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La guía definitiva para crear tu propia nación sin salir del salón de tu casa
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NO ES DIFÍCIL SER PRESIDENTE DEL GOBIERNO

La guía definitiva para crear tu propia nación sin salir del salón de tu casa

"Tu propósito, vayas en serio o no, es tener tu propio país. Compórtate todo el rato como si tu nación fuera real". He aquí la guía para crear tu propio Estado

Foto: El presidente de la República de Molossia, Kevin Baugh. (J. Stephen Conn)
El presidente de la República de Molossia, Kevin Baugh. (J. Stephen Conn)

La República de Molossia es un estado independiente con un área total de 5,8 hectáreas ubicadas dentro de territorio estadounidense –básicamente, el chalet del presidente y la parcela de un amigo suyo, conocida como Protectorado de New Antrin–. El país tiene sólo 27 habitantes, pero cuenta con su propia moneda (la Valora), sistema postal, bandera e, incluso, expide pasaportes. Kevin Baugh lleva regentando la presidencia desde 1999 y, aunque supuestamente se trata de una democracia que cuenta con su propia Asamblea Nacional, desde su fundación opera una ley marcial que permite al presidente ejercer todos los poderes de gobierno.

En el territorio de Molossia está prohibido portar armas de fuego, no se permite utilizar bombillas incandescentes, no se puede cocinar con cebolla y está prohibida la importación de cualquier cosa que provenga de Texas. ¿Es todo una gran performance? ¿Un juego de rol a lo grande? Posiblemente la República de Molossia sea ambas cosas, pero como el resto de micronaciones, que así se conocen a estos pequeñísimos territorios supuestamente independientes, puede enseñarnos bastantes cosas de lo que es en realidad un Estado (y de paso ayudarnos a relativizar su importancia).

Según la propia Conferencia Internacional de Micronaciones, que celebrará su tercera edición el verano de 2015 en la República Libre de Alcatraz (localizada en la ciudad italiana de Perugia), “las micronaciones suelen definirse como entidades que se parecen o pretenden ser Estados soberanos, pero no lo son”. En esta definición podría incluirse cualquier movimiento secesionista, así como entidades nacionales reconocidas por diversos actores internacionales (como podría ser la Autoridad Nacional Palestina). Pero, a diferencia de los movimientos de autodeterminación o pequeños estados con escaso reconocimiento oficial pero independientes de facto, las micronaciones no suelen contar con ningún tipo de reconocimiento de parte de los estados “de verdad”.

Por lo general, las micronaciones son una forma bastante peculiar de expresar unos ideales políticos, protestar en contra de la nación “real” en la que se proclama el estado independiente, lucir un bonito uniforme presidencial o vender títulos nobiliarios. Cuando las pretensiones de independencia han ido más allá, ya sea evadiendo impuestos o vendiendo droga –y se han dado ambos casos– son pocas las micronaciones que no han acabado perdiendo su territorio.

¿Qué es un Estado?

Aunque se puede discutir horas y horas sobre lo que significan términos como “estado” o “nación”, lo cierto es que, en lo que respecta al derecho internacional, la definición de Estado más ampliamente aceptada es la que se aprobó en la Convención de Montevideo, en 1933. Según se acordó en aquella cumbre, el Estado como persona de Derecho internacional debe reunir los siguientes requisitos:

  • Población permanente
  • Territorio determinado
  • Gobierno
  • Capacidad de entrar en relaciones con los demás estados

El objetivo último de las micronaciones es cumplir los cuatro requisitos. Para ello, como explica Kevin Baugh –que además de ser presidente de la República de Molossia es uno de los más reconocidos líderes de la comunidad micronacional– no basta con jugar a ser una nación, hay que creérselo.

“Recuerda, tú representas a tu nación todo el tiempo”, explica el presidente en su página web Cómo crear una Micronación. “NACIÓN. No un bonito sitio web al que llamas nación [hay que apuntar, no obstante, que la mayoría de sitios web de las micronaciones se estancaron en tiempos de Geocities]. Si vas a jugar a este juego, juégalo bien. Tu propósito, vayas en serio o no, es tener tu propio país. Compórtate todo el rato como si tu nación fuera real. De esta forma, irás ganado respeto entre tus compañeros y un mayor respaldo en el mundo de la micronaciones”.

Si quieres que la República Independiente de tu Casa sea una realidad y no sólo un manido felpudo debes trabajar para cumplir los cuatro puntos de la Convención de Montevideo. Y hay tipos que han logrado llegar muy muy lejos.

1. Asegúrate de contar con una población permanente

Para que exista un Estado en primer lugar debe haber ciudadanos, pero no hace falta que haya demasiados. La mayoría de micronaciones están compuestas por una sola familia o grupo de amigos. Este es el requisito más sencillo de cumplir: en cuánto haya dos personas que se declaren ciudadanos de un Estado inventado este existirá para ellos.

Hay muy pocas micronaciones que superen los 100 ciudadanos, pero las hay que apuntan muy alto. El caso más llamativo es el del Principado de Hutt River, una de las micronaciones más veteranas, fundada en 1970 por Leonard George Casley, conocido como Príncipe Leonardo I, en un enclave relativamente grande (75 m2) de Australia Occidental.

El Principado de Hutt River fue impulsado por cinco familias que poseían granjas en aquella zona como protesta a una ley que imponía una serie de cuotas en la producción de trigo. A Casley se le ocurrió que, según una antigua ley británica, podía declarar su independencia del estado australiano si se mantenía leal a la reina Isabel II. Casley usó varias argucias legales para evitar el control del gobierno de Australia y, aunque éste no reconoce su independencia, a día de hoy la agencia tributaria australiana no considera a los habitantes de la micronación como residentes en Australia y les cobra de forma distinta. Los ingresos dentro del principado no tienen carga impositiva, pero todos los años hay conflictos en torno a este asunto –entre 1976 y 1980 el servicio de correos se negó a atender a los hutriveños, que insistían en usar sus propios sellos–.

Aunque su población real es de apenas 60 habitantes, el Príncipado de Hutt River cuenta con unos 20.000 extranjeros nacionalizados y se ha convertido en una gran atracción turística.

2. Hazte con un territorio

Hay diversas formas de contar con un territorio independiente. Por supuesto, la tierra tiene que ser de tu propiedad pero, además, tal como hicieron los habitantes de Hutt River, hay que buscar alguna argucia legal para proclamar la secesión del enclave. Este mismo año, Greepeace aprovechó un recoveco en la legislación fronteriza chilena para proclamar la independencia de la República Glaciar, una acción destinada a presionar al gobierno del país andino para que proteja este enclave natural. Pero hay quien va mucho más lejos.

Una de las técnicas más habituales de las micronaciones consiste en establecer el territorio en aguas internacionales, ya sea en barcos o estaciones petrolíferas. El nieto del Nobel de economía Milton Friedman (Patri Friedman) y Peter Thiel, fundador de Ebay o Pay Pal y uno de los principales inversores de Facebook, han impulsado una iniciativa, The Seasteading Institute, para crear ciudades flotantes que permanezcan al margen de la jurisdicción de los estados. Su objetivo “oficial” es “crear espacios para experimentar con novedosos sistemas sociales, políticos y jurídicos”. Su objetivo real es crear lugares en el que se pueda evadir el pago de impuestos y donde las regulaciones al libre mercado no existan.

Friedman y Thiel han sido los últimos en intentarlo, pero no son ni de lejos los primeros. En 1968 un grupo de ingenieros italianos proclamó la independencia de la República de la Isla de las Rosas, una plataforma en el mar Adriático a pocos kilómetros de la costa italiana en la que se abrieron diversos establecimientos comerciales, incluyendo restaurante, bar, discoteca, tienda de recuerdos y oficina postal.

La república tenía como idioma oficial el esperanto, su propia moneda y sus sellos. Pero al gobierno italiano no le gustó la broma porque pensaba (no sin razón) que el único objetivo de la micronación era obtener ingresos del turismo sin pagar impuestos estatales. Unos meses después de la declaración de independencia dos carabinieri y dos inspectores de la Guardia di Finanza desembarcaron en la plataforma y tomaron el control. Días más tarde la Armada destruyó la instalación con explosivos. En la actualidad el gobierno en el exilio de la república sigue emitiendo sellos conmemorativos de este hecho.

3. Forma un gobierno

Crear un gobierno que contente a la mayoría es complicado en un país con millones de habitantes, pero cuando los ciudadanos no llegan a la centena la cosa es bastante más sencilla. Hay micronaciones con sistemas de gobierno para todos los gustos, pero la monarquía es la forma más extendida, por lo sencillo que resulta: el fundador del Estado se declara rey y no hay que andar organizando asambleas ni parlamentos.

Ahora bien, incluso en las micronaciones hay conflictos políticos. Un caso curioso es el del Reino de Redonda, una monarquía absoluta fundada en 1865 en la isla deshabitada del mismo nombre, una dependencia de las islas británicas de Antigua y Barbuda. El primer propietario de la isla, Matthew Shiell, pidió a la Reina Victoria el título de Rey de Redonda, que se le concedió a condición de que no se opusiera a los intereses coloniales británicos (lo que, de facto, significaba que el reina debería ser siempre ficticio).

El hijo de Matthew, el escritor M. P. Shiell, heredó el título y se lo cedió al escritor John Gawsworth, junto a los derechos sobre su obra literaria. Este último se quedó en bancarrota y vendió varias veces el título, lo que provocó un tremenda controversia. En la actualidad varias personas reclaman el título de rey de Redonda, aunque el monarca con mayor reconocimiento es el rey Xavier I, que no es otro que el escritor Javier Marías, que ostenta actualmente los derechos de la obra de Shiell y Gawsworth.

Otra de las potestades interesantes del rey de una micronación es la capacidad de expedir títulos nobiliarios (algo que hacen la mayoría de estos estados para sacarse unos dinerillos). El reino de Redonda, por ejemplo, cuenta con un gran número de duques, todos ellos personalidades del mundo de las artes como Pedro Almodovar (Duque de Trémula), Ray Bradbury (Duque de Diente de León) o Umberto Eco (Duque de la Isla del Día de Antes).

4. Busca reconocimiento internacional

El último requisito para formar tu propio país es, de lejos, el más complicado de cumplir. No es muy difícil tener una propiedad, contar con amigos o familiares que quieran vivir en tu país y erigirte en monarca de tu propio reino, pero otra cosa es que algún país de verdad se tome esto en serio y se abstenga de plantarse con un tanque en tu finca en cuanto te pases de listo.

Las micronaciones suelen defenderse unas a otras y celebran encuentros bilaterales de reconocimiento mutuo. La república de Molossia, por ejemplo, es un firme aliado del Reino de Vikesland (una micronación de 6,5 km2 situada cerca de Manitoba, en Canadá), con el que ha realizado operaciones militares conjuntas –sería maravilloso saber en qué consistieron–. El rey Christopher I de Vikesland realizó su primera visita de Estado a la capital de Molossia en 2008, donde firmo un tratado de colaboración con Baugh.

Fuera del mundillo de las micronaciones son pocos los estados de este tipo que han conseguido el reconocimiento de naciones serías. El país que ha estado más cerca es también uno de los microestados más conocidos: el Principado de Sealand. Fundado en 1975 por Paddy Roy Bates, que se nombro a sí mismo Alteza Real Príncipe Roy de Sealand, está situado a diez kilómetros de la costa de Suffolk, en Reino Unido, en una pequeña plataforma marina construida por la Royal Navy en la II Guerra Mundial. Roy Bates ocupó la plataforma para montar una radio pirata y acabó reclamando la soberanía sobre la plataforma, tirando de agujeros e interpretaciones kafkianas del derecho internacional.

El gobierno británico ignoró por completo las actividades de Roy Bates hasta que en 1968 un buque de la Armada que supuestamente iba a reparar una boya cercana entró en lo que Bates consideraba aguas territoriales de Sealand. El hijo de Roy, Michael Bates, disparó al aire para ahuyentar a los “asaltantes”. El gobierno denunció a los Bates, pero un tribunal británico dictamino que no tenía jurisdicción sobre el caso ya que Sealand estaba, en ese momento, fuera de las aguas territoriales británicas.

No ha sido el único conflicto internacional que ha protagonizado Sealand. En 1978, un gobierno rebelde intentó tomar el control de Sealand, y Alexander Achenbach, un abogado alemán, fue encarcelado en la plataforma bajo cargos de traición. El gobierno alemán tuvo que enviar a un diplomático de Sealand para negociar la liberación de Achenbach. Debido a estos dos incidentes, Sealand afirma que ha sido reconocida de facto como entidad soberana por el Reino Unido y Alemania.

La República de Molossia es un estado independiente con un área total de 5,8 hectáreas ubicadas dentro de territorio estadounidense –básicamente, el chalet del presidente y la parcela de un amigo suyo, conocida como Protectorado de New Antrin–. El país tiene sólo 27 habitantes, pero cuenta con su propia moneda (la Valora), sistema postal, bandera e, incluso, expide pasaportes. Kevin Baugh lleva regentando la presidencia desde 1999 y, aunque supuestamente se trata de una democracia que cuenta con su propia Asamblea Nacional, desde su fundación opera una ley marcial que permite al presidente ejercer todos los poderes de gobierno.

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