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Las cinco recetas de Karlos Arguiñano para ligar seguro y comer bien
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Las cinco recetas de Karlos Arguiñano para ligar seguro y comer bien

Puede que no sea el mejor cocinero, ni el más innovador, pero desde luego es el que más cosas nos ha enseñado (y el que mejores chistes cuenta)

Foto: Karlos Arguiñano, con una bocadillo entre manos. (EFE/Esteban Cobo)
Karlos Arguiñano, con una bocadillo entre manos. (EFE/Esteban Cobo)

Puede que no sea el mejor cocinero, ni el más innovador, pero si hiciéramos una encuesta preguntando a los españoles por el nombre de un chef, el suyo sería sin duda (y con mucha diferencia) el más pronunciado.

En 1991 Karlos Arguiñano (Neasain, 1948) estrenó El menú de cada día, un espacio televisivo diario que enseguida se hizo enormemente popular. Desde entonces, aunque ha cambiado muchas veces de cadena, el cocinero vasco no ha dejado de aparecer en la tele, cosechando un éxito tras otro y enseñando a cocinar a miles de españoles. Más de dos décadas después sigue haciendo lo mismo.

“Las recetas del programa son las que hago en casa”, asegura el chef a El Confidencial, con motivo de la presentación de su enésimo libro –En familia con Karlos Arguiñano (Planeta)–. “Una cosa es el restaurante o la escuela, pero desde que empecé en la tele tenía muy claro qué es lo que tenía que trasmitir. En España las amas o amos de casa que cocinan manejan entre 15 y 20 recetas. Yo esas quince recetas igual las convierto en 60. Esa historia es la que yo intento trasmitir, que con los mismos ingredientes podemos hacer una cocina mucho más variada, más divertida y nada cara, porque mis recetas son superdomésticas”.

Con los mismos ingredientes con los que cocinamos podemos hacer una cocina mucho más variada, más divertida y nada cara

Arguiñano nunca ha tenido la tentación de incluir en su programa espumas, "tierras" o recetas con máquinas en vacío –hoy tenemos otros programas para ver eso–, su intención ha sido siempre enseñar una cocina para el día a día. Y cree que para cocinar “sano, barato y divertido” (el lema que siempre ha seguido entre los fogones) sólo hace falta seguir una serie de consejos.

1. Vence la pereza, cocinar no lleva tanto tiempo

Para muchas personas cocinar es una tarea tediosa, que quita mucho tiempo, pero Arguiñano cree que esta es una afirmación que carece de fundamento. “La gente lo que tiene es tiempo de la hostia para estar en el sofá y en internet”, explica. “Cocinar no cuesta tanto. Unas lentejas en 40 o 50 minutos las tienes hechas. Y tampoco tienes que estar mirándolas”.

El cocinero afirma con orgullo que mucha gente ha empezado a cocinar tras ver su programa, y es algo que le suelen agradecer: “Me encuentro por la calle a gente que no he visto nunca y me dice, ‘Karlos, me cago en la puta, eres la hostia, te lo tengo que agradecer. El otro día me hice unos champiñones que en mi puta vida pensé que me los iba a hacer así’. La gente entonces se anima. Sólo necesitas horno, una placa, una cazuela, comprar un kilo de champiñones, ajito, perejil, vino blanco y una guindillita”.

2. Ligar es fácil. No hay que complicarse la vida

Cuando ves cocinar a Arguiñano todo parece muy fácil, y no sólo por que sepa explicar de manera sencilla las recetas, sino también porque no las simplifica para que sean accesibles para todo el mundo. Incluidos los jóvenes que, asegura, cada vez cocinan más. “Cuando sales de tu casa con 18 años a hacer la carrera, a Salamanca o Granada, y has salido de las faldas de tu madre, no tienes ni puta idea de cocinar. Con arroz blanco, espaguetis y pechuga de pollo aguantas dos meses, pero al cuarto estás hasta los huevos. Si te gusta el pescado, te haces dos filetes de chicharrito en una placa con aceite y sal, la metes en el horno a 200 grados y los tienes hechos en 8 minutos”.

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Y para los que aun así les cuesta cocinar, Karlos tiene un consejo: “Les digo a los tíos que van a ligar. Si recibes a una tía con delantal y con la mesa puesta dice 'esto es un tío con fundamento'. Con la chorra fuera te recibe cualquiera, pero el que te recibe con una sopita de verduritas y un pescadito, o unos muslitos de pollo, con unas chalotas… Se creen que están en Francia. Ahí cae cualquiera”.

3. Cocina más platos de cuchara y menos de tenedor

Para comer bien, explica Arguiñano, debemos priorizar los platos de cuchara. “Somos de tic-tac, cuchillito y tenedor y cortar: filete, pechuguita, filete de redondo, corderito el domingo… La cuchara es la hostia: comes sano, comes barato y alimentas de cojones a tu familia, con lentejas, garbanzos, alubias de todos los tipos, sopas, cremas, purés… Todo natural, con los productos más baratos. Con un kilo de lentejas das de comer a 10 personas. 100 gramos por persona. Eso te sale tirado”.

Al cocinero le parece un absurdo que compremos platos precocinados tan sencillos de hacer, y tan baratos, como un puré de verduras: “Lo que no puedes es tener niños e ir a comprar un potito de zanahorias a la farmacia. Tendrás que comprar una zanahoria, unas patatitas, lo cueces con agua y una pizca de sal, lo pasas por el túrmix y en 10 minutos tienes hecha la crema de zanahoria. Pues no, a la farmacia a comprar un potito, que está hecho hace seis meses y en Holanda. Es un sinsentido. ¿Cómo vas a comprar una crema de guisantes en la farmacia? ¿Y las aspirinas dónde, en el puticlub?”

4. Compra en el mercado

Arguiñano tiene claro que, para comer bien, tenemos que comprar el producto fresco, y para ello tenemos que ir más al mercado y menos al súper. “Allí es donde ves los productos en fresco”, explica. “No troceados, embolsados, empaquetados, enlatados… Es donde ves las patatas, las acelgas, los cardos, las borrajas… La gente sabe quién tiene que jugar de interior izquierdo en el Atlético de Madrid y no sabe qué puta verdura tomar al medio día. Es que eres un ignorante, ¿no?”

Ahora hay muchas más posibilidades de comer bien que las que había hace 50 o 60 años, sin lugar a dudas, porque había poco y descontrolado

Últimamente muchas personas piensan que en el pasado se comía mejor, que hoy no queda nada natural, pero según Arguiñano no es cierto: lo que pasa es que ahora somos más cómodos (porque tenemos más opciones) y no nos preocupamos por comprar el producto freso.

“Ahora hay muchas más posibilidades de comer bien que las que había hace 50 o 60 años, sin lugar a dudas, porque había poco y descontrolado”, asegura el cocinero. “Ahora los melocotones no tienen sabor', dicen. ¿Quién hostias comía melocotones cuando yo era crío? ¿Qué te crees, que en mi casa había melocotones en una fuente? No te jode. Comía melocotón el que tenía el árbol delante de casa, pero quien vivía aquí en la Gran Vía no había visto un melocotón en su vida. Ahora tienes muchas más posibilidades de alimentarte bien. Muchas”.

5. Para comer sano, come de todo, pero muévete

“Estando sano hay que comer de todo”, asegura Arguiñano. “Y si verdaderamente tienes un problema concreto tendrás que ir a mirarte”. Ahora bien, hay que tener cuidado con los excesos, y el cocinero sabe muy bien lo que es el exceso. “Lo que no se puede es comer fatal, beber la hostia, fumarte dos paquetes, veinte canutos y pensar que eres el hombre más feliz del mundo”, explica. “A los 40 estás quemado como la hostia, eso está más claro que el agua”.

No puedes estar todo el rato cuba libre tras cuba libre. El Red Bull dice que te pone alas, y el alcohol cuatro por cuatro

Desde hace 10 o 15 años (Arguiñano ya tiene 66 primaveras, aunque no las aparenta), el cocinero empezó a andar todos los días y dejó los cubatas. “Las copas que te tomas tú ya no me las tomo”, asegura. “Cualquier viernes, si has salido con la cuadrilla a las seis de la tarde, hasta las cuatro de la mañana te habrás tomado tranquilamente seis u ocho gintonics. Eso es como comerte 22 huevos fritos. Si te comes eso te dirán que es una exageración, pero lo de los tragos es más exagerado. Todos hemos caído en eso, pero es bueno que lo sepamos, porque hasta hace nada nadie lo sabía. No puedes estar todo el rato cubalibre tras cubalibre. El Red Bull dice que te pone alas, y el alcohol cuatro por cuatro”.

Gracias a sus caminatas por Zarautz, Arguiñano asegura que tiene las analíticas de lujo, y no tiene que privarse de ninguna comida. “Desayuno huevos todos los días de mi vida y luego por la tarde me tomo un pincho de tortilla”, reconoce. “Igual me convendría comer un poco menos, pero como digo siempre, peor serán tres cubalibres todos los días que tres huevos”.

Puede que no sea el mejor cocinero, ni el más innovador, pero si hiciéramos una encuesta preguntando a los españoles por el nombre de un chef, el suyo sería sin duda (y con mucha diferencia) el más pronunciado.

Karlos Arguiñano
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