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Los trucos rastreros con los que te manipula tu jefe para que obedezcas
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Los trucos rastreros con los que te manipula tu jefe para que obedezcas

Los jefes buscan que trabajes todo lo posible, incluso más de lo debido, pero algunos van de cara y otros, sencillamente, se las dan de majos

Foto: Aunque tu jefe sea simpático, desconfía de sus intenciones. (Corbis)
Aunque tu jefe sea simpático, desconfía de sus intenciones. (Corbis)

En un mundo laboral ideal, los jefes se preocuparían por su empleado, se concentrarían en motivar a sus trabajadores y buscarían formas para convertir las tareas profesionales en hábitos más atractivos, sin perder de vista los niveles productivos, los objetivos establecidos, para así poder mejorar tanto su propia carrera profesional, como la de las personas que están a su cargo. Sin embargo, eso es un caso ideal que pocas veces tiene que ver con lo que realmente ocurre.

Para muchos jefes, su único objetivo es conseguir que sus trabajadores produzcan más y más, preocupándose únicamente por los números. Seguramente, muchos lectores recuerden a aquel jefe que siempre estaba de mal humor y convertía el trabajo en una auténtica pesadilla. Aunque este perfil de jefe parezcanegativo, no son losúnicos que tratan de exprimir más de la cuenta a los trabajadores.

Uno muy habitual es el enrollado, el que parece que siempre está de buen humor y de acuerdo con sus subordinados, pero en cuanto pueda, la va a liar. Al final, muchas veces los jefes buscan que trabajes todo lo posible, incluso más de lo debido. Como no van a querer enfrentarse frontalmente, utilizan técnicas para ocultarlo. Estas pequeñas, pero habituales manipulaciones son recogidas en el perfilde Linkedin de Jeff Haden, especialista en liderazgo.

1. Estar de acuerdo, pero...

Para qué llevarla contraria constantemente al subordinado, si se le puede dar la razón y acabar dirigiéndole hacia una decisión totalmente contraria de la que inicialmente defendía. “Estoy totalmente de acuerdo en que mereces un descanso, pero sabes cómo están las cosaspor arriba y quizá sea mejor no meternos en ningún jaleo”. Con una respuesta así, la sensación generada al empleado es que está siendo escuchado, aunque en realidad lo único que haya hecho es llevarle por su propio camino.

2. Finalizar una conversación con una obviedad

Los tópicos son el peor enemigo de una conversación en la que se trata de llegar a una decisión consensuada. “Es lo que hay”, “al final tenemos que llegar a este nivel de ventas” o “piensa que mi labor es tomar decisiones” son frases que no aportan absolutamente nada a la conversación y que no ofrecen ninguna idea ni argumento. Tan solo buscan terminar ese momento incómodo de la mejor forma posible y sin generar un conflicto.

3. No estar seguro del todo

Lanzar un globo sonda para ir mentalizando al empleado, evitando hablar abiertamente del conflicto es una técnica tremendamente común. “No estoy seguro, pero creo que los dueños de la empresa están planteando una reducción de plantilla porque están descontentos con el rendimiento”, “No me lo han confirmado, pero vamos a tener que aumentar la carga de horas”... Muy posiblemente lo sepa con total seguridad, pero con esa falsa inseguridad se suaviza el tono y se lanzan balones fuera.

4. Convertirse en otra persona

Todo empieza así: “Imagina que soy un cliente y quiero comprar este producto...”. Casualmente ese cliente imaginario acaba refrendando su opinión y dejando a la de los empleados en mal lugar. Con esta estrategia se acaba diciendo exactamente lo mismo que se quería explicar desde el comienzo, pero utilizando a un personaje inexistente, en vez de utilizando la primera persona. Al fin y al cabo es una forma de conseguir algo sin tener que comentarlo abiertamente.

5. Utilizar su palabra favorita

Cada uno tiene su tic, su muletilla, pero nunca falla. Llega un momento incómodo y salen a pasear esas molestas expresiones. “Evidentemente”. “como es lógico”, “¿entendido?”, “a grandes rasgos”... Estas expresiones no aportan ninguna riqueza al mensaje, simplemente se utilizan a modo de conector y para tratar de calmar los ánimos. En muchas ocasiones se termina estando más pendiente de la odiosa palabrita que del mensaje en sí mismo.

En un mundo laboral ideal, los jefes se preocuparían por su empleado, se concentrarían en motivar a sus trabajadores y buscarían formas para convertir las tareas profesionales en hábitos más atractivos, sin perder de vista los niveles productivos, los objetivos establecidos, para así poder mejorar tanto su propia carrera profesional, como la de las personas que están a su cargo. Sin embargo, eso es un caso ideal que pocas veces tiene que ver con lo que realmente ocurre.

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