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El estudio cabroncete que ha puesto en evidencia a la ciencia y al periodismo
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LA DENUNCIA DE JOHN BOHANNON

El estudio cabroncete que ha puesto en evidencia a la ciencia y al periodismo

En 1996, Alan Sokal, remitió un artículo falso a "Social Text" para denunciar la palabrería del mundo de la academia posmoderna. Casi 20 años después, John Bohannon lo repite con la nutrición

Foto: El periodista explica que la mayor parte de noticias estaban ilustradas con fotografías como esta. (iStock)
El periodista explica que la mayor parte de noticias estaban ilustradas con fotografías como esta. (iStock)

En 1996, Alan Sokal, por aquel entonces un profesor de Física de la Universidad de Nueva York y el University College de Londres, remitió un artículo a Social Text, una publicación sobre estudios culturales de la posmodernidad. Atravesando las fronteras: hacia una hermenéutica de la gravedad cuántica apareció publicado en el número de primavera/verano de dicha publicación y, el mismo día que salió a la luz, su autor confesó que era pura invención, “un pastiche de palabrería izquierdista, referencias serviles, citas grandiosas e insensateces descaradas… estructuradas alrededor de las citas más estúpidas que se pueden encontrar sobre matemáticas y física”. El texto mantenía que la gravedad cuántica no era más que un constructo social.

Con la publicación de este artículo, Sokal intentaba poner a prueba la dejadez editorial de las revistas de izquierdas que, en su opinión, estaban marcando la pauta en el ámbito académico. Si un artículo contenía la cantidad suficiente de referencias a los popes del momento y la jerga adecuada, daría igual que no tuviese ni pies ni cabeza, sino que sería aceptada al momento por una publicación no revisada por pares y que simplemente dio por buena la conclusión: que “el contenido y metodología de la ciencia posmoderna proporciona un poderoso apoyo intelectual al proyecto político progresista”.

Si los resultados no son los esperados, basta con repetir la investigación una y otra vez hasta conseguir lo que se desea

Casi 20 años después del engaño de Sokal, el periodista científico y biólogo de la Universidad de Harvard John Bohannon ha intentado repetir la jugada con un objetivo diferente: denunciar la dejadez del mundo de las publicaciones académicas y del periodismo y, de paso, poner en evidencia el rigor de la mayor parte de investigaciones sobre nutrición, como ha explicado en primera persona en un artículo publicado en io9.

El chocolate, el mejor superalimento que puedes comer

Durante las últimas semanas ha circulado por los medios de comunicación un estudio que afirma que el chocolate permite a aquellos que llevan una dieta baja en carbohidratos perder peso a una velocidad 10 veces mayor que los que no lo toman. Apareció en la portada de Bild, pero también en infinidad de medios de todo el mundo, porque ofrecía toda una golosina periodística: el chocolate, ese alimento tan sabroso, además ayuda a adelgazar. Y lo mejor de todo es que, como Bohannon explica, no hizo falta inventarse nada. El estudio era totalmente auténtico, los datos se recabaron de verdad, las conclusiones eran razonables. ¿Qué pasa entonces?

Retrocedamos a diciembre del año pasado, cuando Bohannon recibió una llamada telefónica de un reportero alemán llamado Peter Onneken, que estaba preparando una película sobre la industria dietética. El periodista quería demostrar lo fácil que era fabricar de la nada una investigación científica sobre nutrición para que saltase rápidamente a la agenda de los medios, apoyada por una industria, la de las publicaciones científicas, que se frota las manos ante cualquier artículo con difusión pública. El único problema era que sólo contaban con un par de meses para hacerlo, y normalmente, el proceso de publicación de un paper lleva bastante más. Además, Bohannon tenía sus reservas, ya que sospechaba que en cuanto la gente buscase en Google el nombre que se inventó para la ocasión (Johannes Bohannon) y el centro al que pertenecía (Institute of Diet and Health) pronto se desvelaría el pastel. No obstante, aceptó el reto.

A través de Facebook, Onneken reclutó a 16 personas (5 hombres y 11 mujeres) de entre 19 y 67 años, a los que pagó 150 euros a cambio de hacer dieta durante tres semanas. Estos fueron asignados a tres grupos diferentes: uno de ellos seguía una dieta baja en carbohidratos, otro una dieta semejante a la que añadía una onza y media de chocolate al día y un grupo de control que no cambió su dieta diaria. Después de 21 días, fueron sometidos a nuevos tests y cuestionarios, que fueron pasados por la batidora del analista financiero Alex Droste-Haars, a ver qué encontraba. Y se topó con que aquellos que habían comido chocolate y pocos carbohidratos habían perdido peso 10 veces más rápido. Además, sus niveles de colesterol habían mejorado y afirmaban sentirse mejor. ¡Toma ya!

Cómo se cocina una investigación

El truco se encuentra ante todo, en dos factores: por un lado, la pequeñísima muestra con la que trabajaron los investigadores. Por otro, la amplia cantidad de magnitudes que se midieron: peso, sodio, colesterol, bienestar… Así hasta 18, con el objetivo de que alguna de ellas ofreciese un resultado significativo. “No sabíamos exactamente qué saldría, pero sabíamos que nuestras posibilidad de conseguir al menos un resultado 'estadísticamente significativo' eran bastante altas”, reconoce el autor. Según sus cálculos, tenían hasta un 60% de probabilidades. Y si no era así, no había problema: bastaba con repetir la investigación una y otra vez hasta que los datos encajasen con la hipótesis inicial, como hacen muchos departamentos.

Todos los días son el Día de los Inocentes en nutrición

Gracias al escaso número de participantes (y a no equilibrar la edad y el género en los distintos grupos con los que se experimentó, así como a ignorar por completo la alimentación del grupo de control), era más probable que saltase algún resultado significativo. La mayor parte de revistas habrían rechazado una investigación así, pero para eso existen las publicaciones falsas como International Archives of Medicine, donde finalmente apareció el artículo, y que sugería que a cambio de unos 600 euros aceptarían su “sobresaliente manuscrito” haciendo la vista gorda, es decir, obviando toda revisión por pares. En menos de dos semanas el artículo había sido publicado, no sin antes diseñar una nota de prensa lo suficientemente suculenta como para llamar la atención de una prensa canina por encontrar informaciones llamativas, y a la que un contenido así, respaldado por una supuesta revista científica, le viene de perlas.

La historia fue reproducida en toda clase de medios, no sólo en aquellos con peor fama, sino también en otros como Shape en los que el artículo fue revisado por un fact-checker, que se limitó a preguntar a Bohannon si un par de frases tenían sentido y añadió el dato de cuánto cacao es necesario para perder peso (para el que esté interesado, es un 81%). El problema, sugiere la historia, no es únicamente de la prensa, sino de la Nutrición como disciplina: como explica el autor, ni siquiera las investigaciones mejor intencionadas y en las que se ha trabajado con una mayor muestra, como las realizadas por la Women's Health Initiative, han conseguido llegar a una conclusión definitiva sobre si las dietas bajas en grasas son mejores o peores, tras gastar mil millones de dólares en investigación. Como señalaba un lector de The Daily Express citado por Bohannon, “todos los días son el Día de los Inocentes en nutrición”. Por eso sólo contamos con fragmentos de información más o menos discutibles, a veces hechos con buena fe, a veces pensados y cocinados para conseguir la mayor difusión pública posible.

En 1996, Alan Sokal, por aquel entonces un profesor de Física de la Universidad de Nueva York y el University College de Londres, remitió un artículo a Social Text, una publicación sobre estudios culturales de la posmodernidad. Atravesando las fronteras: hacia una hermenéutica de la gravedad cuántica apareció publicado en el número de primavera/verano de dicha publicación y, el mismo día que salió a la luz, su autor confesó que era pura invención, “un pastiche de palabrería izquierdista, referencias serviles, citas grandiosas e insensateces descaradas… estructuradas alrededor de las citas más estúpidas que se pueden encontrar sobre matemáticas y física”. El texto mantenía que la gravedad cuántica no era más que un constructo social.

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