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Egodieta: los trucos para adelgazar que pueden hacerte mejor persona
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a todos nos gustan los halagos

Egodieta: los trucos para adelgazar que pueden hacerte mejor persona

Igual que es gratificante perder peso y sentirse en forma, también lo es saber que somos más humildes y capaces de dominar el exceso de orgullo

Foto: Todos podemos reducir nuestro ego. (iStock)
Todos podemos reducir nuestro ego. (iStock)

A todos nos encantan las patatas fritas. Por mucho que pongamos de nuestra parte, cuando vemos un plato con este aperitivo, alguna de ellas nos atrae como si fuera un imán y terminamos llevándonosla a la boca. Y luego otra, y otra y… En cambio, raro es que reaccionemos de la misma manera si lo que tenemos delante es un plato lleno de lechuga, aunque esta sea de roble y esté fantásticamente aliñada.

Algo similar nos ocurre con el halago, puesto que siempre es plato de buen gusto el oír palabras positivas y creer que somos buenos en algo. La gran diferencia reside en que normalmente nos esforzamos por no abusar de aquellos alimentos que consideramos menos sanos, pero, por desgracia, no solemos tener tanto cuidado respecto a nuestro ego. Es evidente que no hay que ser ningún experto para llegar a la conclusión de que la mayoría preferimos un chuletón a la parrilla que un plato de espinacas hervidas. Lo mismo ocurre con nuestra actitud, puesto que es más placentera la adulación que el reproche. Lo que no es tan sencillo, sin embargo, es encontrar una sola razón sólida que explique por qué esto es así.

La nutrición del cerebro

En cuanto a alimentación, algunas corrientes relacionan el placer por las grasas con nuestra actividad cerebral y la liberación de hormonas, como la dopamina, que nos dan sensación de placer, tal y como indica el doctor Leigh Gibson en The Daily Mail. Incluso hay estudios que relacionan las comidas grasas con la liberación de endocanabinoides, sustancias que generan efectos similares a los de la marihuana.

Esta idea puede ir de la mano de la opinión de Jeremy E. Sherman. El académico, especialista en ciencias sociales, psicología y sociología cree que existen varios paralelismos entre la alimentación y determinados comportamientos cerebrales. Especialmente con aquellos relacionados con el ego o los halagos. Sherman indica en Psychology Today que la alabanza provoca unas consecuencias similares a los alimentos grasos en nuestro cerebro. Es decir, guarda relación con los efectos que generan la dopamina o los endocanabinoides.

El concepto de ‘egodieta’

El término que utiliza es ‘egodieta’, como símil entre la alimentación de nuestro ego y la comida. Opina que en la moderación reside la virtud, puesto que la abstinencia acaba provocando que luego lleguen épocas de un consumo exagerado. Esta idea está muy extendida en el mundo de la alimentación, puesto que cada vez hay más voces que desacreditan las dietas milagro que suprimen alimentos. Pero también debe vigilarse esa falsa modestia y humildad, tan molesta a veces, puesto que el halago, como la grasa, no es malo si no caemos en el exceso. La confianza en uno mismo, así como las palabras positivas del resto, deben servir como aliento y motor para mejorar, pero nunca para dormirse en los laureles, algo que ocurre también con la grasa, que sirve para alimentar a nuestro organismo pero nunca debe convertirse en una reserva que no vayamos a quemar.

La egodieta es tan solo una llamada para que, al igual que cuidamos de lo que comemos cada día, también revisemos cómo nos comportamos con el resto

El exceso nos convierte en personas más previsibles, menos inteligentes y cuya prioridad pasa por la alimentación, bien de nuestro ego o de nuestro cuerpo. Si estamos en una importante cena de negocios debemos tener claro que el objetivo es cerrar el trato con las mejores condiciones posibles, algo que puede dificultarse si estamos más pendientes de sacarnos la foto o de elegir el mejor plato de la carta. Para Sherman un claro ejemplo es Donald Trump: “El candidato republicano tiene un ego obeso, ya que su máxima preocupación es la de conseguir una nueva dosis de popularidad en vez de pensar cómo puede hacer grande a Estados Unidos”.

Dejar a un lado el exceso

Está claro que no puede medirse a todo el mundo por igual. En una persona con problemas de alimentación siempre va a ser beneficiosa una fuerte nutrición, al igual que el refuerzo positivo en una persona con la autoestima baja. Lo que ocurre es que ambos atraen mucho y hay que tener cuidado, porque normalmente necesitamos menos de lo que realmente creemos. Al igual que es gratificante adelgazar y sentirse en forma, también lo es saber que somos más humildes y tratamos de dominar el exceso de orgullo.

Las comparaciones pueden ser infinitas y una de las más llamativas quizá sea la influencia del entorno. Está demostrado que convivir con personas con malos hábitos alimenticios suele influir en nuestra alimentación, algo que también ocurre con nuestra personalidad. Por mucho que creamos que somos independientes, afecta enormemente el entorno que nos rodea. Esta es la razón por la cual siempre es positivo buscar un círculo saludable, positivo y que nos haga reflexionar o ser autocríticos.

Al final, todos sabemos los riesgos que conllevan unos malos hábitos alimenticios, pero pocas veces nos paramos a pensar en los problemas que nos puede generar nuestra personalidad. La egodieta es tan solo una llamada para que, al igual que cuidamos de lo que comemos cada día, también revisemos cómo nos comportamos con el resto y con nosotros mismos. “Dejar al lado el ego ayuda a que nuestra mente se centre en nuestras prioridades y aproveche mejor las oportunidades ante las que nos encontramos”. En definitiva, el abuso de algo siempre es un obstáculo o desvío que nos aparta de nuestro objetivo. En este caso, de mejorar nuestra vida sin la necesidad de sentir una constante aprobación que nos recuerde lo buenos que somos.

A todos nos encantan las patatas fritas. Por mucho que pongamos de nuestra parte, cuando vemos un plato con este aperitivo, alguna de ellas nos atrae como si fuera un imán y terminamos llevándonosla a la boca. Y luego otra, y otra y… En cambio, raro es que reaccionemos de la misma manera si lo que tenemos delante es un plato lleno de lechuga, aunque esta sea de roble y esté fantásticamente aliñada.

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