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"La de las tetas": así es la vida cotidiana cuando tienes pechos grandes
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"Son una maldición"

"La de las tetas": así es la vida cotidiana cuando tienes pechos grandes

"Estoy segura de que mis pechos han sido rozados y exprimidos 'accidentalmente' muchas más veces que los de una mujer con un tamaño medio", relata la mujer con una talla XXL de sujetador

Foto: Para mantener en su sitio algunos volúmenes no vale con un simple 'push up'. (iStock)
Para mantener en su sitio algunos volúmenes no vale con un simple 'push up'. (iStock)

“El año pasado una amiga me confesó que su marido se tiene que esforzar mucho cuando mantiene una conversación conmigo porque 'no consigue mirar más allá de mis pechos'. Y no le ocurre sólo a él: con una regularidad deprimente me encuentro con personas que no pueden mirarme a la cara”.

Acostumbrada a que le identifiquen como “la de las tetas” en fiestas y demás eventos, una mujer de talla XXL de pecho ha contado al periodista de 'The Guardian' Rowan Martin como es el día a día cuando se tiene unos pechos más grandes de lo normal.

Dos buenas razones para sentirse diferente

“En el mismo día, llevando la misma ropa y caminando por la misma calle me han gritado '¡sácalas fuera mi amor!' y '¡mantén eso lejos, escoria!'. No es de extrañar que mis pechos y yo hayamos tenido una complicada relación”, explica la afectada, quien comenta que la forma y tamaño de sus voluminosos senos ha ido cambiando con el paso de los años, especialmente después de dar a luz: “Actualmente, a los 34 años de edad, soy la no tan orgullosa propietaria de un par de tetas que sobresalen por mis costados como un adorno de tarta obsceno. Este año, he perdido 19 kilos y medio de peso, pero bajé sólo una talla de copa. Estoy hecha de esta manera, no lo hago a propósito”.

Tiene una amplia lista de adjetivos para describir a sus pechos: engorrosos, voluminosos, enormes, difíciles de manejar, fuertes, desproporcionados… En ocasiones “avergonzada”, asegura que no le hacen sentir “bendecida, femenina, segura ni atractiva”.

Pero no siempre ha sido así. A lo largo de su vida también ha encontrado momentos en los que ha sacado beneficios de su voluminosa delantera: “Apretar mis codos mientras me inclinaba sobre la barra en un bar que estaba lleno se traducía en que nos sirviesen rápidamente”, recuerda.

De uso y disfrute público

“De la misma manera que la gente toca el vientre de una embarazada sin pedir permiso, los pechos grandes son a menudo tratados como una propiedad pública. He escuchado conversaciones abiertas de personas desconocidas en bares planteándose cosas como '¿de qué tamaño serán?' o '¿son de verdad?' Estoy bastante segura de que mis pechos han sido rozados y exprimidos 'accidentalmente' muchas más veces que los de una mujer con una talla dentro de la media”, relata.

Motivo de mofa en muchas ocasiones, sus senos también han sido protagonistas de bochornosos y desacertados comentarios de hombres con un estilo para ligar un tanto peculiar: “Algunos pervertidos se han ofrecido a ayudarme a buscar algún objeto extraviado en mi escote”.

En el mismo día, llevando la misma ropa y caminando por la misma calle me han gritado '¡sácalas fuera mi amor!' y '¡mantén eso lejos, escoria!'

“Nadie le pide a una mujer con sobrepeso que revele su talla de ropa ni le dicen a un hombre narizón que debería considerar hacerse una rinoplastia”, pero parece que todo el mundo tiene opiniones y consejos que darle a una persona con una talla XXL de sujetador. Del mismo modo que muchas personas le han dicho que debía estar orgullosa de su delantera y que era afortunada, otras tantas le han recomendado hacerse una reducción de pecho.

Beneficios los justos

“Hablando con otras mujeres de mi edad con pechos grandes, me di cuenta de que no estoy sola”, explica mientras comienza a redactar una lista en la que plasma algunas de las principales dolencias físicas derivadas de cargar con unos enormes pechos. En esta anota el constante dolor de espalda, cuello y hombros, las marcas y rozaduras permanentes causadas por los tirantes del sujetador y los aros, erupciones dolorosas bajo cada uno de los pechos, los problemas para encontrar una posición cómoda para dormir...

“Para mi es necesario sujetar un pecho con cada mano cuando corro para coger un autobús o subo las escaleras”, acto que le conmovió saber que también tenía que hacer a diario otra mujer con pechos grandes. Asegura que hacer deporte puede resultar un calvario para mantener sus pechos bajo control sin que le dificulten e incluso impidan hacer, por ejemplo, determinadas posturas de yoga.

El peor momento del día

“La mayor fuente de frustración y miseria, la que eclipsa a todas los demás, es el tormento diario de vestirse. Los escotes son como un campo de minas: si es demasiado alto hace un efecto que yo denomino 'el muro de teta', pero no hay nada peor que el cuello de polo con el que parece que estoy haciendo alarde deliberadamente de mis mercancías”, explica.

“La lista de 'noes' a la hora de vestirme es interminable”, asegura. Si se cubre demasiado parece “una carpa humana” y si utiliza prendas ajustadas o con estampados llamativos “la gente me mira como si fuese una estrella del porno”.

Me cuesta asumir que tenga que someterme a una carnicería y traicionar a mis senos sólo por ajustarme a lo que se ha establecido como el ideal de belleza

“Mis sujetadores son tan feos que los escondo en el armario para que mi pareja no los vea”. Pero aunque estéticamente sean modelos horrorosos, son la única opción para “mantener el tsunami de mis senos”, describe. Y además no son nada baratos: cada sostén le cuesta una media de 60 libras –unos 85 euros– y apenas le duran unas 12 semanas: “Estoy haciendo campaña para que el gobierno nos de un estipendio anual para pagarnos la ropa interior”, bromea.

“Son parte de lo que soy”

Se ha planteado en varias ocasiones realizarse una operación de reducción de pecho, pero le echa para atrás la idea de que se trate de un procedimiento doloroso, invasivo y conlleva riesgos graves. Pero al margen de cicatrices y quirófanos, hay un motivo que va más allá en su decisión de dejarlos tal y como están, aunque tras haber sido madre no estén en las condiciones que le gustarían: “Mis pechos son parte de lo que soy pero me resulta cada vez más difícil ocultar los sentimientos de disgusto y odio que me evocan hacia mí misma. Lo que me parece más difícil de asumir es la sensación de tener que someterme a una carnicería y traicionar a mis senos sólo por ajustarme a lo que se ha establecido como el ideal de belleza”.

“Mis pechos están a salvo por ahora. Espero que algún un día verdaderamente pueda pensar que tener unas tetas grandes es un problema de los demás, no mío”, comenta orgullosa de empezar a sentirse bien consigo misma.

“El año pasado una amiga me confesó que su marido se tiene que esforzar mucho cuando mantiene una conversación conmigo porque 'no consigue mirar más allá de mis pechos'. Y no le ocurre sólo a él: con una regularidad deprimente me encuentro con personas que no pueden mirarme a la cara”.

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