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El truco del psiquiatra para que le cuentes todo (y que funciona siempre)
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El truco del psiquiatra para que le cuentes todo (y que funciona siempre)

Hacer chistes malos y mostrarse un poco torpe y desenfadado ayuda a ganarse la confianza de colaboradores y pacientes mucho más rápido

Foto: Los psiquiatras deberían aprender de los genios del humor.
Los psiquiatras deberían aprender de los genios del humor.

Todos conocemos a alguna persona que, literalmente, ha acampado en la consulta de su psiquiatra. Sin embargo, a la mayoría de nosotros tener que contar nuestros problemas ante un desconocido que te mira por encima de las gafas –siempre resbalando sobre la punta de la nariz–,toma apuntes y hurga en tus traumas de infancia, no nos hace ninguna gracia.

Para evitar que las sesiones terapeuta-paciente se conviertan en un remake delirante de la película 'Una terapia peligrosa' o un corolario de silencios y miradas de póquer, los psiquiatras Maurice Schweitzer y Adam Galinksy han publicado un libro donde proponen algunos trucos para que los terapeutas logren ganarse la confianza de sus pacientes, a través del testimonio de otros profesionales exitosos.

Creíble pero humano

Según los autores de 'Friend and Foe: When to Cooperate, When to Compete, and How to Succeed at Both' (Crown Business), una táctica infalible para conseguir que los pacientes se relajen es mostrarse cercano, e incluso un poco torpe. Verter el café sobre la mesa en un descuido o fingir que se te cae un lápiz pueden ser la clave para que una persona que llega por primera vez a su consulta deje de lado sus ansiedades y temores y se anime a contar sus problemas.

Un truco que le funciona a las mil maravillas a uno de sus estudiantes, un psiquiatra de nombre Tom, es contarle a sus visitas algún que otro chiste malo para demostrar que además de buen terapeuta es un tipo bastante majo y, en consecuencia, digno de confianza.

Buen rollo en la oficina

En entornos laborales altamente exigentes y competitivos, a menudo hay un difícil balance entre la necesidad de cooperar con los compañeros y la de intentar sobresalir para conseguir aumentos salariales, ascensos o reconocimiento.

Según los autores del libro, es fácil lograr que el 'estira y afloja' entre el interés propio y el colectivo no acabe por partirnos en dos, si seguimos estos tres pasos que utilizan los psiquiatras más 'enrollados':

1. Ya lo decía Darwin, para sobrevivir hay que competir

No se trata de hacer constantemente un pulso con el mundo, pero admite que incluso en la relación con nuestros hermanos existe ese delicado balance entre competitividad y colaboración.

“Creemos que la confianza se consigue con el tiempo, pero mostrarte sincero y vulnerable puede marcar la diferencia entre una relación tensa o fraternal”

2. Modérate y vencerás

Piensa que si eres demasiado competitivo puede que las personas te den de lado y pierdas la oportunidad de hacer nuevos amigos y crear sinergias laborales.

3. Somos esclavos de nuestras palabras

Para provocar ansiedad en un empleado o colaborador solo tienes que utilizar estas palabras mágicas: “Mendoza, ¿puedo hablar contigo más tarde?”. A menos que te creas un maestro del suspense a la altura de Alfred Hitchcock, será mejor que reflexiones sobre cómo tu comportamiento afecta a otras personas.

Para demostrarte lo sencillo que es, Schweitzer y Galinksy citan el ejemplo de un ingeniero americano que trabajaba para una compañía japonesa, país muy dado a marcar jerarquías, sobre todo laborales. Tras un tiempo sintiéndose frustrado y aislado, decidió unirse a sus compañeros de trabajo en una noche de karaoke –hobby nipón por excelencia junto al ruidoso Pachincko– y las asperezas y reticencias desaparecieron en lo que dura una canción de Sinatra.

“Todo el mundo cree que la confianza se gana con el tiempo. No obstante, mostrándote vulnerable y sincero puedes lograr una relación de camaradería en mucho menos de lo que tardas en limpiar el café que has tirado 'por accidente'”, señalan estos psiquiatras.

Pero, recuerda, una cosa es no tener miedo de mostrar tus fallos y otra muy diferente es convertirse en un imitador de Mr. Bean. Que sirva de advertencia...

Todos conocemos a alguna persona que, literalmente, ha acampado en la consulta de su psiquiatra. Sin embargo, a la mayoría de nosotros tener que contar nuestros problemas ante un desconocido que te mira por encima de las gafas –siempre resbalando sobre la punta de la nariz–,toma apuntes y hurga en tus traumas de infancia, no nos hace ninguna gracia.

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