Los documentos secretos del FBI sobre el verdadero final de Hitler
El FBI ha hecho público un abultado informe de más de 200 páginas en el que se relata, con todo lujo de detalles, la investigación que se realizó para comprobar si Adolf Hitler se escondía en Argentina
Los documentos clasificados de Estados Unidos son una fuente inagotable de sorpresas y muchos constatan que las teorías de la conspiración no eran sólo un invento de vaqueros chiflados que habitan en caravanas: en ocasiones constituían el día a día de detectives y servicios de inteligencia que se las tomaban muy en serio.
Recientemente, la Oficina Federal de Investigación (el omnipresente FBI) ha hecho público un abultado informe de más de 200 páginas en el que se relata, con todo lujo de detalles, la investigación que se realizó para comprobar si Adolf Hitler no estaba muerto, como habían asegurado las autoridades soviéticas, y en realidad había huido en submarino para esconderse en Argentina.
Parce que los americanos no se fiaban de la versión oficial sobre el fin de Hitler, esa que narró magistralmente la película 'El Hundimiento' y según la cual el dictador se suicidó el 30 de abril de 1945 junto a su mujer, Eva Braun, con la que se había casado el día anterior.
Supuestamente, cuando los soviéticos llegaron al bunker del Führer encontraron los cadáveres incinerados en un estado terrible, pero no compartieron ninguna información con los aliados. Los rusos no confirmaron oficialmente la muerte de Hitler hasta 1955, y ni siquiera entonces se mostraron evidencias sustanciales sobre la identificación de los cuerpos, lo que, claro está, alimentó todo tipo de teorías.
Bienvenido, señor Hitler
El informe del FBI, firmado el 21 de septiembre de 1945, pone en evidencia que la posibilidad de que Hitler siguiera vivo se tomó muy en serio. El documento cuenta la historia que un reportero del diario 'The Los Angeles Examiner' contó al FBI. Según el periodista, en julio de ese mismo año, un amigo suyo llamado “Jack” se encontró con un miembro del Gobierno argentino que quería compartir una información de alto secreto, pero sólo con la condición de obtener asilo en EEUU y no volver a su país, que acababa de sufrir un golpe de estado militar.
El führer se había afeitado el bigote para pasar desapercibido, lo que revelaba una verruga en su labio superior
El informante decía haber sido uno de los cuatro hombres que se encontró con Hitler en una playa argentina, sólo dos semanas después de la toma de Berlín por el Ejercito Rojo. El führer llegó al país andino acompañado de 50 nazis, que se alojaron en casas de familias alemanas en los pueblos de San Antonio, Videma, Neuquén, Muster, Carmena y Rason. Según el confidente, su salud era precaria, y muchos de ellos tenían asma y úlceras. El führer además se había afeitado el bigote para pasar desapercibido, lo que revelaba una verruga en su labio superior (quizás la razón por la que siempre llevo su icónico mostacho).
El chivato argentino llegó a escribir una carta al mismísimo J. Edgar Hoover, el director del FBI, especificando la ubicación exacta del refugio de Hitler: una residencia bajo tierra situada a 1086 kilómetros al oeste de Florianópolis y 692 kilómetros al noroeste de Buenos Aires. El dictador vivía junto a dos dobles en un área secreta tras una pared fotosensible que se deslizaba para revelar la entrada del bunker.
El führer y el resto de nazis huidos contaban con una cuenta de banco cedida por una tal “Mrs. Eichorn”, una vieja conocida de Hitler, que regentaba un Hotel en La Falda, y en la que había más de 30.000 marcos (unos 2 millones de dólares al cambio actual).
Una historia que el FBI se tomó muy en serio
El documento constata que el informante recibió 15.000 dólares por su confesión, pero ahí no acabó la cosa. El susodicho se puso en contacto con “Jack” para organizar un encuentro en un hotel de San Antonio en el que un hombre facilitaría la ubicación exacta del escondite de Hitler, que se encontraba fuertemente custodiado. Pero el FBI nunca logró saber si el encuentro tuvo lugar. El reportero de 'The Los Angeles Examiner' trató de ponerse en contacto directamente con el informante pero tampoco tuvo éxito.El confidente también contó que Hitler podría haber entrado en los Estados Unidos, pero el FBI no encontró ningún indicio de que esto fuera real.
A día de hoy la ubicación de los restos de Hitler (si es que alguna vez se llegaron a encontrar) sigue siendo un misterio
Los agentes del FBI consideraban que la historia era creíble pero no tenían suficiente información para hacer una investigación completa, por lo que el caso quedo en punto muerto. Un memorándum posterior del FBI confirmaba que el agente en cargo de la investigación creía de verás que Hitler y Braun habían sobrevivido a la toma de Berlín, pero no estaba seguro de que se hubiera escondido en Argentina y creía más probable que el dictador se encontrara en Suiza.
A día de hoy la ubicación de los restos de Hitler sigue siendo un misterio. En los años 90 los soviéticos aseguraron que el NKVD –el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos– también especuló con la posibilidad de que Hitler hubiera huido pero, tras una intensa busqueda, lograrón hallar los restos irreconocibles del füherer, su mujer, y la familia Goebbels, y estos fueron transportados a un cuartel militar que luego pasaría a ser territorio de la República Democrática Alemana.
Estos restos, siempre según la versión soviética, permanecieron secretamente enterrados bajo un jardín de dicho cuartel en la ciudad de Magdeburgo. Sólo algunas autoridades de la NKVD sabían dónde estaban, hasta que en 1970 fueron exhumados, se extrajo el cráneo a Hitler y el resto del cadaver fue incinerado para evitar que su tumba se convirtiera objeto de veneración.
Hasta la fecha nadie sabe donde está el cráneo de Hitler, si es que realmente se econtró. Supuestamente, el único fragmento de su cadáver que se conserva, un hueso parietal de su caja craneana, está en un museo soviético, pero en 2009, el arqueólogo Nick Bellantoni realizó un análisis de ADN en los restos y determinó que no pertenecían al dictador. El misterio sigue sin solución.
Los documentos clasificados de Estados Unidos son una fuente inagotable de sorpresas y muchos constatan que las teorías de la conspiración no eran sólo un invento de vaqueros chiflados que habitan en caravanas: en ocasiones constituían el día a día de detectives y servicios de inteligencia que se las tomaban muy en serio.