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Francesc Pedró: “Los profesores de hoy en día les dan mil vueltas a los que había antes”
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JEFE DE POLÍTICAS EDUCATIVAS Y TIC DE UNESCO

Francesc Pedró: “Los profesores de hoy en día les dan mil vueltas a los que había antes”

Pocas personas conocen tan bien los entresijos de las políticas educativas y de la implantación tecnológica como el catalán Francesc Pedrò, que ha trabajado para la OCDE y la UNESCO

Foto: En opinión del experto de la UNESCO, la aplicación pedagógica es mucho más importante que la implantación de la tecnología por sí misma. (iStock)
En opinión del experto de la UNESCO, la aplicación pedagógica es mucho más importante que la implantación de la tecnología por sí misma. (iStock)

Cada vez que aparece un nuevo informe PISA, los españoles nos llevamos las manos a la cabeza ante los malos datos que estos reflejan. Una de las facetas en las que aún estamos huérfanos es en innovación tecnológica, a pesar de que poco a poco se producen pequeños avances. Uno de los grandes expertos en educación y TIC es Francesc Pedrò, Jefe de la División de Políticas Sectoriales, TIC y Educación de la UNESCO, que presentará este martes el documento básico de las jornadas Mejorar la educación: ¿Qué puede aportar la tecnología?, organizadas por la Fundación Santillana por motivo de la XXIX Semana de la Educación.

Pedró, a la sazón analista de políticas en el centro de la OCDE para la Investigación Educativa e Innovación, es una referencia en materia de política educativa y aplicación tecnológica, y lo tiene claro: lo más importante es el docente, no las políticas ni los dispositivos. De ahí que abogue por un mayor apoyo al cuerpo de profesores que les permita desarrollar sus programas de innovación y ver reconocido su esfuerzo, tal y como explica a El Confidencial en la presente entrevista.

PREGUNTA. ¿Cuáles son las principales conclusiones del documento básico que va a presentar en la Semana de la Educación?

RESPUESTA. Básicamente transmitimos el mensaje de que la escuela del siglo XXI necesita una transformación, que consiste en poner mayor acento en el desarrollo de competencias en lugar de centrarse en la transmisión de contenidos. Es lo que programas internacionales como PISA están evaluando. Para hacer esa transformación, las tecnologías nos ofrecen una ventana de oportunidad. Pero eso sólo puede hacerse a condición que contemos con una fuerza docente con las competencias necesarias.

Los datos arrojan la perspectiva de que algo se está moviendo de forma silenciosa y lenta: a escala europea el 70% de los profesores de secundaria utilizan la tecnología para la preparación de sus clases y el 40% lo hace a efectos de tareas administrativas, como guardar calificaciones. Lo que no hay es una mayoría de docentes que utilicen la tecnología para transformar los procesos de aprendizaje en el aula. Es algo que puede estar empezando a cambiar, puesto que los docentes están pidiendo apoyo para el desarrollo de sus competencias tecnológicas. Su segunda prioridad tiene que ver con la tecnología, la más importante después del tratamiento de las necesidades pedagógicas.

El énfasis ya no se encuentra en los dispositivos que se van a usar, sino en las aplicaciones y los contenidos. Cuando hablamos de tecnología, hablamos del uso que se le da. Por eso el mercado de las aplicaciones no deja de crecer y los fondos de inversión ven que es un sector emergente. La diferencia es que cuando quieres vender en un mercado tienes que entender las necesidades de los usuarios finales.

En último lugar, en países como el nuestro, la inmensa mayoría de los alumnos ya está equipada. Por eso las tradicionales prohibiciones del aula se están levantando, y las autoridades están haciendo esfuerzos para que centros y profesores investiguen qué uso dar a esos equipamientos que ya están en el bolsillo de los alumnos.

En España necesitamos innovaciones sistémicas que no afecten sólo a un docente, sino que hubiera una mayor densidad de centros que se lanzasen a esa transformación

P. Sin embargo, se produce una curiosa paradoja: los países que obtienen mejores resultados en PISA tienen una implantación de la tecnología o muy alta o muy baja.

R. Viene a demostrar que el secreto no está en la ausencia o presencia de la tecnología, sino en las pedagogías que están detrás. ¿Cómo se aprende mejor a escribir, con un bolígrafo, un lápiz...? Cada instrumento tiene unas ventajas particulares, pero lo importante es el método. En la tecnología ocurre exactamente lo mismo. No es el dispositivo ni la aplicación lo que marca la diferencia, sino la capacidad del docente de establecer unos itinerarios determinados para el alumno.

P. ¿Cuáles son los principales errores que cometen profesores y alumnos a la hora de utilizar las tecnologías educativas?

R. Son muy distintos. Políticamente, cuando se hablaba de tecnología, era para referirse al equipamiento. Esto en países como el nuestro ya forma parte del pasado, aunque tengamos que realizar inversiones compensatorias en las regiones que aún no tienen acceso, pero es algo residual. Desde el punto de vista político el error ha sido confundir el instrumento con la música, y sigue siendo el error de países con muchos ingresos medios. Desde el punto de vista de los alumnos no es imputable a ellos. Hablamos de nativos digitales y la mayor parte de veces son huérfanos: tienen todo el potencial pero ningún tipo de apoyo, ni de familias ni de escolares. El primer error de los docentes no es ni más ni menos que cerrar los ojos a la realidad, quedarse en una posición en la que la tecnología no forma parte del arsenal de recursos que el docente debe utilizar. Es un error de excesiva prudencia que cada vez se produce menos, cada vez más son los que se lanzan a hacer pruebas. La lástima es que tenemos más Quijotes, individuos que se lanzan a la aventura, que lo que nos convendría, que son innovaciones sistémicas que no afectasen sólo a un docente, sino que hubiera una mayor densidad de centros que se lanzasen a esa transformación. Ni el contexto económico ni el político ayudan.

P. ¿Cómo lo está haciendo España en términos de innovación?

R. No tenemos índices en términos de innovación, a nosotros nos hablan de los resultados de los alumnos, y arrastramos déficits históricos que no son resultado de los últimos dos o tres decenios, sino de la herencia que hemos recibido de muchas generaciones atrás. Como la mayor parte de países, contamos con grandes innovadores que son pequeños Quijotes que luchan contra viento y marea por sacar adelante lo que piensan que es mejor pero no tenemos un mecanismo suficientemente bien instalado que permita aprovechar esos ímpetus. Tenemos un cuerpo docente que se mueve, y bien, pero no tenemos un sistema que incentive que esas innovaciones sean reconocidas e incentivadas. Pero no es un tema de tecnología, sino de la carrera docente.

P. ¿Cuál es el problema con los profesores?

R. En comparación con otros países, el gran mecanismo para crecer es hacerse viejo en el sistema o saltar de un nivel a otro. Si quieres mejorar tus condiciones, pasas de Primaria a Secundaria o de ahí a la universidad. Un buen sistema haría todo lo posible por que los buenos docentes de Primaria se quedasen en Educación Primaria, lo que implicaría tener unas perspectivas de crecimiento para aquellas personas que están haciendo un gran esfuerzo por ofrecer una educación de calidad, y que fuese algo reconocido en términos económicos y también no económicos, ponerlos en situación tal que puedan ayudar a los recién llegados y se conviertan en docentes de referencia.

Creo que esa es precisamente la discusión que hay que tener en España: ¿cuál es nuestra carrera docente? En segundo lugar, hay que discutir cuáles son las especificaciones de la labor docente. ¿Esperamos de ellos sólo que se coloquen frente al gran grupo para dar clase de pizarra u ofrecemos unas condiciones que los permitan trabajar con los más rezagados? Es difícil que con esos grupos no estés limitado. Si quieres trabajar de otra forma necesitas otras cosas en el centro escolar y que si eso conduce a buenos resultados se reconozca tu esfuerzo.

P. ¿Está el gobierno llevando a cabo las políticas adecuadas?

R. En épocas en las que había dinero, en España se invertía mucho en innovación. Pero no es un mal sólo de España. Como ha sucedido en muchos países, el dinero invertido en innovación nunca estuvo sujeto a un análisis de coste y beneficio. ¿Cuáles son los resultados? Daba la sensación de que cualquier cambio siempre se saldaba con éxito porque la innovación es buena por sí misma, cuando en realidad vivimos en un contexto en el que las innovaciones deben poder presentar las mejoras en forma de resultados: ¿a través de estas innovaciones conseguimos que los alumnos aprendan más y mejor? Si no hay mejora, no hay innovación educativa. Una verdadera innovación se produce con mejoras que se puedan acreditar.

En España las políticas deberían evolucionar hacia el mantenimiento de las condiciones que permiten que los docentes innoven, que no tienen que ver con el equipamiento, sino en facilitar y hacer un seguimiento estricto de esas innovaciones para entender qué funciona y en qué circunstancias para poder ser replicado por otros docentes.

Incluso en otros lugares donde por la crisis se ha reducido las inversiones educativas, el apoyo a la tecnología y al docente no ha parado de crecer, como en EEUU, Inglaterra o Países Bajos. Tenemos la responsabilidad de advertir a los gobiernos que las decisiones en política educativa son estratégicas, y no cortoplacistas. Cuando empecemos a vislumbrar el final de la crisis, esto nos permitirá saber dónde tenemos que poner recursos adiciones para hacer que esas innovaciones se transformen en innovaciones sistémicas.

P. ¿Qué cosas se están haciendo bien, y qué buenos ejemplos de otros países puede contarnos?

R. Lo más fundamental es el proceso de empoderamiento de los docentes. En lugares donde la industria de la tecnología es muy potente, la industria constantemente está preguntando a los docentes por activa y por pasiva cuáles son sus preguntas para proponer soluciones. Por ejemplo, un problema clásico en Secundaria es el desenganche de los chicos de los contenidos, en comparación con las chicas. En muchos lugares se han desarrollado aplicaciones para introducir conceptos lúdicos en la enseñanza de la Física a través del fútbol, en la Química a través de series de televisión.... Hay posibilidades de que la tecnología nos ayude, pero se necesita que se cumplan ciertas condiciones.

En segundo lugar, necesitamos centros de formación y desarrollo docente que estén a la vanguardia. Es muy interesante reflexionar acerca de la posición de nuestros centros de formación del profesorado. Pienso que por regla general hay más innovación en otras facultades que en las de Educación. No es sólo algo que ocurra en España, recientemente hay un gran debate en la formación inicial del profesorado en EEUU que está llevando a numerosas reformas en este ámbito. El cambio no vendrá hasta que no tengamos una fuerza docente que se sienta a gusto para asumir el potencial de estas nuevas pedagogías.

P. ¿De verdad las mejoras en la tecnología supondrían un cambio importante en España, o el problema se encuentra en otra parte?

R. Como en cualquier otro país con perfil semejante, lo que ocurre con la tecnología es una indicación más de problemas atávicos en la gestión de nuestro sistema, sobre todo en lo que esperamos de los docentes y su formación. La tecnología es importante porque es lo que nos falta para que la escuela sea lo que esperaríamos que fuese, pero es meramente accidental. Lo que necesitamos plantearnos es si la pedagogía escolar responde a las necesidades que el país tiene. En muchos países las familias son las primeras que lo solicitan; en España no estamos en ese contexto, muchas son reticentes porque en su fuero interno piensan que la mejor educación es la que ellos tuvieron, no se imaginan que las cosas puedan hacerse de otra manera.

P. Usted ha denunciado la falacia que señala que seguimos enseñando igual que en el siglo XIX. ¿Por qué resulta falsa dicha aseveración?

R. Es una visión tremendista de la enseñanza, y es totalmente falsa. Es verdad que si visitas un centro escolar vacío y te fijas en las aulas y los pupitres, no hay una diferencia abismal con el siglo XIX, salvo alguna pizarra digital. Pero el cambio fundamental no se da en el mobiliario, la distribución de espacio, sino en el tipo de actividades y en la capacitación técnica de los docentes, y ahí sí que hemos avanzado enormemente, de las adaptaciones curriculares individualizadas, que existen desde hace 25 años, hasta tener en cuenta el contexto del alumno, su singularidad o el contexto social en el que vive. Es posible que la escuela española no tenga mucha conectividad pero no tiene nada que ver con la del siglo XIX: el perfil de los alumnos no tiene nada que ver con esto. Lo difícil ahora es mantener la atención y la disciplina de una clase así, y para eso se requieren competencias que no eran necesarias en el siglo XIX. Los docentes de ahora les dan mil vueltas a los que había. Ahora sí, hay romanticismo en todo esto. Todos tenemos en la cabeza novelas y viejos profesores que eran poco menos que excelentes personas y que nos han influido, claro que sí, pero también los hay hoy en día, tanto o más que antes.

Cada vez que aparece un nuevo informe PISA, los españoles nos llevamos las manos a la cabeza ante los malos datos que estos reflejan. Una de las facetas en las que aún estamos huérfanos es en innovación tecnológica, a pesar de que poco a poco se producen pequeños avances. Uno de los grandes expertos en educación y TIC es Francesc Pedrò, Jefe de la División de Políticas Sectoriales, TIC y Educación de la UNESCO, que presentará este martes el documento básico de las jornadas Mejorar la educación: ¿Qué puede aportar la tecnología?, organizadas por la Fundación Santillana por motivo de la XXIX Semana de la Educación.

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