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Las cinco lecciones sobre política que hemos aprendido en 2015
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Las cinco lecciones sobre política que hemos aprendido en 2015

Este año ha subrayado cambios profundos en nuestra sociedad que se han trasladado a la política electoral. Están ocurriendo en toda Europa, y prometen quedarse

Foto: Manifestación en el Reino Unido contra la austeridad en julio de 2015. (Efe / Andy Rain)
Manifestación en el Reino Unido contra la austeridad en julio de 2015. (Efe / Andy Rain)

2015 ha sido un año de novedades, que en su mayor parte fueron el resultado de la intensificación de tendencias políticas que se habían apuntado desde los inicios de la década. Y aunque tengamos la sensación de que España es diferente (y en algunos aspectos lo es), lo cierto es que buena parte de las transformaciones en las que estamos inmersos se hallan muy ligadas a las que acontecen en Europa, y especialmente en la del sur. Las cinco grandes tendencias que estamos viviendo son las siguientes:

Antiausteridad

Este ha sido el año del crecimiento de los partidos antiausteridad. A la Syriza de Tsipras, al Front National de Marine Le Pen y al Podemos de Iglesias, se han sumado nuevos actores, como Jeremy Corbyn en el Reino Unido, el frente de izquierdas en Portugal o el candidato demócrata Bernie Sanders en EEUU., con notable apoyo popular y grandes críticas en los medios.

Un hecho que revela cómo la separación entre derecha e izquierda tiene una nueva configuración: no se trata tanto de oponer grandes conceptos ideológicos, cuanto de poner freno a una tendencia que se ha instalado plenamente en los países occidentales. La resistencia a las directrices económicas marcadas desde Bruselas, en el caso europeo, o desde la burocracia de Washington, está constituyendo en casi todas partes la línea divisoria que permite identificar claramente cuál es el posicionamiento de cada partido: es la prueba del algodón.

No ha habido tanto cambio: los gobiernos en Europa siguen en manos de los viejos partidos, por más que los emergentes asomen la cabeza

Las cuestiones culturales, hasta ahora tan decisivas, lo están siendo menos en la primera década del siglo XXI, salvo en países como España, donde una variable sigue claramente activa, la de los nacionalismos, hasta el punto de que la primera línea roja de Podemos para un pacto ha sido la realización de un referéndum en Cataluña y la construcción de un nuevo reparto territorial.

¿Cambio? Ya veremos cuándo

Puede que estas elecciones hayan transformado las cosas en España, pero no del todo. El primer partido ha sido el PP y el segundo el PSOE, y son ellos dos los que tienen posibilidad de gobernar, de modo que el cambio no parece haber sido demasiado profundo. Y ocurre en toda Europa: Le Pen puede haber ganado la primera vuelta en Francia en los últimos comicios, pero ha perdido la segunda gracias a la retirada del partido socialista para favorecer un triunfo conservador. Beppe Grillo perdió contra Renzi, el UKIP fue barrido en escaños por los conservadores, a pesar de concentrar un buen número de votos, Podemos y Ciudadanos fueron tercero y cuarto en España y sólo en Portugal una alianza de izquierdas de partidos tradicionales ha alcanzado el gobierno. Tsipras ganó en Grecia, en un entorno económicamente muy deteriorado, pero rápidamente le recondujeron al orden. En definitiva, los gobiernos en Europa siguen en mano de los viejos partidos, por más que los nuevos asomen la cabeza.

No vale argumentar que las encuestas sirven para identificar tendencias: sin algo más, no se alejan de formas de predicción tales como mirar las estrellas

¿Para qué sirven las encuestas?

Si ha habido un perdedor claro en las elecciones, más que Upyd, han sido las empresas que realizan encuestas electorales, dado su escaso acierto. Incluso la que tenía todo para ser más fiable, por el tamaño de la muestra y por haber sido realizada a pie de urna, la que realizó TNS Demoscopia para TVE y que se divulgó en la noche de las elecciones, fue la que más a error indujo. Podría argumentarse que en un contexto nuevo los instrumentos de cocina se están quedando anticuados y no les permiten leer bien la realidad. O quizá, y con más probabilidad, necesiten completar con estudios cualitativos las mediciones cuantitativas, lo que les aportaría un plus de fiabilidad del que hoy carecen.

Esta falta de correspondencia entre los hechos y sus anticipaciones hace pensar a los descreídos que las encuestas, más que describir lo que la opinión pública piensa, están tratando de influir en ella. Para evitar este tipo de lecturas, entre otras cosas, deberían afinar sus instrumentos. Y no sirve argumentar que las encuestas son útiles simplemente para identificar tendencias: no sólo porque no supieron reflejarlas, sino porque en otro caso no se separarían de formas de predicción tales como mirar las estrellas o rebuscar en los posos del café.

Los conceptos fuertes son decisivos

Mucho más que las estrategias en televisión, los aspectos económicos o la fortaleza estructural siguen decidiendo campañas. Los candidatos de los cuatro partidos principales (los otros no pudieron) hicieron lo mismo de siempre, priorizar la televisión como forma de transmisión de mensajes. En esta ocasión aceleraron la tendencia, lanzándose a una batalla en el terreno del espectáculo, dedicándose a cantar, bailar, conducir karts, escalar peñascos, charlar íntimamente con amiguetes y tantas otras cosas que sin duda les facultan para cumplir mejor con el cometido de dirigir un país.

Elementos económicos, discursivos y de poder territorial explican mejor los resultados que las campañas, los debates y las apariciones televisivas

Pero esa convicción de que la imagen es lo que les da votos casa mal con las tendencias de fondo, que parecen bastante más determinantes que las aventuras ocasionales en el mundo del espectáculo: el PP ha tenido una legislatura difícil, por la corrupción, porque hizo muchas cosas contrarias a las que había prometido y porque la política de recortes pasa factura (la mayoría de los partidos en los gobiernos europeos que hubieron de gestionar la crisis fracasaron en las siguientes elecciones), lo cual tiene mucho que ver con su gran pérdida de votos. Ciudadanos llevaba una carrera ascendente, pero tenía muy difícil llegar más allá de un límite porque un porcentaje de sus posibles votantes, que lo son también del Partido Popular, decidieron apostar por la formación que más posibilidades tenía de gobernar, lo que viene a llamarse voto útil. C's tenía difícil lograr un buen resultado, porque para subir necesitaba que el PP bajase, y aunque le ha robado voto, no el suficiente: en situaciones de urgencia, y para sus votantes podía serlo, dada la confluencia PSOE-Podemos, el voto del miedo todavía funciona. En ese contexto, crecer mucho era complicado.

Los viejos partidos socialistas tendrán que definir bien sus posiciones a partir de ahora, bajo la amenaza de convertirse en cada vez menos relevantes

Podemos lo tenía más sencillo, dado el gran deterioro del PSOE, especialmente en grandes ciudades y en el norte de España, y puesto que se señalaban como el partido (de los cuatro principales) con un programa más antiausteridad, pero su débil implantación local le ha perjudicado fuera de aquellos lugares en los que el nacionalismo es más fuerte, y eso gracias a las alianzas que ha perfilado. El PSOE ha resistido, lo cual es suficiente, debido a los núcleos de voto tradicional, pero muestra una clara tendencia a la baja, que se explica por la debilidad de un discurso que les deja sin un espacio claro que ocupar. En definitiva, que elementos económicos, discursivos y de poder territorial parecen explicar mejor los resultados que las campañas brillantes, los debates y las apariciones espectaculares.

La socialdemocracia sale perdiendo

Las experiencias cercanas dicen que de los dos grandes partidos, en el caso de que los nuevos sigan creciendo, sólo queda sitio para uno. El ejemplo más obvio es el del PASOK, prácticamente desaparecido, pero puede ser una suerte común para muchas formaciones europeas. Si el actor de oposición que se configura es exterior al sistema, como lo son los partidos antiausteridad, el voto sistémico tiende a concentrarse, y expulsa a uno de quienes las representaban. En ese contexto, las viejas formaciones socialistas llevan las de perder (para seguir la misma política económica que los liberal conservadores, ya se tiene a éstos) y el deterioro de los socialistas franceses es buen ejemplo.

La vieja socialdemocracia europea sólo ha podido subsistir a este empuje mediante la renovación, ya sea apoyando a una nueva figura estilo Renzi, o girando hacia la izquierda y retomando posiciones socialdemócratas clásicas, como los portugueses o los británicos. La opción de convertirse en apoyo responsable del partido conservador, como ocurrió en Grecia, es una trampa, y no es tan difícil que ocurra, ya que ambos poseen una mirada similar sobre los grandes asuntos económicos. Parece que la nueva política europea, y especialmente en el sur, estará conformada por un gran partido de defensa del statu quo y otro que promueva cambios económicos profundos (los pueda alcanzar o no). Los socialistas tendrán que definir bien sus posiciones, bajo la amenaza de convertirse en cada vez menos relevantes.

2015 ha sido un año de novedades, que en su mayor parte fueron el resultado de la intensificación de tendencias políticas que se habían apuntado desde los inicios de la década. Y aunque tengamos la sensación de que España es diferente (y en algunos aspectos lo es), lo cierto es que buena parte de las transformaciones en las que estamos inmersos se hallan muy ligadas a las que acontecen en Europa, y especialmente en la del sur. Las cinco grandes tendencias que estamos viviendo son las siguientes:

Campañas electorales Socialdemocracia Ciudadanos Alexis Tsipras
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