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Lo mejor que puedes hacer si un compañero de trabajo quiere fastidiarte
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Lo mejor que puedes hacer si un compañero de trabajo quiere fastidiarte

Darías lo que fuera por no tener que dirigirle la palabra, pero tarde o temprano tendrás que reunirte con él. Esta es la guía más sincera para discutir con rivales de trabajo sin perder los papeles

Foto: La tensión puede cortarse con un cuchillo. (iStock)
La tensión puede cortarse con un cuchillo. (iStock)

Cuántos de vosotros no tenéis un archienemigo en la empresa en la que trabajáis. Ese compañero o compañera con el que cualquier conversación, incluso las desabridas charlas de ascensor, se transforman en una polémica fatal que crispa los nervios: “Parece que va a refrescar...”, dices. “Pues yo creo que hace buen día”, contesta él. Obviamente, piensas, lo hace adrede para llevarme la contraria y lanzarme un dardo respecto a lo friolero que soy. No puedes evitarlo, todo cuanto diga te parece un ataque, y no digamos ya cuando se trata de trabajo.

Entonces, imaginemos que un buen día especialmente apacible –sin atascos, sin jefe en la oficina y a unos días de que lleguen unas cortas vacaciones– recibes un correo electrónico de tu adversario más odiado comentándote que ha encontrado algunos fallos en tu presentación de Power Point y que quiere discutirlos contigo. ¿A las tres va bien? ¡No, mejor nunca! Porque es evidente que fastidiarte es su hobby; en vez de hacer crucigramas, él se dedica a buscar errores en tus presentaciones… ¡Detente! Con esa actitud la conversación acabará en lucha de egos, cuando no intercambio de frasecillas sarcásticas e incluso algún puñetazo en la mesa.

Sin embargo, estos molestos enfrentamientos pueden convertirse en una charla constructiva, aunque no lo creas o no lo quieras ver.

Al enfrentarnos a una conversación con una persona que nos provoca rechazo, debemos focalizarnos en la importancia del asunto que vamos a tratar

Así lo explica la psicóloga y estratega de negocios Liane Davey en su artículo 'A Mental Trick to Help with Challenging Conversations', publicado en 'Harvard Business Review'. Según la autora, avanzar lo que ocurrirá mentalmente y hacer asunciones es un error, porque solo conseguimos aumentar nuestro nivel de ansiedad y enfado. Por el contrario, cuando debemos enfrentarnos a una conversación con una persona que nos provoca rechazo, tenemos que focalizarnos en la importancia del asunto que vais a tratar. “Las asunciones y prejuicios afectan nuestra percepción. Considera lo diferente que sería esa cita a las tres de la tarde si en lugar de reunirte con una persona de quien piensas negativamente, fuese un compañero al que consideras un aliado. En el primer caso, todo tu cuerpo responderá tensándose, poniéndose a la defensiva y utilizando un lenguaje negativo, que tu “adversario” responderá con la misma moneda como resultado de tu comportamiento hostil”, explica Davey, y añade: “el resultado es que ambos os cerráis en banda, seguís enquistando la relación y la compañía también pierde”.

El antídoto a la lucha de egos

La psicóloga y estratega lo tiene claro, la respuesta a la incomodidad y la rivalidad insana es el 'mindfulness', o lo que es lo mismo, tener calma y concentrarte en la meta, que es conseguir que el trabajo salga adelante. Y para ello, ser conciliador y positivo es esencial. Aquí tienes algunos consejos de Liane Davey para hacer que la sangre no llegue al río:

1. Presta atención a las sensaciones corporales

“Debes estar atento a cómo reacciona tu cuerpo a los comentarios y actuaciones de tus compañeros de trabajo: ¿se acelera tu corazón? ¿Aprietas los puños? ¿Elevas la voz? ¿Cuándo te apoyas agresivamente en la mesa, y cuándo te levantas y pones punto y final a la conversación?”, recomienda. No nos damos cuenta, pero nuestros gestos y posturas dan mucha información sobre nosotros mismos, modifican totalmente el sentido de nuestras palabras. Puede que nuestro discurso se pretenda neutro, pero si el tono de nuestra voz es demasiado alto, por ejemplo, será recibido por el otro como una amenaza ante la que deberá protegerse.

2. Detén la espiral negativa y lánzala lejos

Al haber estudiado tus reacciones físicas es mucho más fácil anticipar un principio de ira y ansiedad, y darle la vuelta. “Cada vez que lo descubras en ti, piensa: ¿qué estoy asumiendo o infiriendo que me está provocando esta reacción negativa? Nota que las reacciones más intensas están relacionadas con la asunción de cosas sobre el carácter de la otra persona y lo que crees que piensa de tu propia capacidad”. De esta forma, si piensas que tu compañero es un idiota o un maquiavélico, todo cuanto te diga será interpretado como una maldad o una estupidez. Y tal vez sus comentarios sean más productivos de lo que crees y su intención mucho menos oscura…

Domina el acercamiento, da un paso más y busca una razón positiva tras sus palabras y acciones que pueda crear una respuesta enriquecedora

3. Trata de crear hipótesis más productivas

Puestos a especular, ¿por qué pensar negativamente? Podemos combatir los prejuicios que tenemos sobre las personas si nos concentramos en la situación concreta. Liane Davey pone un ejemplo: “En vez de: 'Este capullo solo busca fallos', piensa: 'Quizás la importancia de esta presentación necesita un estándar más alto”. Serás más empático y generoso, y la conversación será mucho mejor.

Y lo mismo vale para ti. ¿Por qué tus compañeros van a pensar que eres idiota? Si, además, no somos perfectos –gracias a Dios–, y si algo es susceptible de mejora, entonces, bienvenidas sean las críticas constructivas.

La clave, como ves, es situacional, no personal. “Domina el acercamiento, da un paso más y busca una razón positiva tras sus palabras y acciones que pueda crear una respuesta enriquecedora”, y no solo crispación, sugiere Davey.

Entonces, ¿cuál sería el resultado si te dedicases a pensar positivamente del otro para conseguir una meta que a ambos os interesa? Al leer el correo electrónico, pensarías: 'Bien, quiere colaborar conmigo. Quizás lo que tenga que decir pueda ser de valor'. Y, de repente, la dinámica cambia casi por arte de magia: estás más tranquilo y relajado, mucho más abierto a escuchar las aportaciones del otro y, en caso de que haya una mala intención oculta o un deseo de fastidiarte, lo desarmas inmediatamente no dejándote llevar por la inseguridad y la ira. Así es como se transforma un conversación totalmente improductiva en una charla constructiva, e incluso en un cambio de rumbo de vuestra relación laboral.

“Las asunciones positivas –concluye Liane Davey– te abren al progreso; las negativas te sumen en el pasado”.

Cuántos de vosotros no tenéis un archienemigo en la empresa en la que trabajáis. Ese compañero o compañera con el que cualquier conversación, incluso las desabridas charlas de ascensor, se transforman en una polémica fatal que crispa los nervios: “Parece que va a refrescar...”, dices. “Pues yo creo que hace buen día”, contesta él. Obviamente, piensas, lo hace adrede para llevarme la contraria y lanzarme un dardo respecto a lo friolero que soy. No puedes evitarlo, todo cuanto diga te parece un ataque, y no digamos ya cuando se trata de trabajo.

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