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La extraña relación entre los productos lácteos de los 80 y el párkinson
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una "sospechosa" coincidencia

La extraña relación entre los productos lácteos de los 80 y el párkinson

El problema podría no estar en la propia leche, sino en un pesticida, el epóxido de heptacloro, que se encontraba en niveles elevados en la leche hasta que fue prohibido en los años 80

Foto: El actor Michael J. Fox es uno de los pacientes de párkinson que más han hecho por dar a conocer la enfermedad.
El actor Michael J. Fox es uno de los pacientes de párkinson que más han hecho por dar a conocer la enfermedad.

La enfermedad de Parkinson es el segundo trastorno neurodegenerativo más común, sólo superado por el alzhéimer; y, al igual que éste, sus causas se desconocen. Los científicos han realizado infinidad de estudios epidemiológicos tratando de encontrar relaciones estadísticas entre diversos factores ambientales (como la dieta o la exposición a determinadas sustancias) y la aparición de la enfermedad. Estas, claro está, no implican una relación de causa-efecto, pero al menos apuntan posibles soluciones.

En 2008, un estudio publicado en el 'American Journal of Epidemiology' encontró una relación significativa entre el consumo de lácteos y la enfermedad, sobre todo entre los hombres. Ahora una nueva investigación afina el hallazgo: el problema podría no estar en la propia leche, sino en un pesticida, el epóxido de heptacloro, que se encontraba en niveles elevados en los productos lácteos hasta que fue prohibido a mediados de los años 80.

Los investigadores, liderados por el doctor R.D. Abbott, profesor de la Shiga University of Medical Science de Otsu (Japón), han analizado los datos de 449 americanos de origen japonés que participaron en el Estudio de Envejecimiento de Honolulu-Asia durante más de 30 años hasta su muerte, después de la cual se les realizó una autopsia.

El pesticida se hallaba en niveles muy altos en la leche a a principios de 1980 en Hawái, donde se utilizaba para proteger las plantaciones de piña

Las pruebas analizaron si los participantes habían perdido neuronas de la sustancia negra del cerebro, una porción heterogénea del mesencéfalo cuyo deterioro, que es la principal señal del párkinson, puede comenzar décadas antes de que aparezcan los primeros síntomas de la enfermedad.

La investigación mostró que las personas no fumadoras que bebían más de dos vasos de leche al día tenían una cantidad de neuronas un 40% inferior en la sustancia negra que aquellas que no bebían. Una asociación que no ocurría entre los fumadores que, como han mostrado estudios anteriores, tienen menores posibilidades de padecer párkinson.

Los investigadores también estudiaron la cantidad de residuos del pesticida en 116 cerebros que aparecieron en el 90% de las personas que bebían leche, frente al 63% de las personas que no la bebían. Esta relación parece explicarse dado que el pesticida se hallaba en niveles muy altos en el suministro de leche a principios de 1980 en Hawái, donde se utilizaba para proteger las plantaciones de piña, aunque la sustancia también estaba presente en los acuíferos subterráneos (por lo que la contaminación pudo producirse además bebiendo agua de pozo).

Lo que sí lograron confirmar los científicos es que la acumulación del pesticida en el cerebro ocurrió antes de que se dañaran las neuronas de la sustancia negra, lo que parece indicar que fue este compuesto tóxico el que provocó la enfermedad.

Historia de un veneno

Los autores del estudio, que se ha publicado en 'Neurology' (la revista oficial de la Academia Americana de Neurología), aclaran que su investigación sólo muestra una asociación entre el pesticida, la leche y el párkinson que habría que comprobar; y hay muchas posibles explicaciones, incluida la simple y llana coincidencia. Ahora bien, como ha reconocido en 'Time' el doctor Abbott, aunque la asociación “no es definitiva, es muy sospechosa”.

En España el uso del pesticida fue restringido en 1976 pero no se prohibió totalmente hasta 1994 y todavía se encuentran residuos en algunos acuiferos

El epóxido de hetacloro es una sustancia desterrada para siempre como pesticida, pues fue uno de los plaguicidas incluidos en el Convenio de Róterdam, un tratado internacional que reguló el uso de sustancias tóxicas como el DDT o el mercurio. Ahora bien, se trata una sustancia bioacumulable y que tarda mucho en desaparecer del medio ambiente, por lo que todavía está presente en el suelo y el agua de las zonas en las que se utilizó. A día de hoy, explica Abbott, todavía es posible encontrar trazas del pesticida en la leche de sitios tan dispares como Etiopía o Italia. En España su uso fue restringido en 1976 pero no se prohibió totalmente hasta 1994 y todavía se encuentran residuos en algunos acuiferos, por ejemplo en el parque de Monfragüe o en la laguna de El Hito, en Cuenca.

Dicho esto, el doctor es muy claro al afirmar que nadie que beba leche debería preocuparse hoy en día por sufrir la enfermedad –él mismo, asegura, bebe un vaso al día–. Lo que trata el estudio, explica, es de añadir más información en torno a la importancia de la dieta y otros hábitos de vida en el desarrollo de enfermedades como el párkinson. “Esta investigación se suma a la literatura científica que asegura que la dieta podría jugar un papel en la enfermedad”, explica Abbott. “Pero también nos dice que la comida no sólo es su valor nutricional. También hay contaminación, y eso es lo que había en esa comida”.

La enfermedad de Parkinson es el segundo trastorno neurodegenerativo más común, sólo superado por el alzhéimer; y, al igual que éste, sus causas se desconocen. Los científicos han realizado infinidad de estudios epidemiológicos tratando de encontrar relaciones estadísticas entre diversos factores ambientales (como la dieta o la exposición a determinadas sustancias) y la aparición de la enfermedad. Estas, claro está, no implican una relación de causa-efecto, pero al menos apuntan posibles soluciones.

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