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El pequeño Nicolás de las universidades de élite que estudió en Yale sin pagar un dólar
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El pequeño Nicolás de las universidades de élite que estudió en Yale sin pagar un dólar

Guillaume Dumas consiguió pasar por una decena de campus de las universidades de la Ivy League y hacer un montón de contactos sin matricularse. Su historia dice mucho de la utilidad de la universidad

Foto: Es fácil infiltrarse en las universidades de élite, si sabes cómo. (Corbis)
Es fácil infiltrarse en las universidades de élite, si sabes cómo. (Corbis)

Las historias de hombres que consiguen infiltrarse en círculos en los que, de ser descubiertos, serían expulsados sin dilación nos fascinan a los españoles, como demuestran los ríos de tinta que corrieron después de que se descubriesen las correrías del pequeño Nicolás. Nuestro gusto por la picaresca supera todas las hipotéticas reservas morales, y solemos pensar que más culpa tiene la víctima por dejarse engañar que el culpable por echarle morro.

Guillaume Dumas es uno de esos que han conseguido jugársela al sistema después de acudir a las clases de algunas de las universidades más importantes de la Ivy League sin pagar ni un dólar por sus matrículas. Claro está, no consiguió los tan preciados títulos de Yale, Stanford o Berkeley –alguno de los centros por lo que pasó–, pero sí que ha conseguido beneficiarse de algunas de las ventajas que ofrece la vida en el campus y que no se pagan con dinero. Su historia nos hace replantearnos para qué sirve de verdad la universidad.

Un infiltrado en el campus

La historia de Dumas, que fue descubierta por Joe Pinsker en The Atlantic, a quien el falso estudiante le contó sus andanzas en primicia, arranca en Quebec, hace aproximadamente una década. Dumas empezó a estudiar psicología a los 19 años, pero pronto las clases empezaron a aburrirle, por lo que comenzó a frecuentar otras asignaturas, como Literatura, Filosofía, Ciencias Políticas y Psiquiatría, aunque no estuviese matriculado en ellas.

En lugar de gastarse los 7.000 dólares al mes que cuesta la matrícula de Yale, Dumas apenas invertía la décima parte en alojamiento

Se trataba, ante todo, de ampliar horizontes. Tantas ganas tenía de aprender, explica, que no tardaría en empezar a frecuentar los campus cercanos, como el de la Universidad de Concordia o la de Montreal. Pronto, sus horizontes se expandirían hasta llegar al otro lado de la frontera, a la Universidad Brown, que se encuentra en Providence y que es uno de los ocho centros que conforman la conocida como Ivy League.

De ahí saltaría al resto de universidades de su lista, que frecuentaría entre 2008 y 2012, y que terminarían por convertirse en un reto personal: Yale, Berkeley, Stanford (donde Steve Jobs dio su célebre discurso en el año 2005) y McGill. Por lo general, Dumas conducía hasta su objetivo, acudía a alguna de las clases que más le interesaban, hacía amigos e iba a las fiestas que estos organizaban mientras se gastaba un puñado de dólares en los alojamientos más baratos que podía encontrar. Aunque estos centros impiden que los no matriculados acudan a sus clases, nadie reparó en que contaban con un infiltrado en sus aulas.

Es sencillo no ser descubierto, explica el infiltrado. Es preferible empezar por los cursos más grandes, donde es más fácil pasar desapercibido, y si planeas ir a una asignatura con menos estudiantes, asegúrate de acudir desde el primer día para no levantar sospechas. Además, es más sencillo en las carreras de letras, porque en ellas resulta más fácil salir del paso ante cualquier pregunta inesperada.

La moraleja está clara: en lugar de gastarse los 7.000 dólares al mes que cuesta la matrícula de una universidad como Yale, incluyendo alojamiento y material escolar, Dumas apenas gastaba la décima parte, unos 700 dólares, en aquello que para él es más interesante de la universidad: aprender de las clases, socializar y hacer contactos para su futuro laboral. Los 6.300 dólares restantes no sirven más que para pagar ese trozo de cartulina que los estudiantes reciben al final de sus estudios, y que no siempre son los que les permiten acceder a un buen trabajo.

Los beneficios de estudiar sin título

La epopeya de Dumas se parece un poco a haber cursado un MOOC de una gran universidad, sólo que presencial. Como en aquellos, el estudiante aprendió lo mismo que sus compañeros, sólo que no recibió una titulación al final. En el artículo publicado en The Atlantic, el responsable de estudiantes de McGill Ollivier Dyens probablemente dé con la clave del asunto, cuando dice: “No mucha gente pasará por todo esto sin recibir ninguna clase de credencial a cambio”. ¿Por qué vamos a la universidad? Raramente para aprender o conocer gente que nos pueda transmitir sus conocimientos, sino para obtener un título.

Si tu carrera no necesita una certificación, es preferible invertir ese dinero en viajar por todo el mundo y montar tu propio negocio

La mayor parte de estudiantes, no obstante, pasan por alto el resto de ventajas que la universidad ofrece, y que fueron bien identificadas por Dumas durante su experiencia como estudiante pirata. Por una parte, hacer networking: “Es capital social; no conozco otro lugar del mundo donde se concentre tanta gente inteligente, molona, abierta de mente y loca como en Berkeley o Yale”. Para Dumas, una buena muestra de que lo importante no es el título sino la experiencia son los cada vez más abundantes casos de estudiantes que abandonaron la universidad y han triunfado en sus respectivas carreras, de Mark Zuckerberg a Bill Gates pasando por el ya mentado Jobs. Muchos de ellos, estudiantes brillantes que se lanzaron a muy corta edad a revolucionar el sector tecnológico.

“Cuando piensas en todos los que abanadonaron la universidad que empiezan sus propios proyectos, es gente que no necesitaba un diploma, que no tenía la necesidad de pagar por nada”, explica el propio Dumas. “Fueron a la universidad a abrir sus mentes y a hacer amigos, o a conocer socios estratégicos y cosas así”. Es una buena manera de matar varios pájaros de un tiro: por una parte, el imparable ascenso de los precios de las matrículas universitarias, el alto desempleo entre los licenciados y el creciente desprestigio de los grados y licenciaturas universitarias. Para Dumas, si tu carrera no necesita una certificación ni demasiados conocimientos técnicos, es preferible invertir ese dinero en viajar por todo el mundo y montar tu propio negocio. A él, por ahora, parece irle bien: ha montado un servicio de citas enfocado a las clases más altas (no, no es Ashley Madison) que le permite sobrevivir cada mes.

Las historias de hombres que consiguen infiltrarse en círculos en los que, de ser descubiertos, serían expulsados sin dilación nos fascinan a los españoles, como demuestran los ríos de tinta que corrieron después de que se descubriesen las correrías del pequeño Nicolás. Nuestro gusto por la picaresca supera todas las hipotéticas reservas morales, y solemos pensar que más culpa tiene la víctima por dejarse engañar que el culpable por echarle morro.

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