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El síndrome del ojo seco: la dolorosa enfermedad que sufren miles de personas
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"Tienes un cuchillo clavado en el ojo"

El síndrome del ojo seco: la dolorosa enfermedad que sufren miles de personas

La padecen entre un 10 y un 15% de la población y, en sus casos más graves, el dolor es tan intenso que varios pacientes han llegado a suicidarse

Foto: Tus ojos pueden ser tu mayor tortura. (iStock)
Tus ojos pueden ser tu mayor tortura. (iStock)

“Imagina que tienes un cuchillo clavado en el ojo. Para siempre”. Así define un paciente entrevistado en Mosaic el dolor que siente a diario por causa de una enfermedad muy común, pero sin cura y, en los casos más graves, terriblemente dolorosa.

El síndrome del ojo seco es la enfermedad oftalmológica de mayor prevalencia. Se calcula que la sufre entre un 10 y un 15% de la población: 1.000 millones de personas en el mundo la tienen en mayor o menor grado.

Para muchos pacientes en una simple sensación de molestia, un picor o irritación que se manifiesta cuando las glándulas lagrimales no funcionan correctamente, estamos demasiado tiempo delante del ordenador o pasamos el día en ambientes demasiado secos (como los que se generan en las oficinas cuando el aire acondicionado está puesto a máxima potencia).

Los pacientes con los casos más graves del síndrome han tenido el mismo problema que los enfermos de fibromialgia. Nadie les tomaba en serio

Pero para otras personas, las que sufren los casos más graves, el dolor es insoportable y crónico. Parpadear puede ser tan tormentoso que algunos pacientes se han cosido parcialmente los parpados para no tener siquiera que intentarlo. Hay quienes incluso han llegado a suicidarse. Y no estamos exagerando. El doctor Carlos Belmonte, fundador del Instituto de Neurociencias de Alicante y uno de los neurólogos más prestigiosos de nuestro país, ha conocido a varios pacientes con perfiles como el descrito.

“Hay una parte de los enfermos que tiene esas sensaciones porque su secreción lagrimal está disminuida, el ojo se le seca más y tienen irritación”, ha explicado Belmonte a El Confidencial. “Poniéndose gotitas, mientras duran, se sienten mejor. Pero hay personas con los nervios dañados. Y esto no se puede arreglar de ninguna manera. Son los casos más dramáticos”.

De oftalmólogo en oftalmólogo

El via crucis por el que pasan estos pacientes puede resultar insoportable. Van de un oftalmólogo a otro sin encontrar una solución a su problema. La gran mayoría de médicos desconoce cuál es el origen de su dolor, las molestias no encajan con la definición tradicional del síndrome y son incapaces de mitigarlo. Solución: achacar el problema a trastornos psicológicos.

Como explica Belmonte, los pacientes con los casos más graves del síndrome han tenido el mismo problema que los enfermos de fibromialgia. Nadie les tomaba en serio. “Hace unos años tuve una batalla con mis colegas porque me parecía mal que consideraran a las enfermas de fibromialgía, pues en su mayoría son mujeres, como unas histéricas, diciendo que su dolor era psicológico”, explica el neurocientífico. “Es un dolor fatigoso que las deja hechas polvo. Nadie con un dolor intenso está en un estado mental adecuado. El dolor cambia el resto de funciones de la corteza cerebral. Su vida está arruinada. Pero encima de que tienen un dolor insoportable se considera que es cosa de ellas. No hay derecho. Ahora se ha demostrado que su dolor es neuropático. Pasa lo mismo con el síndrome del ojo seco. Nadie se lo toma en serio del todo. Y como no tenemos una solución el paciente se acaba convirtiendo en una especie de mala conciencia”.

La actual práctica médica ignora casi por completo la importancia que los nervios sensoriales presentes en el ojo tienen en muchos de los casos del síndrome

El oftalmólogo de Boston Perry Rosenthal, de 82 años, se ha convertido en el más acérrimo defensor de estos pacientes. Como cuenta Belmonte, que es muy amigo suyo, fue el primer médico que, desde el lado clínico, llamó la atención sobre lo que estaban investigando los neurocientíficos. Aunque ya no atiende a pacientes, Rosenthal es el líder de facto de una red de médicos e investigadores que está tratando de desafiar la visión convencional de la enfermedad, buscando alternativas al inútil tratamiento habitual: recetar un colirio y cruzarse de brazos.

Como ha explicado Rosenthal a Mosaic, la actual práctica médica ignora casi por completo la importancia que los nervios sensoriales presentes en el ojo tienen en muchos de los casos del síndrome (los más graves). Si los nervios están dañados se pueden volver hipersensibles, enviando señales de dolor al cerebro con independencia de que el ojo tenga una temperatura y una película lagrimal adecuadas. Es por ello que, en muchos casos, el colirio no sirve de nada. Nuestras corneas, además, tienen la mayor concentración de terminaciones nerviosas de todo el cuerpo, lo que explica por qué el dolor es tan intenso.

Cierto es que cada vez más médicos son conscientes de esto –Belmonte acaba de regresar de un congreso en París sobre la enfermedad y asegura que se empieza a aceptar de manera generalizada que algunos de estos dolores tienen un origen neuropático–, pero sigue habiendo muchísimos pacientes desatendidos. El doctor alicantino recomienda a todos aquellos enfermos que no encuentran solución a su problema que acudan a las unidades de dolor de los hospitales y no al oftalmólogo, “pues son las que están en primera linea en el tratamiento de la dolencia”.

En busca de una cura

Aunque, hoy por hoy, el síndrome del ojo seco no tiene cura –“curar se curan muy pocas cosas”, puntualiza Belmonte–, sí hay maneras de paliar los síntomas. Y en este terreno se está avanzando bastante. El propio Instituto de Neurociencias de Alicante presentó recientemente un estudio en el que describían el papel que una proteína (TRPM8) tiene en la regulación de los sensores encargados de medir la hidratación de la película lagrimal, y un spin off del centro está intentando desarrollar fármacos que estimulen su actividad, para intentar restablecer la lagrimación en las personas con una secrección insuficiente.

Ahora bien, este avance de poco servirá para las personas cuyo dolor es de origen neuropático. Por el momento desconocemos la forma en que se pueden “arreglar” los nervios dañados y el único recurso con el que cuentan estos pacientes para aliviar sus síntomas son unas lentes especiales que atenúan la sensación de dolor.

Esto, claro está, no significa que no se esté investigando el asunto. “Hay decenas de laboratorios que están intentando buscar la manera de reducir el dolor neuropático”, explica Belmonte. “Lo que buscamos es alterar el funcionamiento de los nervios que miden la sensibilidad ocular. Callarlos”. Sólo cuando estos investigadores tengan éxito los pacientes más graves podrán escapar de la sala de torturas.

“Imagina que tienes un cuchillo clavado en el ojo. Para siempre”. Así define un paciente entrevistado en Mosaic el dolor que siente a diario por causa de una enfermedad muy común, pero sin cura y, en los casos más graves, terriblemente dolorosa.

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