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El truco para saber si un político miente
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El truco para saber si un político miente

Un grupo de sociólogos ha analizado los discursos de los políticos que más nos engañan y han encontrado una peculiaridad en ellos a la que han llamado "efecto Pinocho"

Foto: 'Como mentiroso vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación que os debo, os la voy a pagar'. (iStock)
'Como mentiroso vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación que os debo, os la voy a pagar'. (iStock)

Echando un simple vistazo a la opinión que los españoles tienen de sus políticos y las calificaciones que estos suelen obtener en la encuesta del CIS, cabe pensar que nos fiamos más bien poco de nuestros mandatarios. En un momento en el que la reputación de los políticos está bajo mínimos, tendemos a sospechar aún más de sus discursos. No obstante, hay diversas investigaciones que nos ayudan a identificar a los mentirosos cuando hablan en público o escriben un texto largo. La clave no se encuentra únicamente en los gestos –como aquella bajada de ojos de Bill Clinton al afirmar que no conocía a Monica Lewinsky–, sino en las palabras que salen de su boca.

La clave se encuentra en el tamaño, señala una investigación publicada este año en 'Discourse Processes'. Concretamente, en la longitud de las oraciones que pronuncian o escriben los políticos. Cuanta más larga y alambicada sea una frase, más probabilidades existen que su autor nos esté mintiendo, señala el estudio: “Los políticos que mienten utilizan más palabras y oraciones negativas que los que dicen la verdad tanto en entornos guionizados como interactivos”. Por el contrario, si una respuesta es corta y va al grano, es más probable que sea sincera.

Cuando mentimos, añadimos detalles innecesarios para hacer que parezca una historia más creíble

Los investigadores analizaron léxicamente a través del programa LIWC (Linguistic Inquiry and Word Count) diversas aseveraciones tanto ciertas como falsas que habían recogido de la página web Politifact, que revisa las afirmaciones de los políticos para comprobar su veracidad. La verborrea es un signo de que la persona con la que estamos hablando nos engaña, tanto si lo ha preparado como no.

Estos resultados son coherentes con lo que expusieron tres agentes de la CIA, Philip Houston, Michael Floyd y Susan Carnicero, en su libro 'Spy the Lie. Former CIA Officers Teach You How to Detect Deception' (St. Martin's Press). En él señalaban que las constantes referencias a nuestra honestidad, en forma de adverbios de refuerzo (“sinceramente”, “con franqueza”), nos deberían hacer sospechar.

Es lo que los investigadores llaman el efecto Pinocho”. Cuando mentimos, “añadimos detalles innecesarios para hacer que parezca una historia más creíble”, como afirmaba la profesora de Sociología de la Universidad de Winsconsin Lyn van Swol, autora del estudio. Pero no se trata únicamente de que un mayor número de palabras haga pasar nuestras mentiras por verosímiles, de igual manera que determinados escritores consiguen introducir al espectador en un mundo fantástico preocupándose por el más mínimo detalle en sus descripciones.

También, un discurso lleno de matices, subordinadas y paráfrasis nos ayuda a evitar la simple y directa mentira, que siempre resulta mucho más costosa psicológicamente. Pensemos, por ejemplo, que vamos a mentir a nuestra pareja cuando nos pregunta por qué hemos llegado tan tarde. De acuerdo que no vamos a responder “porque he estado en el bar”, pero es probable que no nos limitemos a soltar “porque había atasco”. Lo más probable es que ofrezcamos una larga respuesta, en plan “porque he salido de trabajar un poco más tarde que de costumbre, así que me he encontrado con el atasco de la autopista de circunvalación, y una vez que he conseguido llegar al barrio, me he dado cuenta de que tenía que comprar tabaco”. ¿Verdad que suena más creíble? Pues mientes.

¿Mentir yo?

Cabe otra posibilidad, y es que el mentiroso tenga tanta confianza en sí mismo que ni siquiera se dé cuenta de que está engañando a nadie. Es lo que sugiere una investigación firmada por Anna Elisabetta Galeotti y publicada este mismo verano en la revista 'Political Studies'. La autora sugiere que, en realidad, los políticos no son maestros del engaño, sino que simplemente, se creen sus propias mentiras. Ello provoca que sean tan convincentes en sus engaños y que en tantos casos no tengan ninguna clase de reparo moral a la hora de proporcionar información incorrecta.

Como explicaba la autora, “el autoengaño es una clase de irracionalidad motivada, es el arte de creer algo simplemente porque se desea que sea cierto cuando la evidencia apunta que no lo es”. Ello tiene una relación estrecha con la imagen que tenemos de los poderosos. “Un líder carismático es persuasivo en consonancia con sus convicciones y fe; un mentiroso cínico y cuyo único interés es él mismo es fácil de detectar y raramente puede convertirse en un líder carismático”. Así pues, el político exitoso no es aquel que miente mejor, sino aquel que mejor sabe engañarse a sí mismo.

Echando un simple vistazo a la opinión que los españoles tienen de sus políticos y las calificaciones que estos suelen obtener en la encuesta del CIS, cabe pensar que nos fiamos más bien poco de nuestros mandatarios. En un momento en el que la reputación de los políticos está bajo mínimos, tendemos a sospechar aún más de sus discursos. No obstante, hay diversas investigaciones que nos ayudan a identificar a los mentirosos cuando hablan en público o escriben un texto largo. La clave no se encuentra únicamente en los gestos –como aquella bajada de ojos de Bill Clinton al afirmar que no conocía a Monica Lewinsky–, sino en las palabras que salen de su boca.

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