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El desfile de modas corporativo que va a cambiar la sociedad sin que te des cuenta
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El desfile de modas corporativo que va a cambiar la sociedad sin que te des cuenta

El Foro Económico Mundial es considerado más como un acto social que como un entorno de análisis real. Pero su importancia es mayor de lo que parece a la mayoría de la población

Foto: Davos es un espacio de interrelación. (Reuters)
Davos es un espacio de interrelación. (Reuters)

“El ambiente de Davos está compuesto por soldados, megaatascos con limusinas, y pianistas de hotel que interpretan a Supertramp o Abba… Puedes encontrar a billonarios intentando bailar con chicas jóvenes, a CEOs famosos con alguna copa de más y a Bono con gafas de sol Armani y pantalones de cuero negro. Pero básicamente, en Davos hay gente con estatus y poder relacionándose con gente con aún más estatus y poder que ellos”. La descripción que el periodista Andy Robinson hacía de un día cualquiera en la fiesta de enero de Davos, refleja ese aspecto relacional que conforma esta clase de actos: a Davos se va a muchas cosas, pero sobre todo a ser visto, porque el simple hecho de estar allí actúa como elemento simbólico que subraya la valía de la marca personal.

En Davos se unen las personas más poderosas del mundo de las finanzas y de los negocios con políticos, periodistas, directivos de ONGs y representantes de la sociedad civil, por lo que la mera presencia ya subraya la importancia del asistente. Según asegura Andre Spicer, profesor de la Cass Business School, Davos “es una ocasión ideal para ampliar la red social” pero sobre todo es importante porque da a los líderes globales la oportunidad de sentirse mejor consigo mismos al exponerse ante los demás como gente valiosa y con algo que decir.

Davos es como la semana de la moda de París para el mundo corporativo. La diferencia es que no exhiben trajes, sino las modas del entorno de los negocios

Pero mucho más que un espacio de relaciones sociales, Davos es un centro de prospectiva. El tema principal de la edición de este año ha sido la cuarta revolución industrial, y nos avisa de los enormes cambios que el mundo del trabajo, el de los negocios, y el de las maneras de gobernar van a experimentar en los próximos años. Davos es el espacio en que las élites globales se interrelacionan para contar sus visiones sobre lo que vendrá, sobre cómo tendremos que actuar para adecuarnos a ello, y las tendencias que deberán seguirse para salir beneficiados de los cambios. Según Spicer, esto es lo que hace que Davos sea “como la semana de la moda de París para el mundo corporativo. La diferencia está en que no se exhiben son trajes, sino las modas que sigue el mundo de los negocios”.

La localidad suiza se convierte en una pasarela en varios sentidos. Como ya se ha apuntado, hay una parte de la energía puesta en ver quién está, quién falta, y qué es lo que muestra cada cual. Pero, además, se acude para conocer cuáles son las ideas, las tendencias y las marcas que van a ser importantes esa temporada. Es cierto que la relevancia de Davos parece tener un alcance limitado porque, siguiendo el ejemplo, la mayoría de la población no tiene en consideración ni valora la alta costura; puede que aprecie el capital simbólico que le otorga vestir una marca prestigiosa, pero la ropa que se exhibe en los desfiles dista mucho de aquella que les gustaría vestir en su vida cotidiana. En el campo social ocurre lo mismo: el Edelman Trust Barometer, que examina la reputación del mundo de los negocios, de los gobiernos y de las instituciones, concluye que existe una visión muy distinta entre las personas que están en el 25% de la sociedad que cuenta con mayores ingresos y el resto: este sector confía cada vez más en los negocios y en las instituciones, mientras que el 75% de la sociedad cree cada vez menos en ellos.

Su mensaje es que vivimos una revolución que traerá enormes cambios y cuyo resultado, si realizamos las transformaciones apropiadas, será un futuro brillante

Davos posee también esa característica: el ciudadano medio no presta apenas atención a los temas abordados y a las propuestas realizadas en Davos, mientras que el estrato superior de la población suele estar atento a sus debates y las declaraciones que allí tienen lugar. Pero, como ocurre en la moda, estos dos sectores tienden a encontrarse: aquellas tendencias que la alta costura pone de moda terminan siendo seguidas tiempo después, convenientemente reformadas y convertidas en productos de masas, por el resto de la población. Igual ocurre con las modas corporativas: algunas de las tendencias y de las soluciones que han centrado esta edición del Foro Económico Mundial las veremos regresar convertidas en medidas concretas dentro de un tiempo.

Una revolución inevitable

¿Y qué es lo que va a ocurrir dentro de poco, si nos atenemos a lo que Davos dice? Habrá grandes transformaciones en el mundo del trabajo, donde los cambios tecnológicos y demográficos destruirán más de siete millones de puestos de trabajo antes de 2020. Los gobiernos también verán cómo cambia su papel: según Klaus Schwab, presidente del Foro Económico Mundial, “la capacidad de los sistemas de gobierno y de las autoridades públicas para adaptarse determinará su supervivencia. Si resultan capaces de abrazar un mundo de cambio disruptivo, sometiendo sus estructuras a los niveles de transparencia y eficiencia que les permita mantener su ventaja competitiva, aguantarán. Si no saben evolucionar, se enfrentarán a un problema cada vez mayor”.

Sus resultados en la vida cotidiana, como ocurre en las modas, los iremos viendo poco a poco, pero seguro que dentro de un tiempo estarán aquí

Al mismo tiempo, las empresas tendrán que ser conscientes de que “las nuevas tecnologías están alterando ya las cadenas de valor existentes”, lo que hará que muchos operadores tradicionales sean expulsados del mercado, porque no serán competitivos en precio, calidad o velocidad de entrega.

Las tres palabras decisivas

Pero más allá del contenido concreto de sus propuestas, deberíamos reparar en la mentalidad que las promueve. El entorno de las finanzas y de los negocios ya no habla del presente, sino que apunta hacia lo que vendrá. El futuro se ha convertido en el centro de los análisis, porque todos están intentando prever lo que ocurrirá, anticiparse a ello y estar mejor preparados para competir. En Davos los 'trending topics' han sido Revolution, Future y Change, tres conceptos complementarios que, para estas visiones, tienden a acoplarse en una potente línea narrativa: vivimos una revolución, que traerá enormes cambios y cuyo resultado, si realizamos las transformaciones apropiadas, será un futuro brillante. Por eso se señalan las grandes posibilidades con las que contamos, los increíbles logros que alcanzaremos y los numerosos cambios que tendremos que realizar si queremos que en el futuro nos vaya bien.

La cuarta revolución está aquí, y la están haciendo los asistentes a Davos. Los resultados en la vida cotidiana, como ocurre en las modas, los iremos viendo poco a poco, pero seguro que dentro de un tiempo y casi inadvertidamente, habrán penetrado por completo en nuestra sociedad.

“El ambiente de Davos está compuesto por soldados, megaatascos con limusinas, y pianistas de hotel que interpretan a Supertramp o Abba… Puedes encontrar a billonarios intentando bailar con chicas jóvenes, a CEOs famosos con alguna copa de más y a Bono con gafas de sol Armani y pantalones de cuero negro. Pero básicamente, en Davos hay gente con estatus y poder relacionándose con gente con aún más estatus y poder que ellos”. La descripción que el periodista Andy Robinson hacía de un día cualquiera en la fiesta de enero de Davos, refleja ese aspecto relacional que conforma esta clase de actos: a Davos se va a muchas cosas, pero sobre todo a ser visto, porque el simple hecho de estar allí actúa como elemento simbólico que subraya la valía de la marca personal.

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