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Un 33% de personas espía a sus vecinos... para ver “si están bien”
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ENTRE VISILLOS

Un 33% de personas espía a sus vecinos... para ver “si están bien”

Dice la expresión anglosajona que el césped de la casa de al lado siempre parece más verde. El caso es que nos gusta mirar al vecino, generalmente para criticarlo

Foto: Cuando en la televisión no ponen nada interesante, muchos corremos hacia la ventana. (iStock)
Cuando en la televisión no ponen nada interesante, muchos corremos hacia la ventana. (iStock)

Dice la expresión anglosajona que el césped de la casa de al lado siempre parece más verde. ¿Envidia perenne? El caso es que nos gusta mirar al vecino, generalmente para criticarlo, raramente para tomar ejemplo. Una costumbre que ha dado luz a personajes inmortales –ahí está la Vieja’l Visillo creada por José Mota o una larga galería de personajes secundarios, tanto reales como imaginarios, para demostrarlo– y que no se limita exclusivamente a España. Nuestros vecinos son lo que tenemos más a mano para establecer comparaciones y saber cuál es nuestro lugar en la sociedad. Al fin y al cabo, viven en un piso de precio semejante al nuestro, en nuestro barrio y en nuestra ciudad, por lo que son un buen espejo que colocar delante de nuestras aspiraciones. Y, si les va mal, salir reforzados.

Como pone de manifiesto una reciente encuesta realizada por la Universidad de Yale y encargada como parte del Mes de la Seguridad del Hogar en Inglaterra recogida en The Daily Mail, uno de cada tres encuestados reconoce espiar a sus vecinos. Un porcentaje que aumenta en el caso de que la pregunta se refiera al conocimiento de los horarios del vecino: la mitad de ellos reconocen saber a qué hora este sale de casa y a qué hora vuelve al hogar. Pero que nadie se alarme. Como explican la mayor parte de ellos, su motivación es muy honrada, y consiste en velar por la seguridad del vecino asegurándose de que no ocurre nada fuera de lo normal.

Te estoy vigilando

Es cierto que la disposición urbana de las ciudades inglesas es ligeramente diferente a las españolas, con una tendencia mayor a las largas extensiones de chalets, pero el sentimiento probablemente sea similar: la mitad de los consultados admitían que reconocerían un nuevo coche si lo viesen, una quinta parte se daría cuenta de la visita de un extraño (¡cuidado, adúlteros y adúlteras!) y sólo uno de 10 señalaba que le habían pillado con las manos –o los ojos– en la masa. Entre otros aspectos de la vida diaria de las personas que los vecinos admiten conocer se encuentran cuándo llega un pedido online o si una pareja discute más de lo normal (aunque la encuesta no llega a aclarar que consideran estos como “normal”).

En concreto, una cuarta parte de los 2.000 consultados afirmaban saber que a sus vecinos no les va muy bien por el tono de sus conversaciones. Más señales de lo fisgones que somos: cuatro de cada diez miran por las cortinas y el 30% lo hace en la oscuridad para no ser pillados. Sin embargo, tan sólo una quinta parte de todos ellos consideran que sus vecinos son demasiado metomentodos, aunque un tercio admite haberse enfrentado con los mismos por dicha cuestión (y muchos reconocen que ello no sirvió para nada). Lo que quizá no sepan es que es todo por su bien, o eso aseguran las tres cuartas partes de los consultados, que señalan que no dudarían ni un segundo en informar a sus vecinos si, entre vistacito y vistacito entre visillos, se encuentran con algo raro.

Aunque quizá no sea una cuestión de meternos donde no nos llaman, sino simplemente, de sentirnos mejor con nosotros mismos. Como aseguraba una investigación que ha sido publicada en el último número de Computers in Human Behavior, cuando nos sentimos tristes, deprimidos o inseguros, solemos entrar en los perfiles de Facebook de esas personas que sabemos positivamente que les va peor que a nosotros. En realidad, es una excepción a nuestra conducta más habitual, que es entrar en los de aquellos a quienes les va bien (y, seguramente, fustigarnos después por no haber alcanzado su mismo nivel de éxito). Sea como sea, mirar por la ventana es una forma de olvidarnos por un segundo de nuestros problemas y rogar por que el césped de los vecinos se esté agusanando.

Dice la expresión anglosajona que el césped de la casa de al lado siempre parece más verde. ¿Envidia perenne? El caso es que nos gusta mirar al vecino, generalmente para criticarlo, raramente para tomar ejemplo. Una costumbre que ha dado luz a personajes inmortales –ahí está la Vieja’l Visillo creada por José Mota o una larga galería de personajes secundarios, tanto reales como imaginarios, para demostrarlo– y que no se limita exclusivamente a España. Nuestros vecinos son lo que tenemos más a mano para establecer comparaciones y saber cuál es nuestro lugar en la sociedad. Al fin y al cabo, viven en un piso de precio semejante al nuestro, en nuestro barrio y en nuestra ciudad, por lo que son un buen espejo que colocar delante de nuestras aspiraciones. Y, si les va mal, salir reforzados.

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