post'.

Lo que Boland vio y vivió en las aulas sirvió para que él mismo quedase sorprendido de sus propios pensamientos: empezó a sentirse molesto con “su pobreza, su ignorancia, su arrogancia. Todo aquello que esperaba cambiar”. No solo los alumnos eran incontrolables, sino que el profesor pronto pasó a convertirse en el objeto de sus burlas homófobas. Puede pensarse que la historia de Boland es un buen ejemplo de lo que ocurre cuando las buenas intenciones se cruzan con la realidad… Pero, también, un recuerdo de que ser profesor no es nada fácil.

Mentes peligrosas

“Chúpeme la polla, señor” ('suck my fuckin' dick, mister'). Esta fue la respuesta que Boland recibió por parte de una alumna llamada Chantay durante su primera semana en el centro. Cinco palabras que fueron acompañadas por un lascivo gesto de la mano con el que la estudiante aparentaba tener un pene listo para su nuevo profesor. A la receta había que añadirle una calculadora estrellándose en la pizarra apenas unos momentos antes y dos chavales peleándose por conseguir un ordenador, así como el desprecio inicial de Chantay, que se reía ante las exigencias del adulto.

Dos meses después de su expulsión [un alumno], volvió al instituto armado con un martillo y dos navajas de afeitar

Otro de esos primeros días, Boland decidió reunir a sus estudiantes para alertarles de todos aquellos objetos que no podían llevar a la escuela: teléfonos, aparatos electrónicos, gafas de sol, ropa de bandas. ¿Adivinan quién entró por la puerta mientras lo explicaba? Un tal Kameron Shield, que llevaba gafas de sol, una gorra y bandana, los cascos del iPod puestos y el uniforme de los Bloods. "¿Qué pasa, negros?" ('Wass up, niggas?'), fue lo que salió por su boca nada más entrar en el aula.

Al parecer, Kameron había arrojado un afilador de lápices a un profesor en el curso anterior, pero no había sido expulsado. Daría un paso más lejos durante la estancia de Boland, cuando amenazó con volar por los aires el centro, algo que llegó oídos de la Agencia de Seguridad Nacional y dio con el estudiante en un correcional de menores del sur del Bronx (aunque no fue arrestado formalmente). Después de dos meses, volvió al instituto armado con un martillo y dos navajas de afeitar. El director renunció.

Ed Boland presenta su libro.

En apenas 15 días, a Boland podía vérsele llorando desconsoladamente en el baño. No sabía cómo enfrentarse a la situación, y en teoría, el colegio no era uno de los peores del Lower East Side. Al fin y al cabo, tenía licencia para organizarse de manera independiente y había recibido apoyo financiero de la fundación de Bill y Melinda Gates. Los profesores debían cumplir el requisito de haber trabajado en el extranjero. Eso sí, en el aula se juntaban alumnos de edades muy distintas (hasta los 17), la mayor parte de los cuales vivían en pisos de protección oficial. Tan solo había un estudiante blanco en todo el centro.

Debajo de las apariencias

Con el paso de las semanas, Boland empezó a fijarse en algunas de las alumnas que parecían más prometedoras, aunque ello solo le llevaría a una decepción aún mayor. Una de ellas era una chica llamada Yvette, que mostraba una inteligencia superior a la de sus compañeros, “aunque hacía todo lo posible por ocultarlo”. Un día, Boland castigó a uno de los estudiantes por contar que Yvette “se la chupaba a los viejos por un dólar bajo el Puente de Manhattan”. Pero no tardaría en darse cuenta de que no era tan solo una malintencionada difamación: la joven se prostituía y fue rescatada por los servicios sociales.

Otra chica con potencial era Nee-cole, introvertida y algo infantil, pero inteligente. Sin embargo, sus compañeros se empezarían a cebar con ella después de que su madre visitase el centro la noche del encuentro con los profesores. Ese día, se dieron cuenta de que era una mendiga que arrastraba una maleta con todas sus pertenencias allá donde fuese. Charlotte, como se llamaba la madre de Nee-cole, explicó que la había sacado del colegio al ver que era uno de los peores de Nueva York y la había educado ella misma: “Como no teníamos casa, la enseñé donde podía, sobre todo en el metro, durante un año”. “Tu madre parece un payaso sin techo”, empezaron a decirle a Nee-cole sus compañeros.

Los acontecimientos se precipitaron con la llegada de Valentina, que había sido transferida al centro por cuestiones de seguridad. Su inteligencia fue, al mismo tiempo, la perdición del cándido Boland. Después de que utilizase en una redacción la palabra 'regal' (regio), la paró al salir de clase. “No me puedes engañar, puedo decir por esa redacción que tienes una buena cabeza”. La respuesta de Valentina fue denunciarlo por acoso, asegurando que le había dicho “Estás muy bien, me pones, y sé que te gusta hacer el tonto”. Aunque todos sus compañeros sabían que el profesor era gay, se decidió que no debía volver a estar a solas con su alumna nunca más.

Bienvenido a su mundo. Tienen muy poco poder sobre sus vidas, así que lo usarán siempre que puedan

Era el fin. Cuando charló con su antigua jefa en Project Advance, Helen, esta le volvió a ofrecer su puesto junto a una subida de sueldo, un ascenso y un asistente. El cielo se abría ante él: se trataba de una oferta que no podía rechazar, a pesar del sentimiento de culpa que le suponía dejar de lado a estudiantes en circunstancias que él jamás conocería. Sin embargo, volvió al centro tres años más tarde para acudir a la graduación de algunos de ellos. Allí, uno le espetó: “¡Eras un profesor de Historia fantástico! ¿Por qué te fuiste?”.

En 2008, Ed Boland decidió dar un giro a su vida. Había pasado las dos décadas anteriores trabajando como ejecutivo de una ONG, y su relación junto a su novio, Sam, a quien había conocido nueve años antes, era estable. Parecía el momento de dar un nuevo rumbo y, quizás inspirado por su hermana Nora, decidió trabajar con los niños de los entornos más desfavorecidos de Nueva York, ya que su experiencia como profesor en China había resultado positiva.

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