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El truco que debes utilizar para vencer en todas las discusiones
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NO ES “POR QUÉ”, ES “CÓMO”

El truco que debes utilizar para vencer en todas las discusiones

2015 será un vibrante año electoral en todo el planeta, incluida España, así que conviene saber de qué manera podemos convencer a los demás de que tenemos razón

Foto: No te preocupes, no te hace falta tener unos músculos descomunales para que los demás te den la razón. (Corbis)
No te preocupes, no te hace falta tener unos músculos descomunales para que los demás te den la razón. (Corbis)

2015 será un vibrante año electoral en todo el planeta, incluida España, y es de esperar –y de desear– que presenciemos debates políticos de todos los colores y tendencias. No sólo en la televisión, los medios de comunicación o la red, sino también en los bares, las universidades o nuestras casas, con la familia o amigos. Este año, tanto a los políticos como a nosotros nos tocará convencer a los demás de que somos nosotros quienes tenemos la razón. Y un estudio publicado por Psychological Science nos ayudará a hacerlo.

El autor de la investigación, Philip M. Fernbach, parte de un principio común a muchísimas discusiones, sobre todo las políticas: aunque nos cueste reconocerlo, tenemos mucha menos idea de lo que hablamos de lo que creemos. Una situación para la que tiene su propio nombre, ilusión de la profundidad explicativa, y que vendría a explicar por qué sabemos tan poco acerca de nuestro conocimiento real sobre un tema (y por qué nuestros cuñados son tan duchos en aquello de “no, mira, hazme caso que esto es así que lo sé yo”).

Una vez tengamos eso claro, ya podemos participar en cualquier discusión sin dejarnos arrastrar por la verborrea vacua de los que nos rodean. Basta con cambiar el marco, como sugería el lingüista George Lakoff en No pienses en un elefante (Complutense), y dejar de preguntar a la otra persona “por qué”. Debemos sustituir la pregunta por las razones que mueven a la acción a otra persona (“¿por qué vas a votar al PP?”, “¿Por qué dices que comer fabada todos los días es lo más sano?”, “¿Por qué crees que deberías abrir una tienda para zurdos”? )y sustituirla por “cómo”. Ahí la situación cambia.

Los problemas del procedimiento

Fernbach y sus colegas realizaron un experimento para averiguar de qué forma una conversación puede cambiar nuestro sistema de creencias, incluso en una situación tan dada a los extremismos como la discusión política. Cuando se preguntaba a los analizados acerca de las razones por las que consideraban que un partido resultaba mejor que otro, estas apenas cambiaban la actitud de ninguno de los dos participantes, por lo que daba lugar a un debate estéril.

Si, por el contrario, el acento se centraba en la mecánica subyacente a dichas razones, las personas que participaban en la conversación manifestaban una actitud mucho más suave hacia aquellas ideas que no compartían. No se trata de nada nuevo, y lo hacemos continuamente, por pura intuición, en el debate político: es la línea que separa el “defiendo a Podemos porque creo en la renta básica universal” al “explícame cómo piensa implantar Podemos la renta básica universal”.

Un cambio de foco que, al mismo tiempo, enriquece el debate, como señala el propio estudio, puesto que gracias a él pasamos de dar nuestras opiniones a preguntarnos por el funcionamiento del mundo. Como explica el estudio, la polarización que suele producirse cuando argumentamos a favor o en contra de una idea refuerza nuestros comportamientos y divide a la gente en las diferentes ideologías a las que apoya. Por el contrario, el procesamiento de nueva información que ponga en tela de juicio lo que creíamos saber nos hace replantearnos nuestras ideas.

“Después de tres estudios, hemos descubierto que la gente siente una confianza poco justificada en su entendimiento de la política”, concluye la investigación. “Intentar generar un mecanismo explicativo hace desaparecer esta ilusión de entendimiento y que la gente abrace posiciones más moderadas”. Al mismo tiempo, estas estrategias argumentativas provocan que la gente deje de confiar a ciegas en sus líderes de opinión: “Creemos que los mecanismos explicativos fuerzan a la gente a abrazar posiciones más moderadas forzándoles a enfrentarse con su propia ignorancia”. Por el contario, las razones por las que apoyamos o rechazamos una idea están íntimamente relacionadas con “nuestros valores, los rumores y los principios generales que no requieren demasiado conocimiento”.

2015 será un vibrante año electoral en todo el planeta, incluida España, y es de esperar –y de desear– que presenciemos debates políticos de todos los colores y tendencias. No sólo en la televisión, los medios de comunicación o la red, sino también en los bares, las universidades o nuestras casas, con la familia o amigos. Este año, tanto a los políticos como a nosotros nos tocará convencer a los demás de que somos nosotros quienes tenemos la razón. Y un estudio publicado por Psychological Science nos ayudará a hacerlo.

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