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Miedo a equivocarnos
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Miedo a equivocarnos

Los errores más graves que cometemos a lo largo de nuestra vida son aquellos que se derivan de las decisiones que no tomamos por el miedo a equivocarnos

Foto: Miguel Carmelo (en el centro) junto a los premiados de la V edición. (UEM)
Miguel Carmelo (en el centro) junto a los premiados de la V edición. (UEM)

La experiencia me dice que los errores más graves que cometemos a lo largo de nuestra vida son aquellos que se derivan de las decisiones que no tomamos por el miedo a equivocarnos. Un falso concepto de la seguridad nos lleva muchas veces a no tomar decisiones, a evitar ese momento en el que tenemos que pronunciarnos abiertamente por una opción y asumir las consecuencias. Casi siempre nos resulta más cómodo dejar que el tiempo o las circunstancias elijan por nosotros de manera tal que lo que pase a continuación podremos siempre achacarlo al destino o a la suerte. Otras veces, simplemente dejamos que otros decidan por nosotros, perdiendo así el control de nuestras vidas. De esta manera podemos circular por nuestra cotidianidad con la falsa idea de no cometer errores, plácidamente mecidos por el paso del tiempo y con la sonrisa en la cara de ser buenas personas, en la creencia de que nuestras decisiones no han dañado a nadie ni alterado el orden natural de las cosas. Sin embargo, aquellos que no temen asumir la responsabilidad de tomar las riendas de sus acciones y prefieren guiar su destino al hilo de sus propias decisiones tienen una perspectiva distinta. Quizás convencidos de que lo que se deriva de sus decisiones es siempre mejor que lo que viene de las decisiones de nadie. Esta es la pasta de la que están hechos los líderes.

Hace unos días, la Universidad Europea celebróel acto de entrega de los premios de la sexta edición de Jóvenes Emprendedores Sociales. Cada año, docenas de jóvenes de toda España optan a este reconocimiento, que implica también formación, convivencia con otros jóvenes emprendedores sociales y una aportación económica para seguir con sus proyectos. Al verlos, desde el primer momento, uno se da cuenta de que está ante gente diferente. Personas que han decidido ponerse delante del carro, donde los demás queremos ir cómodamente sentados, y decidir su propio destino, y de paso el nuestro. Jóvenes que hacen suyo aquello que decía Mandela de que una sociedad debe medirse por lo que aporta a aquellos que están más necesitados, y que con más acción que palabrería inician y lideran proyectos que ayuden a otros, que contribuyan a una sociedad mejor y que creen el auténtico progreso; ese que logramos entre todos. Jóvenes, en definitiva, que no tienen miedo a equivocarse o, que en todo caso, prefieren equivocarse ellos solos a ser rehenes de las equivocaciones del no hacer nada.

La experiencia me dice que los errores más graves que cometemos a lo largo de nuestra vida son aquellos que se derivan de las decisiones que no tomamos por el miedo a equivocarnos. Un falso concepto de la seguridad nos lleva muchas veces a no tomar decisiones, a evitar ese momento en el que tenemos que pronunciarnos abiertamente por una opción y asumir las consecuencias. Casi siempre nos resulta más cómodo dejar que el tiempo o las circunstancias elijan por nosotros de manera tal que lo que pase a continuación podremos siempre achacarlo al destino o a la suerte. Otras veces, simplemente dejamos que otros decidan por nosotros, perdiendo así el control de nuestras vidas. De esta manera podemos circular por nuestra cotidianidad con la falsa idea de no cometer errores, plácidamente mecidos por el paso del tiempo y con la sonrisa en la cara de ser buenas personas, en la creencia de que nuestras decisiones no han dañado a nadie ni alterado el orden natural de las cosas. Sin embargo, aquellos que no temen asumir la responsabilidad de tomar las riendas de sus acciones y prefieren guiar su destino al hilo de sus propias decisiones tienen una perspectiva distinta. Quizás convencidos de que lo que se deriva de sus decisiones es siempre mejor que lo que viene de las decisiones de nadie. Esta es la pasta de la que están hechos los líderes.

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