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Los agotes, el caso de odio entre vecinos más terrible de la historia de España
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EL 'APARTHEID' VASCONAVARRO

Los agotes, el caso de odio entre vecinos más terrible de la historia de España

Su origen aún es confuso, aunque multitud de investigaciones han intentado averiguar de cuál se trata. La historia de los agotes es uno de esos episodios que deben hacernos reflexionar

Foto: El palacio en el que vivió Pedro de Ursúa. (CC/ Euskaldunaa)
El palacio en el que vivió Pedro de Ursúa. (CC/ Euskaldunaa)

“Nuestro principal propósito en esta vida es ayudar a los demás, y si no puedes ayudarlos, como mínimo, no les hagas daño”.

Dalai Lama

A día de hoy, sigue siendo un misterio la raíz histórica de la discriminación sufrida por esta minoría social, fruto de una marginación inmisericorde durante casi un largo milenio. Tal vez, eran desertores de algún ejército godo en retirada refugiados en los valles vasco navarros durante la larga huida en la época de la invasión árabe. Otras versiones los acusan vehementemente como potenciales transmisores de la lepra o, quizás, eran grupos de cátaros huidos de Occitania y apestados por herejes desde los pulpitos de los auténticos pervertidos o, como es más común en el sur de Francia, estigmatizados por ser descendientes de invasores musulmanes asentados a ambos lados de los limites pirenaicos. Sea cual fuere la razón de su segregación, el padecimiento de esta minoría no tenía tintes étnicos ni religiosos, pues su marginación, más allá del sambenito colgado por mentes ignorantes y sin discernimiento, no tenía ninguna justificación de peso.


Lo que sí se puede dar por cierto estudiando la trazabilidad histórica de su huella, es que estaban vinculados a gremios medievales de artesanos, canteros y trabajadores de la piedra, que caídos en desgracia a raíz las sucesivas crisis acaecidas a lo largo de los siglos XVI y XVII, se habrían convertido en mano de obra excedentaria en la magna construcción del tramo del Camino de Santiago desde el Pirineo Atlántico hasta Puente la Reina. Ello habría dado lugar a la localización geográfica de este grupo en zonas muy concretas de los Valles de Baztan y el Roncal, con ramificaciones en la parte aledaña de Aragón con el Reino de Navarra.

Hay quien metiendo la tijera alegremente, sin más principio que el de la mera especulación arbitraria –el que suscribe no tiene un criterio formado ni concluyente al respecto–, suprime la "a" de "agote", siendo ésta una traducción que favorece la corriente de opinión que da a los agotes una procedencia goda, con el marchamo o sinónimo de traición o deserción ante el enemigo, pues es probable que ante aquella marea de turbantes, algunas familias visigodas buscaran en los Pirineos el ocultamiento que la estepa castellana hacía imposible quedando hasta nuestros días su condición, como signo de infamia.

Una duda de siglos

La pregunta en cuestión –si este fuera el caso–, es ¿hay que morir cuando todo está perdido? Quizás sea esta una condición exclusiva de los héroes. Tanto Pio Baroja en 'Las horas solitarias' como Moncaut en su 'Historia de los pueblos pirenaicos' hablan de su aspecto raquítico, probablemente producto del castigo permanente del hambre y de la miseria de un colectivo que no se sabe porque, fue blanco de las iras de los lugareños en el norte de Navarra y parte Oeste de Aragón.

Investigaciones recientes sitúan en la Universidad de Burdeos la hipótesis de que se trataban de delincuentes fugitivos, condenados al vacío del delito menor durante la Baja Edad Media en la Francia feudal (con sus crisis demográficas, peste y malas cosechas), y que se habrían refugiado en el bajo Pirineo para escapar de la justicia del país vecino, teoría cuestionable pero ciertamente investigada como eje fidedigno, pero a la vez, sin el suficiente contraste como para sentenciar su veracidad, y sí, quizás, arrojar más infamia sobre estas gentes.


Una bula pontificia fechada el 13 de mayo de 1515, en la que se recomienda el examen de la petición que los agotes elevaron al Papa para que se les tratase como al resto de los fieles, no surtió mucho efecto. La sentencia eclesiástica no tuvo efectos en la práctica, ni tampoco sendos decretos dictados en 1534 y 1548 por las Cortes de Navarra a favor de este grupo tan estigmatizado. No eran siervos, pero gozaban de la protección de la Iglesia y de una libertad restringida. Libres de cargas fiscales, tampoco eran contribuyentes, pero en paralelo, carecían de los más elementales derechos.

En 1673, Pedro de Ursúa –familia que defendió y amparó siempre a los agotes por un elemental principio de coherencia cristiana–, rompió una pica ante las Cortes Castellanas y Aragonesas para que se les reconociera como originarios de Baztan y por lo tanto, navarros de pleno derecho.

Sin embargo, el propio Pio Baroja con su incuestionable autoridad y sabiduría incontestable, decía de ellos, que eran pacíficos, laboriosos e industriosos, serios y sedentarios con alma de músicos, (eran los txistularis, tamborileros y bertsolaris de las tierras altas de Navarra), al tiempo que destacaban como artesanos, carpinteros y poetas. Una visión, la de este erudito, bastante diferente de la tradicional infamia y presumible calumnia de la que el vulgo en su atrevida ignorancia, impregnaba a estas gentes, rendidas ante la evidencia de un controvertido poder superior, que por supuesto como casi siempre, adolecía de la justicia más elemental.

Lo cierto es que, con la sospecha y el temor a la lepra, se les fue encerrando en un círculo moral y psicológico peor que el sanitario

En el libro 'Nuevo Baztan' de Eusebio Bartolomé, en un acertado resumen, refleja la peculiar atmosfera que presidía aquel horrible y ultra racial escenario de odio. "Lo cierto es que, con la sospecha y el temor a la lepra, se les fue encerrando en un círculo moral y psicológico peor que el sanitario” (sic).

La experiencia nos enseña que donde abunda la ignorancia, la malévola inteligencia manipuladora está presta y al acecho para fabular contra los odiados. No puede haber buenos sin malos, ni verdad que se precie sin una buena mala educación.

La historiadora Mª Carmen Aguirre Delclaux investigó durante años intentando aclarar el verdadero origen de este pueblo vilipendiado, sin inclinarse por una conclusión circular, cerrada e irrefutable. Según un criterio de aproximación a una teoría plausible, parece probable que en aquellos tiempos, se separase al enfermo del trato común con la gente “normal” a la menor sospecha. Era el largo momento de la lepra y la peste, y el terror cabalgaba a uña de caballo. Una simple erupción cutánea, alergia o soriasis, podían detonar la alarma y hacer que el presunto enfermo saliera eyectado de cualquier núcleo urbano o rural, en dirección desconocida.

Documental sobre los agotes.

Hacia 1817 se promulgaría una ley por la que se suprimían todas las discriminaciones que existían en contra de estos maldecidos, y se aprobaba la igualdad de derechos en todos los territorios de Navarra. Curiosamente, aquellos desterrados del derecho divino y de las más elementales formas de compasión humana, hayan sido a la postre, los transmisores de parte del todo, de ese formidable legado cultural encriptado en ese antiquísimo pueblo, el vasco, cuyos orígenes la memoria no alcanza a encontrar.

La escritora Toti Martinez de Lece argumenta que los agotes eran simples paganos precristianos que eran "apartados" por razón de no haberse cristianizado. Algunos “expertos”, no mencionan en sus trabajos el hecho de que la Iglesia Católica llamase "leprosos espirituales" a los herejes, conversos o simplemente paganos. No hay que olvidar que el paganismo ha estado solapado a través de la historia como corriente subterránea en las creencias más íntimas del católico pueblo vasco. En Arizkun y en Elizondo, hay documentación probatoria de que por módicas cantidades, la Iglesia local conseguía dispensar del infierno a las almas descarriadas, y muchos agotes se salvaron por la campana de ver chamuscadas sus mermadas carnes.

“Nuestro principal propósito en esta vida es ayudar a los demás, y si no puedes ayudarlos, como mínimo, no les hagas daño”.

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