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Así es como la élite de Silicon Valley va a cambiar la educación para siempre
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Así es como la élite de Silicon Valley va a cambiar la educación para siempre

De Salman Khan al matrimonio Hothi pasando por Elon Musk, cada vez son más las propuestas que desde el ámbito tecnológico proponen cambiar la metodología escolar. Estas son sus ideas

Foto: Salman Khan se ha convertido en una de las grandes figuras del mundo educativo gracias a la Khan Academy. (Kim Kulish/Corbis)
Salman Khan se ha convertido en una de las grandes figuras del mundo educativo gracias a la Khan Academy. (Kim Kulish/Corbis)

Que vivimos un momento de cambio educativo en el que ya no hay vuelta atrás es algo en lo que todos nos podemos poner de acuerdo. No se trata únicamente de propuestas aisladas como la de los jesuitas, por poner un ejemplo, sino que es evidente que las nuevas necesidades de la sociedad requieren nuevas maneras de aprender. De lo que no somos tan conscientes es del papel como agentes educativos que van a jugar grandes multinacionales tecnológicas como Google, IBM, Microsoft, Samsung o Apple que, como recordaba José Antonio Marina, están realizando fuertes inversiones en “el próximo negocio del trillón de dólares”.

No cabe ninguna duda de que, al igual que ha ocurrido con otros aspectos de nuestra vida, gran parte de los cambios educativos vendrán promovidos desde Silicon Valley, que dispone de los recursos económicos y de la influencia comercial y económica necesaria para convertirse en motor del cambio. No siempre va a salir bien –el caso más evidente es el fiasco de la donación de 100 millones de dólares a los colegios públicos de Newark por Mark Zuckerberg–, pero la vanguardia se encuentra allí. “La zona de la bahía es el destino para todos los educadores que quieran ver los primeros signos de lo que estos nuevos modelos educativos pueden ser”, explica en un artículo de 'Wired' Brian Greenberg, el CEO de la Silicon Schools Fund, organización que apoya las nuevas propuestas.

No queremos aprendizaje por repetición ni las fórmulas preconcebidas que no sirven para nada más que para sacar una buena nota en el examen

Basta con entrar en su página web para entender lo que proponen muchas de estas organizaciones: que los estudiantes aprendan más y exploren sus propios intereses con un apoyo individualizado a través de la tecnología y nuevos métodos educativos. Otro buen ejemplo es el de Elon Musk, que abrió su propia escuela para sus hijos llamada Ad Astra y que se centra, ante todo, en el aprendizaje a través de la resolución de problemas.

La gran pregunta es, obviamente, si todos esos avances tan bonitos pero al mismo tiempo tan caros pueden implementarse a un nivel global. Mientras la resolvemos, estos son los ejes en los que gran parte de estas propuestas se mueven.

El alumno decide

Todas las propuestas innovadoras pasan por esta máxima del constructivismo, que ya se aplica en colegios de nuestro país como el Montserrat de Vallvidrera. De acuerdo, el alumno debe ser el protagonista de su proceso de aprendizaje y no ir a remolque del profesor, pero ¿cómo? La respuesta la tiene, por ejemplo, la Khan Lab School fundada por el inversor Salman Khan, al que Bill Gates considera como su profesor favorito, y que abrió el pasado curso como una prolongación de sus populares cursos 'online' que siguen 26 millones de alumnos de todo el mundo. La escuela, que es descrita en profundidad en de 'Wired' abrió sus puertas el curso 2014/2015 con el objetivo de situarse a la vanguardia de la educación estadounidense basándose en el libro de Khan 'The One World Schoolhouse' (Twelve).

“Lo que no quería era el deprimente proceso que a veces tiene lugar en las clases: el aprendizaje por repetición y las fórmulas preconcebidas que no sirven para nada más que para sacar una buena nota en el siguiente examen”, explica en el prefacio del libro. Por eso, los estudiantes de la Khan Lab School eligen su propio ritmo de aprendizaje, los contenidos que más les llaman la atención y fijan sus logros. Cada semana deben sleccionar aquello que van a aprender durante los días siguientes y el tiempo que les va a llevar. Todos los días, y tal y como ocurre en el colegio Montserrat, los alumnos reflexionan sobre la jornada que está a punto de empezar y se encuentran con sus tutores en reuniones privadas.

El profesor, otro material más

Ello provoca que la función del maestro cambie sensiblemente, de ser el emisor del conocimiento a convertirse en un acompañante. Son ellos los que vigilan que el proceso de aprendizaje del alumno se esté desarrollando en la dirección adecuada, pero no diseñan ni los currículos ni deciden su ritmo de aprendizaje. El objetivo es, como en otros aspectos, eliminar la homogeneidad de los procesos de aprendizaje e individualizarlos.

En ello es muy importante, cómo no, la tecnología, y en concreto el 'software' que pueden utilizar los estudiantes para aprender. Khan lo tenía claro cuando decidió dar el paso de sus vídeos educativos de la Khan Academy a la apertura de sus escuelas: se trataba de un suplemento necesario, pero no un cambio de paradigma. Aunque el auge de los MOOC sugiere un futuro en el que el profesor desaparecerá, lo más probable es que este ocupe el lugar de mentor, como en una universidad a distancia. Es lo que también sucede en Knowledge Academy, un proyecto internacional fundado por Dilshad y Barinder Hothi y que ha sido considerado el “Amazon del mundo educativo”.

Aunque su sistema se basa en cursos en línea, también ofrece “consultorios de atención sin cita previa” en los que el alumno puede acudir a un centro para que un profesor le resuelva sus dudas. No hay ninguna duda de que la pareja es ambiciosa. Como explican en un artículo publicado en la 'BBC', piensan ser en 10 años “tan grandes o incluso más que Google o Facebook”. Más allá de los castillos de arena del emprendedor, Knowledge Academy ya funciona en 210 países con más de 5.000 cursos, una facturación anual de casi 30 millones de euros y clientes como Disney o PriceWaterHouse.

La educación no terminará a los 18 (ni a los 30)

Si hay algo en que coincide todo el mundo, es que estamos entrando en una nueva era del conocimiento, en la que uno ya no dejará de estudiar después del instituto (o la licenciatura, o el máster), sino que estará obligado a formarse durante toda su carrera, y no necesariamente en los centros educativos que hemos conocido hasta la fecha como las universidades o las Escuela de Negocio.

Alguna gente ama la literatura, otra la música o las matemáticas. Tiene sentido que la educación encaje con las aptitudes y habilidades de cada uno

Como el propio Hothi explica a la 'BBC', su negocio tenía como objetivo proporcionar a todos estos trabajadores experimentados que se encontraban en el paro una manera de ofrecer una cualificación formal para encontrar un nuevo empleo acorde con sus capacidades: “Había tan pocos puestos vacantes que necesitabas tener más medallas en tu currículum”. En una línea semejante se encuentra la propuesta de la Universidad de Arizona, que está ofreciendo un MBA gratis a los emprendedores que tengan una buena idea con el objetivo de crear una comunidad de egresados potente… y de paso mejorar en los 'rankings' de su país.

Eliminar los elementos superfluos

Musk lo tenía claro a la hora de desarrollar Ad Astra: si queremos ofrecer una nueva educación debemos deshacernos sin miedo de gran parte de las cosas que conocíamos, como las clases divididas por edades o los currículos cerrados. “Alguna gente ama la Literatura o la lengua. Alguna gente ama las matemáticas. Alguna gente ama la música. Diferentes habilidades, tiempos distintos”, explicaba el cofundador de Tesla Motors. “Tiene más sentido dar forma a la educación para que encaje con sus aptitudes y habilidades”. No por casualidad, educar a los niños en casa es la última moda en Silicon Valley.

Es algo muy semejante a lo que ocurre con la Khan Lab School, donde no hay vacaciones de verano, ni lecciones de 50 minutos, ni clases organizadas por edad. Nada de crear una cadena de montaje en la que todos deban aprender lo mismo al mismo tiempo. Lo que sí hay son momentos dedicados al bienestar interior (una media hora en la que practican 'mindfulness') y al exterior (en los que hacen ejercicio físico), así como un par de horas por la tarde en las que deben solucionar algún problema del mundo real, como rediseñar la biblioteca del centro o realizar investigaciones en profundidad sobre un tema determinado. Y también hay exámenes (tres al año), esos que acaban de ser denostados por Barack Obama, pero que juegan un papel importantísimo en la configuración del centro.

Experimentación gracias a los datos

Si hay algo que convierte la Khan Lab School en algo especial es su manera de implementar el cambio. No, no se abrieron los cielos y una voz les explicó lo que deberían hacer, sino que el instituto es un lugar de experimentación en constante desarrollo que pone a prueba diferentes medidas que deben valorar los profesores. Para ello, la recogida de datos es clave: los alumnos deben tomar nota constantemente de sus intervenciones para llevar un registro del desarrollo de su carácter personal.

La mentalidad del ingeniero funcionó para la industria de los automóviles y la informática. ¿Por qué no podemos hacer lo mismo con la escuela?

“Se trata de una mentalidad de ingeniero”, explicaba Khan. “Puedes empezar con una base sólida, pero cuando observas, mides y repites, puedes conseguir algo sorprendente. Funcionó para la industria de los automóviles, de los ordenadores y del 'software'. ¿Por qué no podemos hacer lo mismo con la escuela?” Al final del primer curso, por ejemplo, la escuela llegó a la conclusión de que los estudiantes no se habían centrado demasiado en las materias sociales y que los alumnos debían organizarse según su nivel de independencia, no por su rendimiento académico. La experimentación, no obstante, no es un medio, sino un fin.

El objetivo último de la Khan Lab School es crear tácticas educativas que puedan ser implementadas en otros centros y a un nivel global. No se trata únicamente de educar a los hijos de los más privilegiados, sino también, de descubrir en entornos plenamente controlados y de élite aquello que puede funcionar en otros rincones del mundo. Por eso conviene no perder de vista lo que está ocurriendo en California, pues puede marcar la pauta de lo que está por venir.

Que vivimos un momento de cambio educativo en el que ya no hay vuelta atrás es algo en lo que todos nos podemos poner de acuerdo. No se trata únicamente de propuestas aisladas como la de los jesuitas, por poner un ejemplo, sino que es evidente que las nuevas necesidades de la sociedad requieren nuevas maneras de aprender. De lo que no somos tan conscientes es del papel como agentes educativos que van a jugar grandes multinacionales tecnológicas como Google, IBM, Microsoft, Samsung o Apple que, como recordaba José Antonio Marina, están realizando fuertes inversiones en “el próximo negocio del trillón de dólares”.

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