El hombre que está salvando a los inuit del fracaso y del desastre
Los inuit tienen hábitos de vida poco saludables, adicciones, y unos problemas de violencia inexistentes entre el resto de los canadienses. Pero el hip-hop puede ayudarles
En el mundo hay unos 150.000 inuit, el nombre genérico que se da a los distintos pueblos esquimales que habitan las zonas árticas de Dinamarca, Canadá y Alaska. Como ha ocurrido con la mayoría de poblaciones nativas de las regiones colonizadas por los europeos, los inuit han perdido gran parte de su identidad, su orgullo como pueblo y, en muchos casos, la esperanza.
En la región canadiense de Nunavis, un territorio autónomo al norte de Quebec poblado predominantemente por inuits, la tasa de suicidios es siete veces mayor que en el resto de la provincia. Los jóvenes esquimales tienen hábitos de vida poco saludables, adiccionesy unos problemas de violencia inexistentes entre el resto de los canadienses.
Steve Leafloor nació en la casa de un pastor canadiense en la que vivían nueve personas, entre ellas una tía discapacitada y una hermana adoptada, afrocanadiense. Aunque no era inuit, Leafloor vivió desde muy pequeño la exclusión y el racismo. El mismo fue víctima de acoso escolar y cayó de lleno en las drogas, de las que logró salir gracias a la práctica del patinaje. Pronto se convirtió en una de las figuras del roller-skating de la región de Ontario y se metió de lleno en el mundo del hip-hop, llegando a bailar para James Brown, Grandmaster Flash o los Black Eyed Peas.
En los 80 decidió estudiar Trabajo Social y aunó sus dos grandes pasiones: la asistencia a las personas más desfavorecidas y el hip-hop. Así nació BluePrintForLife, un proyecto que trata de devolver la esperanza y los proyectos de futuro a los jóvenes excluidos de la comunidad inuit. En 2012 Leafloor fue nombrado emprendedor Ashoka. Hoy contesta a las preguntas de El Confidencial.
PREGUNTA. ¿Cuál es la situación actual de la población indígena de Canadá?
RESPUESTA. Los inuit y los miembros de las Naciones Originarias de Canadá, nuestra población indígena, han sufrido durante mucho tiempo los efectos de la colonización. Canadá fue colonizada y disputada por los británicos y los franceses cuando fue descubierta y durante años nuestra población original ha sufrido la presión de las naciones ocupantes, para colonizarles o convertirles en franceses y británicos. Estoy seguro de que las historias de los lugares donde España plantó sus raíces son similares. Más recientemente hemos tenido una cosa llamada “escuelas residenciales” en las que los niños eran apartados forzosamente de sus familias para recibir una educación occidental en colegios regentados por la Iglesia. A menudo sufrían abusos físicos y sexuales y no se les permitía usar su lengua tradicional ni celebrar sus tradiciones. Además, como eran separados del ambiente doméstico, no aprendían cómo deben ser unos buenos padres. Cuando crecían y volvían a casa tenían muy pocas habilidades para criar sus propias familias y, además, tenían que lidiar con su propia rabia y los traumas que habían sufrido. El daño colateral se complicaba con problemas de adicción, violencia y suicidios. Trabajamos todo el rato con los nietos y bisnietos de este vergonzoso legado. Es complicado, pues los traumas suelen transferirse de generación en generación.
P. Has trabajado muy de cerca con los jóvenes presidiarios de la comunidad inuit. ¿Qué han hecho para acabar encerrados en prisiones de máxima seguridad? ¿Cumple el sistema penitenciario con alguna de sus funciones de reinserción?
R. Generalmente, las prisiones no hacen ningún esfuerzo real por rehabilitar a la gente. Es una vergüenza que las cárceles canadienses estén repletas de indígenas. Esto es en sí mismo la muestra de que el sistema de justicia canadiense tiene un problema sistémico. Lo que es emocionante es que nuestro programa ha mostrado que un nuevo sistema es posible con un programa intensivo que vea más allá. En muchos de los centros en los que hemos trabajado,el personal más veterano nos dice que nunca habían visto nada tan intenso y sanador para los jóvenes en la historia de su cárcel.
P. ¿Cree que los gobiernos americanos han estado alguna vez verdaderamente interesados en integrar a la población indígena?
R. La integración es un experimento fallido, ya que en realidad pretendía asimilar. No creo que los gobiernos hayan hecho nunca un buen trabajo para apoyar y celebrar las culturas tradicionales de los pueblos, a menos que pudieran sacar una ventaja egoísta de ello, a modo de marketing, para atraer turismo y hacer dinero.
P. Uno de sus mayores logros ha sido crear empatía entre las personas jóvenes. ¿Es la música la mejor herramienta para construir lazos de amistad?
R. La música es una verdad universal que habla a la juventud en todo el mundo. En particular, creo que estamos conectados genéticamente a los tambores: el corazón es nuestro propio tambor. Creo que, además, los jóvenes se conectan con las letras durante los difíciles años de adolescente y el sentido de rebelión propio de esas edades. Es un fuerte vínculo con el que identificarse cuando estás buscando una identidad. El hip-hop es particularmente brillante, pues conecta la música con otros elementos como el Djing, el spoken word, el rap, el beatboxing y, por supuesto, el baile, que es la verdadera expresión física de la música. El freestyle y el beatbox unen mucho a la gente, pues invitan a participar. Si estudias la historia del hip-hop, verás que nació en fiestas de los bloques residenciales del sur del Bronx, que unían a la gente que tenía muy poco, para celebrar la vida y bailar. Es difícil odiar a alguien cuando estás pasándotelo bien escuchando música.
P. ¿Cómo es la relación entre el hip-hop y la cultura inuit? De primeras no parece que tengan nada que ver…
R. Pueden parecer muy distintas, pero hay muchas similitudes, por eso creo que nuestro trabajo ha sido tanbien acogido por los ancianos del Ártico, aunque nunca hayan escuchado hip-hop. Creo que el concepto de resolver los problemas sin violencia y exponiendo lo que de verdad piensa cada uno a través de medios alternativos es un hilo común. En el hip-hop tenemos batallas bailando, rapeando, pinchando, haciendo beatboxing e, incluso, graffiti. En la cultura inuit existen juegos que ayudan a crear una comunidad saludable, con desafíos deportivos durante los meses de invierno. Es muy interesante para nosotros que su “one arm reach” [un juego en el que se debe mantener una posición físicamente exigente con el cuerpo] es muy similar a un paso de los b-boys conocido como Air-chair. Además usan cosas como el tambor inuit y el antiguo canto de garganta no sólo en las competiciones sino también como un método para resolver conflictos. Muchas veces podemos mezclar la cultura tradicional con el hip-hop y crear algo nuevo. Un buen ejemplo es la mezcla entre el canto de garganta (Throat Singing) y el Beatboxing, al que llamanos Throatboxing. Está poniéndose de moda en todo el ártico canadiense.
Vídeo: Un joven inuit explica los fundamentos del Throatboxing
P. El hip-hop suele asociarse con la violencia. ¿Es solo un prejuicio injustificado?
R. Las cosas fueron cambiando a medida que el hip-hop se convirtió en una industria que movía mucho dinero. El capitalismo está siempre persiguiendo las manifestaciones atractivas de la cultura juvenil para extender sus garras. Culpo al capitalismo por difundir imágenes en los videoclips tratando de hacer de la violencia algo guay. El sexo, las drogas, el rock and roll y la violencia siempre se han utilizado para vender cosas. Todos los que estamos metidos en el hip-hop de base no tenemos tiempo para estas cosas. Todo se trata de promover el sentido de comunidad. Siempre estamos luchando por recuperar la cultura del hip-hop.
P. En tu infancia viviste de cerca el racismo y la exclusión. ¿Qué ha cambiado en Canadá desde que eras niño?
R. Creo que esos problemas siguen ahí, pero más ocultos que antes. Puede que sea socialmente inaceptable ser racista, pero es fácil ocultarlo. Es difícil hacer que la gente participe activamente en cosas como esta a no ser que el problema le afecte directamente. En muchos casos creo que somos más egoístas y consentidos con la cultura del famoseo que antes. El auge del selfie es una buena prueba de ello. Me encanta el hip-hop porque puede convertirse en una plataforma de protesta y cambiar como piensa la gente.
P. ¿No crees que el trabajo que estás haciendo debería hacerlo el gobierno?
R. El gobierno no tiene credibilidad entre la gente para ofrecer apoyo y consejo para sanar sus vidas. Todo gira en torno a laconfianza, y eso no es fácil de ofrecer cuando nuestros sistemas de Educación, Justicia y Salud no han hecho un buen trabajo sirviendo a la gente. Nos hemos ganado nuestra reputación a la antigua usanza, tratando cara a cara con los jóvenes y sus comunidades, compartiendo nuestros propios traumas y problemas, para ser percibidos como reales y vulnerables. El gobierno no puede hacer eso.
En el mundo hay unos 150.000 inuit, el nombre genérico que se da a los distintos pueblos esquimales que habitan las zonas árticas de Dinamarca, Canadá y Alaska. Como ha ocurrido con la mayoría de poblaciones nativas de las regiones colonizadas por los europeos, los inuit han perdido gran parte de su identidad, su orgullo como pueblo y, en muchos casos, la esperanza.