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Las razones por las que Japón es el país con mayor esperanza de vida del mundo
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NO, NO SE TRATA SÓLO DE LA DIETA

Las razones por las que Japón es el país con mayor esperanza de vida del mundo

El país nipón siempre figura en el primer puesto de los países más longevos, pero ni esto era así hace unas décadas ni se puede explicar exclusivamente por la dieta de sus ciudadanos

Foto: Nagasaki, un heremita de 76 años que vive en la isla Sotobanari, en Okinawa. (Reuters/Yuya Shino)
Nagasaki, un heremita de 76 años que vive en la isla Sotobanari, en Okinawa. (Reuters/Yuya Shino)

La persona más longeva sobre la faz de la tierra es, en este momento, Misao Okawa, una supercentenaria que a sus 117 años puede presumir de haber batido el récord de Jiroemon Kimura, que paró el reloj en junio de 2013, a los 116 años y 54 días. Sakari Momoi les pisa los talones con 112 años y algo más de un mes. No hay que ser un lince para comprobar que los tres tienen algo en común: son japoneses nacidos entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX. Pero, al contrario de lo que ocurre en otros países como Estados Unidos, donde el número de centenarios supera con creces lo que les correspondería por la esperanza de vida media del país, en Japón muchos ancianos gozan de una vida larga y próspera.

El país nipón es la nación donde sus ciudadanos gozan de una mayor longevidad, según el ranking realizado por la Organización Mundial de la Salud. Aunque las mujeres españolas están de enhorabuena: son las segundas que más viven detrás de las japonesas. Desde luego, algo ocurre en el país del Sol Naciente. Durante mucho tiempo, esto se ha intentado explicar a través de la dieta; en concreto, de la dieta Okinawa, en referencia a las islas del sur de Japón que Dan Buettner clasificó dentro de sus regiones azules y cuya dieta el doctor Makoto Suzuki expuso en El programa Okinawa.

La esperanza de vida en Japón ha aumentado en 30 años durante el último medio siglo

Básicamente, el Okinawa Centenatiran Study ponía de manifiesto que la longevidad, lozanía y felicidad de los japoneses se debían a una dieta basada en un alto consumo de pescado, cereales integrales, verduras, tofu y kombu. Sin embargo, y por muy bonito que esto pueda parecer, no explica completamente las razones de la longevidad nipona: al fin y al cabo, la dieta mediterránea no es mucho peor que la Okinawa. Como señala un estudio publicado en The Lancet sobre el sistema de salud japonés, las causas son muy diversas y no están relacionadas únicamente con la alimentación.

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El 1 de abril de 2011 se cumplieron 50 años de la implantación de la asistencia sanitaria universal en Japón, una decisión estatal que ha provocado que, desde entonces, la esperanza de vida haya aumentado en la espectacular cifra de 30 años. La difusión de las vacunas, la lucha contra la tuberculosis y el tratamiento de las enfermedades infecciosas, así como la reducción de las enfermedades cardiovasculares gracias a las campañas de concienciación contra el abuso de la sal –Japón es, junto a Finlandia, uno de los países donde más se consume gracias a platos como la sopa miso– explican este crecimiento exponencial.

Aparte del clave apoyo gubernamental, hay otras cualidades propias de la cultura japonesa que nos ayudan a entender su longevidad, como explica el doctor Kenji Shibuya en su investigación sobre la salud nipona. Una de ellas es la preocupación por la higiene, muy superior a la de otros países y que puede explicarse por “una compleja interacción de cultura, educación, clima (humedad, temperatura) y medio ambiente (disponer de una gran cantidad de agua y ser una nación que se alimenta de arroz)”. El sintoísmo practicado en Japón incluye ritos de purificación con agua que cumplen una función tan ritual como higiénica.

Además, los japoneses son mucho más conscientes que los occidentales de la necesidad de hacerse chequeos de forma regular, gracias a las campañas de salud pública del gobierno. “Todo el mundo en el colegio, en el trabajo y en las comunidades tiene acceso a análisis masivos gracias a las autoridades locales”, explica Shibuya. Los más adinerados se pueden permitir de forma anual revisiones profundas de todo su organismo, conocidas como “el humano en el dique seco” (Human Dry Dock), en las cuales pasan días enteros en una clínica sometiéndose a toda clase de pruebas.

Los ancianos suelen ser cuidados en su casa, no en hospitales ni residencias, a las que se recurre sólo en casos excepcionales

No son los únicos factores relacionados con las políticas públicas que explican la longevidad japonesa. Gracias al apoyo estatal y a la forma en que el sistema de salud está diseñado, los ancianos suelen vivir una jubilación más tranquila, aunque tradiciones como el cuidado de las parejas ancianas por parte de la nuera cada vez se encuentran menos extendidas debido al ingreso de la mujer en el mercado laboral. Como explica el libro I Want to Die at Home de Akira Kawahito, el cuidado de los ancianos en sus propios hogares, y no en residencias y hospitales, a las que se recurre sólo en casos excepcionales, es mucho más habitual que en Occidente. Por último, las autoridades públicas animan a los ciudadanos a retrasar su jubilación o comenzar una nueva carrera tras retirarse, algo que los mantiene activos física y mentalmente durante más tiempo.

El secreto también está en la masa

Todo ello no quiere decir que una dieta sana no sea importante a la hora de prolongar las vidas de los nipones. Olvidando los mitos que rodean a la dieta Okinawa, hay muchos alimentos que se consumen de forma casi diaria en los platos japoneses como el tofu, el pulpo, el calamar o las algas marinas que son útiles para prevenir el cáncer de estómago o la arterioesclerosis. Como explica Naomi Moriyama en su libro Japanese Women Don’t Get Old or Fat: Secrets of My Mother’s Tokyo Kitchen, la costumbre japonesa de comer raciones pequeñas y alimentos poco calóricos como el pescado y las verduras basta para alargar un puñado de años la vida de los ancianos japoneses.

Al contrario de lo que la mayor parte de extranjeros piensan, la alimentación japonesa ha evolucionado de mano del desarrollo económico del país en las últimas décadas. El célebre almuerzo nipón del que todos los niños disfrutan en la escuela se remonta a poco antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando un monje budista que supervisaba un centro en Tsuruoka decidió entregar cada día onigiri (arroz en forma de bolas), pescado a la plancha y verduras conocidas como tsukemono a los estudiantes, ya que muchos de ellos acudían con la tripa vacía a la escuela. Pronto, escuelas de todo el país comenzaron a adoptar este menú y, aunque la guerra obligó a recortarlo, el arroz pasó a ser parte esencial de la alimentación diaria de los más pequeños.

“El secreto para una vida sana y larga es comer en pequeñas cantidades”, explicaba Kimura en su libro sobre Okinawa. Quizá no haga falta mucho más que tener presente esa máxima, como han puesto de manifiesto estudios como el presentado por la Sociedad para el Estudio de los Comportamientos Alimenticios y que animaba a trocear los alimentos. Esa es otra buena enseñanza de la gastronomía nipona que deberíamos importar a la nuestra: en lugar de seguir la máxima de “caballo grande, ande o no ande”, los japoneses han sabido concentrar en pequeños trozos lo más sano y sabroso del mundo de la nutrición.

La persona más longeva sobre la faz de la tierra es, en este momento, Misao Okawa, una supercentenaria que a sus 117 años puede presumir de haber batido el récord de Jiroemon Kimura, que paró el reloj en junio de 2013, a los 116 años y 54 días. Sakari Momoi les pisa los talones con 112 años y algo más de un mes. No hay que ser un lince para comprobar que los tres tienen algo en común: son japoneses nacidos entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX. Pero, al contrario de lo que ocurre en otros países como Estados Unidos, donde el número de centenarios supera con creces lo que les correspondería por la esperanza de vida media del país, en Japón muchos ancianos gozan de una vida larga y próspera.

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