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La "baza de la abuela" y las jóvenes competentes: nuevas mujeres políticas
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DE MANUELA CARMONA A SUSANA DÍAZ

La "baza de la abuela" y las jóvenes competentes: nuevas mujeres políticas

Durante décadas, las mujeres se han visto enfrentadas a una dicotomía maniquea: o eras fría y competente o amable pero incompetente. Esos estereotipos están siendo poco a poco sustituidos

Foto: Carmena, Villacís, Díaz: tres perfiles diferentes para un futuro en el que las mujeres decidirán en política.
Carmena, Villacís, Díaz: tres perfiles diferentes para un futuro en el que las mujeres decidirán en política.

“Usted no tiene el monopolio de la compasión”, espetó Esperanza Aguirre a Manuela Carmona durante el debate municipal previo a las elecciones municipales que colocarían a la candidata de Ahora Podemos como alcaldesa de la capital. Quizá sin pretenderlo, de esa manera ponía en el centro del tablero una de las viejas dicotomías sobre mujeres políticas que han existido durante décadas, y que enfrentan a la política compasiva con la fría, la amistosa con la ambiciosa, la mamá comprensiva con la profesora recta. De esa manera, Aguirre, que tradicionalmente había sido identificada con el perfil de la líder competente pero dura, intentaba recordar que ella también podía tener sentimientos.

Aunque pensemos que no es así, esta división entre estereotipos condiciona gran parte de nuestras ideas sobre política comunicativa y así aparece reflejada en la literatura académica a tal respecto. Una de las pioneras a tal respecto es la psicóloga social de la Universidad de Harvard Susan Fiske, que alumbró la teoría del contenido de los estereotipos y del sexismo ambivalente. Según las investigaciones de Fiske, tendemos a realizar rápidos juicios sobre los demás a partir de dos grandes perfiles. Por un lado, la calidez, que en el caso de las mujeres está asociada con un sexismo benevolente (es decir, protector) y, por otro, la competencia, que se encuentra ligada a un sexismo abiertamente hostil.

Muchas de las políticas que ocupan puestos de responsabilidad han superado los 60 años, han criado una familia y tienen largos currículos profesionales

Durante mucho tiempo, la mayor parte de mujeres políticas encajaron antes con el segundo estereotipo (alta competencia, baja calidez) que con el primero (alta calidez, baja competencia), como explicamos hace un tiempo. Es el caso canónico de Margaret Thatcher –precisamente, una política con la que Esperanza Aguirre afirmó sentirse identificada “en todos los sentidos”, y de la que se declara “una gran admiradora”–, pero también de Golda Meir (de quién Ben-Gurion dijo, en una muestra clara de sexismo hostil a pesar de haberse pensado como un halago, que era “el único hombre” de su gabinete), Indira Gandhi o, más recientemente, Angela Merkel. “Sólo por el hecho de que sea mujer, no significa que actúe como tal”, dijo de esta última Renate Künast, diputada del Partido Verde, cuando fue nombrada canciller. Sin embargo, los tiempos han cambiado y tan maniquea división quizá ya no tenga sentido.

Mayores pero sobradamente preparadas

Un artículo recientemente publicado en The Atlantic y escrito por Liza Mundy ofrece una refrescante tercera vía a la tradicional dicotomía entre mujeres percibidas como amables (amas de casa, madres, abuelas) y competentes (trabajadoras, feministas, atletas) para referirse a Hillary Clinton, pero también a otras mujeres como Christine Lagarde o la propia Angela Merkel… Y que en nuestro país podría aplicarse a Carmena. Se trata de mujeres de avanzada edad que, frente a la vieja visión de los estereotipos femeninos, son capaces de conciliar una personalidad simpática y cercana en algunos casos con una credibilidad y competencia fuera de duda.

Mundy explica bien a qué se debe esta particularidad. Por un lado, todas ellas han superado los 60 años “habiendo criado una familia y construido largos currículos”. Algo que también puede aplicarse al caso de Carmena, cuya trayectoria en el Consejo General del Poder Judicial y juez decana, ha provocado que sea percibida por muchos votantes como altamente capacitada para ocupar la alcaldía. Lo que, unido a su cercanía a los barrios y su defensa de políticas sociales ha provocado una peculiar conjunción (y superación) de los viejos estereotipos que la ha colocado en la alcaldía de la capital y la ha hecho protagonista de una campaña de apoyo popular y espontáneacon pocos precedentes. Un carisma forjado con alta calidez y alta competividad.

Es lo que Mundy denomina la “baza de la abuela”: muchas de estas mujeres han entrado en política a una edad en la que la mayor parte de personas, hombres o mujeres, piensan ya en su jubilación. Y sin embargo han optado por participar activamente en la vida pública a una edad mucho más tardía, en parte porque las obligaciones familiares se han relajado (el nido ya está vacío), en parte porque la carrera profesional para la que se prepararon ya ha concluido. Una buena muestra es la respuesta de Clinton al embarazo de su hija (“grandmother-in-chief” la llamó People), en la que aseguróque “es profundamente conmovedor tener a la nueva generación aquí y pensar todo lo que se puede hacer pública y profesionalmente para darle la mejor posibilidad de ser lo que quiera en la vida”. El futuro ya no es de los hijos, sino de los nietos.

Ni son altamente competentes y poco cálidas ni poco competentes y altamente cálidas: sus narrativas son mucho más complejas

Se trata, como recuerda en el artículo Shelley Correll, profesor de sociología del Instituto de Género Clayman de Stanford, de una de las primeras generaciones de mujeres que nacieron, crecieron y envejecieron con su carrera profesional en mente. “Parece que ser mayores o abuelas ayuda a estas mujeres a superar esa dicotomía entre la competencia/simpatía”, añade. “Esta generación de mujeres de alto perfil es muy diferente a la de la generación que las sigue”, explica en el artículo Mundy. “Destacaron en un mundo que presentaba al mismo tiempo obstáculos y barreras formidables”. Sin embargo, la nueva raza de mujeres políticas más jóvenes que están entrando en política también ha conseguido romper dicha división a través de sus propias cualidades.

Lapolíticaque viene

Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, tiene 40 años. Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid, 50. Teresa Rodríguez, diputada por Podemos en el Parlamento de Andalucía, 33. Y Begoña Villacís, candidata de Ciudadanos a la alcaldía de Madrid, tiene 37; Inés Arrimadas, por su parte, desciende la cifra hasta 33. Desde luego, el descenso de la edad entre las mujeres políticas es paralelo al de los hombres: Pablo Iglesias tiene 36 años y Albert Rivera, 35. Lo que resultaba hace unos años impensable es que tal cantidad de mujeres que escapan a dichos estereotipos hayan entrado en política al mismo tiempo, y compartan rasgos de simpatía, atractivo y profesionalidad semejantes.

Su trayectoria resulta muy parecida a la de las mujeres trabajadoras que refleja Mundy en su artículo. Como esta recuerda, la paridad de sueldos e inserción laboral es muy cercana durante los primeros compases de la carrera. A medida que pasan los años y los puestos tienen mayor importancia, la brecha se ensancha, al mismo tiempo que algunas mujeres siguen viéndose obligadas a abandonar el trabajo en favor de su vida personal. Con una particularidad: como explica un experimento realizado en la Universidad de Stanford recogido en el Journal of Social Issues, la maternidad es asociada con una mayor incompetencia por parte de compañeros y superiores. Además, mientras los hombres suelen ser promocionados por su potencial, las mujeres lo son por sus logros. O, dicho de otra forma, ellas han de demostrar lo que valen antes de que alguien deposite su confianza en ellas.

La nueva generación de mujeres políticas está poniendo en tela de juicio dicha división. Susana Díaz, de 40 años, ha vencido en las elecciones andaluzas mostrando su visible embarazo. Soraya Sáenz de Santamaría, de 44 años, dio a luz a su hijo el 11 de noviembre de 2011, apenas nueve días antes de que el PP ganase las elecciones generales y se convirtiese en vicepresidenta, ministra de la Presidencia y, en resumidas cuentas, una de las mujeres más poderosas de la España moderna. Ni son altamente competentes y poco cálidas ni poco competentes y altamente cálidas: sus narrativas son mucho más complejas que en un pasado reciente, y todas ellas ocupan puestos muy relevantes en la política española. Pero, al igual que ocurre en el mundo de la empresa –sólo hay tres mujeres al mando de firmas del Ibex 35–, aún falta por conquistar el escalón más alto del poder político: ¿veremos pronto a una mujer en la Casa Blanca o en la Moncloa?

“Usted no tiene el monopolio de la compasión”, espetó Esperanza Aguirre a Manuela Carmona durante el debate municipal previo a las elecciones municipales que colocarían a la candidata de Ahora Podemos como alcaldesa de la capital. Quizá sin pretenderlo, de esa manera ponía en el centro del tablero una de las viejas dicotomías sobre mujeres políticas que han existido durante décadas, y que enfrentan a la política compasiva con la fría, la amistosa con la ambiciosa, la mamá comprensiva con la profesora recta. De esa manera, Aguirre, que tradicionalmente había sido identificada con el perfil de la líder competente pero dura, intentaba recordar que ella también podía tener sentimientos.

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