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La sociedad de amantes del vino más exclusiva del mundo
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nació en la región francesa de la borgoña

La sociedad de amantes del vino más exclusiva del mundo

Para formar parte de la Confrérie des Chevaliers du Tastevins debes tener "paladar y decoro" y un racimo de méritos y talentos que no se consiguen con facilidad, al menos si no tienes viñedos

Foto: El Château du Clos de Vougeot, la morada 'tastevin'. (Wikipedia)
El Château du Clos de Vougeot, la morada 'tastevin'. (Wikipedia)

El mayor secreto de la masonería, dijo una vez uno de sus miembros, es que no hay realmente ningún secreto. Y esta misma perogrullada puede aplicarse a las sociedades secretas dedicadas al vino, una suerte de clubs gastronómicos que al adquirir la etiqueta de “oculto”, estar sembrados de rituales de toda índole y tener algunos ilustres personajes como miembros históricos parece que hagcen otra cosa mayor y mucho más maquiavélica que deleitarse con grandes reservas o hablar fascinados sobre viñedos. Sus fiestas, a pesar de que algunos las llamen bacanales, tienen poco de alegres orgías de sexo y deliciosos caldos; son ceremonias, eso sí, donde uno lo que 'menea' es la copa para comprobar la añada del vino.

A raíz de que uno de sus miembros más populares, el orgullosamente snob Kevin 'Mr. Wonderful' O'Leary presumiera abiertamente de su membresía en la exclusiva Confrérie des Chevalier du Tastevins, en Borgoña (Francia), algunos periodistas y curiosos han querido meter narices y paladares en este club cuyos secretos, los más evidentes, han sido destilados por 'Atlas Obscura'.

La sociedad nació en 1934 como una iniciativa para sacar los viñedos de Borgoña de la oscuridad en la que estaban sumidos y que los amigos bebieran gratis

Con denominación de origen

Aunque guardaron silencio hasta el final de la segunda guerra mundial, celebraron la liberación descorchando una botella y se instalaron en el antiguo Château du Clos de Vougeot, entre extensiones de viñedos que otrora pertenecieron a los monjes cistercienses.

Hoy en día, quien quiera pertenecer a la cofradía, que sigue más activa que nunca, debe ser presentado por dos de sus miembros, que ya son 12.000 en todo el mundo, y demostrar ciertas virtudes, como tener “paladar y decoro”, y otros méritos y talentos: honor, inteligencia científica y, sobre todo, profesar verdadero amor a Francia. Asimismo, la columnista sobre etnología Lettie Teague escribió para 'Washington Street Journal' un artículo donde mencionaba ciertos ritos de iniciación de la Confrérie des Chevaliers en Nueva York: “Debe mostrar conocimientos sobre los vinos de la región y pasar exámenes orales y escritos; también deberá invitar al comité de nominación a una cena o dos en un restaurante y servir vinos de su bodega”, explica.

El símbolo 'tastevin' por excelencia es el catavinos de plata pura, que llevan colgado del cuello en muchas ceremonias, cual herramienta de trabajo

Aunque estas normas de entrada no son las mismas para cada delegación, tan solo de estos requisitos se desprende que entrar en la hermandad no es nada fácil, porque, o tienes viñedos, o puedes permitirte agasajar a otros miembros con caldos añejos y carísimos. Y respecto al “paladar y decoro”, se presupone que muy pocos o ningún amante del vino se bebería una botella de Cabernet como si fuera horchata.

Símbolos y ceremonias

Ataviados con un vestido rojo y amarillo y un peculiar sombrero, los miembros de esta sociedad han hecho del catavinos su símbolo, de igual forma que escuadra y compás han sido siempre la representación de la masonería, y también su herramienta de trabajo. Un objeto que al ser de plata maciza realza el color y la apariencia de los caldos y que a menudo los "caballeros" de esta orden llevan colgado del cuello durante las ceremonias.

Quienes participan en sus cenas, o 'bacanales', presumen de que se realizan en el espíritu de la hospitalidad y la generosidad, y sus miembros, dicen, provienen de muy diferentes estratos sociales, aunque en realidad numerosos invitados ilustres asisten a sus eventos, que se organizan para festejar desde el paso de una estación a otra hasta los equinoccios o santorales.

Este fragmento extraído de la web expresa muy bien el 'ethos' de un 'tastevin': “Porque el vino es mucho más que vino, un regalo del Cielo y el fruto del trabajo del hombre, expresa la belleza, la grandeza y la verdad. Las palabras del lenguaje Universal de la Hermandad cantan al gozo de vivir y la felicidad que hay en los encuentros, con un sentido de equilibrio y mesura. ¡Alzar una copa no es solo beberlo! 'No es bueno el que no intenta ser mejor', decía san Bernardo”.

Esta cofradía tan humanista no tiene delegación en España, pero los amantes del vino y los secretos, que el alcohol ayuda a diluir, pueden intentar ser admitidos como 'tastevins' y acudir a sus bacanales borgoñonas; eso sí, será mejor que tengan a mano un reserva de precio prohibitivo y un paladar tan fino como para que no le den a uno Rioja por Cabernet sauvignon.

El mayor secreto de la masonería, dijo una vez uno de sus miembros, es que no hay realmente ningún secreto. Y esta misma perogrullada puede aplicarse a las sociedades secretas dedicadas al vino, una suerte de clubs gastronómicos que al adquirir la etiqueta de “oculto”, estar sembrados de rituales de toda índole y tener algunos ilustres personajes como miembros históricos parece que hagcen otra cosa mayor y mucho más maquiavélica que deleitarse con grandes reservas o hablar fascinados sobre viñedos. Sus fiestas, a pesar de que algunos las llamen bacanales, tienen poco de alegres orgías de sexo y deliciosos caldos; son ceremonias, eso sí, donde uno lo que 'menea' es la copa para comprobar la añada del vino.

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