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Estas son las cosas más raras que han visto las azafatas en un vuelo
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PASAJEROS QUE CREEN ESTAR EN CASA

Estas son las cosas más raras que han visto las azafatas en un vuelo

Hay algo peor que aguantar a un cliente 'rarito', tenerlo que soportar a tres mil metros de altura y que no haya escapatoria. Estas son las vivencias más extrañas que han padecido en un avión

Foto: Para ser auxiliar hay que tener mucho estómago y poco vértigo. (iStock)
Para ser auxiliar hay que tener mucho estómago y poco vértigo. (iStock)

Decía un gran sabio anónimo: 'Si el trabajo fuera bueno, los ricos se lo quedarían para ellos'. Y no le faltaba razón, pues incluso las profesiones rodeadas de un halo de romanticismo tienen sus desventajas y a veces pesan tanto para quienes las desempeñan que más que flotar de felicidad sobre nubecillas rosas, como las chicas de aquel anuncio de compresas, se pasan el día esquivándolas. Este es el caso de los auxiliares de vuelo, un empleo que escogen aquellos viajeros naturales que sueñan con conocer todo el mundo y dormir cada noche en un país diferente, y acaban por conocer, sí, pero lo peor de la gente. 'Business Insider' ha recogido algunas de las turbulentas anécdotas explicadas por sus protagonistas.

Avión, dulce avión

No suele ocurrir demasiado en vuelos de unas pocas horas, pero cuando uno pasa más de diez con el trasero pegado a una butaca de avión acaba asimilando el tapizado a su propio cuerpo y considerando ese reducido espacio una especie de mini ducado aéreo colindante con el de otros pasajeros, claro. Y esa pública intimidad permite que nos dejemos llevar por nuestras costumbres, como ponernos el pijama en vuelos largos o quitarnos los calcetines; también utilizar llamativos reposacabezas, que a veces parecen escafandras. Y quienes suelen dormir desnudos llevan sus despreocupado hábitos a bordo. Así lo explica Betty, seudónimo de la auxiliar de vuelo autora de la serie online 'Confessions of a Fed-Up Flight Attendant': “Este tipo de gente actúa creyendo que están en casa, en sus camas, y les parece perfectamente aceptable desnudarse completamente para echarse un buen sueño”.

Un pasajero pidió un destornillador para “separar los asientos” y otro unas pinzas para quitarse algo que se le había clavado en el trasero

Asimismo, las azafatas, esas mártires aéreas, han sido testigo de algunos comportamientos que sorprenderían incluso al difunto Oliver Sacks; por ejemplo, en más de una ocasión algún pasajero ha aprovechado el larguísimo tedio del vuelo para dejar secar la colada utilizando las ventanas y las butacas a modo de tendedero, o como explicó a Quora la azafata Heather Wilde, han llegado incluso a cocinar sopa y 'noodles' utilizando el agua del avión –que, como el aire que respiramos en su interior, también se recicla–.

Por no hablar de las insólitas peticiones que deben atender, como como unas pinzas para quitarse algo clavado en el trasero, un bolígrafo para limpiarse las orejas, un cuchillo para “colocar un catéter”, e incluso un destornillador para “separar los asientos”, cuenta Betty.

Extraños olvidos a bordo

En 2013 Skyscanner realizó una encuesta a más de 700 tripulantes de cabina para conocer cuáles eran las pertenencias que los pasajeros solían olvidar en los aviones. Además de las habituales (móviles, iPads, libros, etc.), figuraban otras algo más salvajes, como halcones, peces, ranas, tortugas y loros… Aunque hay dueños y dueños –de eso las protectoras saben un rato–, y en ocasiones los auxiliares de vuelo han sido testigos de extrañas, cuando no bizarras, uniones de la naturaleza, como una pasajera a la que tuvieron que llamar la atención por amamantar a su gato. “Es mi bebé”, se excusó ella y seguramente el viajero sentado a su lado buscó la bolsa para el mareo bajo su asiento.

También hay quien realiza abdominales o decide que el pasillo del avión es un buen lugar para tumbar a su bebé, por no hablar de aquel pasajero que soltó una araña en pleno vuelo (obviamente, y para ahorrarles dramas, no sucedió en el mismo).

Sin duda, el tipo de viajero que más enerva a los auxiliares de vuelo son los impacientes; sí, ese pasajero que siempre pregunta cuánto queda, a pesar de que la pantalla de los modernos aviones indique posición y tiempo de aterrizaje, o bien el que se levanta para sacar su equipaje del portaequipajes cuando ni siquiera han aterrizado… Pero el caso más extremo fue el ocurrido en un vuelo de China Eastern Airlines, en 2014, cuando un pasajero con demasiada prisa decidió que la forma más rápida de salir del avión era accionar el tobogán de emergencia justo después del aterrizaje. Debido a su idea de bombero, todo el pasaje tuvo que esperar dos horas, así que es probable que allá donde le esperasen a este impaciente viajero, llegase tarde.

La tripulación tampoco se salva: un piloto retrasó un vuelo 15 horas porque decía que el avión olía demasiado a orines

No siempre la culpa la tienen los turistas, otras veces el extraño comportamiento de la tripulación puede descolocar al pasaje y hacerles perder su valioso tiempo. En marzo de 2015 la BBC daba cuenta de un vuelo de British Airways con destino a Dubái que tuvo que dar media vuelta y aterrizar de nuevo en Londres debido al olor a orines que había en el interior del avión. Según uno de los pasajeros, Abhishek Sachdev: “el piloto convocó al personal de cabina y al cabo de unos diez minutos comunicó al pasaje que había un olor sumamente desagradable de excremento líquido fecal, esto fue lo que dijo, que salía de uno de los baños”. La aerolínea justificó la decisión arguyendo razones de seguridad y sanidad, ya que la mitad del aire que se respira en el avión se recicla y limpia en el propio aparato. Sin embargo, los pasajeros tuvieron que pasar la noche en Londres y esperar 15 horas hasta coger el próximo vuelo que, por fortuna, se realizó sin contratiempos ni hedores.

Así que sean prudentes antes de envidiar los trabajos de sus vecinos. Piensen que si hay algo peor que tener a un cliente impertinente o descontento, o a un compañero lunático, es que ocurra a tres mil metros de altura y el único lugar al que pueda escapar sea un baño del tamaño de una cabina telefónica. 'Bon voyage'!

Decía un gran sabio anónimo: 'Si el trabajo fuera bueno, los ricos se lo quedarían para ellos'. Y no le faltaba razón, pues incluso las profesiones rodeadas de un halo de romanticismo tienen sus desventajas y a veces pesan tanto para quienes las desempeñan que más que flotar de felicidad sobre nubecillas rosas, como las chicas de aquel anuncio de compresas, se pasan el día esquivándolas. Este es el caso de los auxiliares de vuelo, un empleo que escogen aquellos viajeros naturales que sueñan con conocer todo el mundo y dormir cada noche en un país diferente, y acaban por conocer, sí, pero lo peor de la gente. 'Business Insider' ha recogido algunas de las turbulentas anécdotas explicadas por sus protagonistas.

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