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Los trapos sucios (y los agobios) de la profesión médica, según un doctor de EEUU
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MEMORIAS DE UN DOCTOR FRUSTRADO

Los trapos sucios (y los agobios) de la profesión médica, según un doctor de EEUU

“Me he convertido en la clase de médico que nunca he pensado que sería: impaciente, indiferente y despectivo”, explica un médico en sus memorias

Foto: La de médico es una profesión vocacional y, a la vez, altamente frustrante. (Corbis)
La de médico es una profesión vocacional y, a la vez, altamente frustrante. (Corbis)

“Me he convertido en la clase de médico que nunca he pensado que sería: impaciente, ocasionalmente indiferente, a veces despectivo o paternalista”. Esta es la confesión que realiza el cardiólogo Sandeep Jauhar en las páginas de The Wall Street Journal con motivo de la publicación de su libro de memorias, Doctored. The Disillusionment of an American Physician (Farrar), en el que saca a relucir los trapos sucios de la profesión médica. “Muchos de mis compañeros también están luchando con la pérdida de sus ideales profesionales”, añadía. Merma de estatus, decepciones económicas, estrés, falta de independencia y frustración son algunas de las constantes entre los compañeros de Jauhar, y que se traducen en una peor atención al paciente.

Si abogados, profesores o policías han visto cómo su papel en la sociedad ha perdido importancia, los médicos no pueden ser menos. Como explica el doctor de origen indio, “hoy en día, la medicina se ha convertido en otra profesión más, y los médicos están como los demás: inseguros, descontentos y ansiosos sobre su futuro”. El problema es que la medicina no es una dedicación como las demás, sino que tiene una responsabilidad mucho mayor hacia la sociedad.

Hasta hace unas décadas, el de médico era uno de los trabajos más gratificantes, no sólo porque en las manos del galeno se encontrase la salvación de sus pacientes, sino porque también, aglutinaba a su alrededor a pequeñas comunidades, como si se tratase de un cura o alcalde. Sin embargo, Jauhar recuerda que la relación con el enfermo se ha reducido a la mínima expresión, sustituida por toneladas de papeleo y la rentabilidad de las consultas. No hay más que dar un paseo por foros como Sermo para descubrir testimonios como el que cita Jauhar: “Hay muchas otras maneras de hacer mi vida más plena. Lo triste es que elegimos la medicina porque pensamos que era noble, pero por lo que he visto en mi corta carrera, es una farsa”.

¿Quién consuela al médico triste?

El autor cita una encuesta realizada en el año 2008 entre 12.000 pacientes para ilustrar el declive de la profesión durante las últimas décadas. Tan sólo el 6% de los consultados describió su moral como positiva, y la mitad de ellos señaló que, si no reducían pronto el número de pacientes que veían al día, tendrían que dejar de ejercer. Según otra investigación, en 2001, el 58% de los médicos señalaba que su entusiasmo por la medicina había descendido en los últimos cinco años, y el 87% señalaba que su moral había empeorado en dicho período. Hoy en día, entre el 30 y el 40% de los médicos reconoce que, de poder volver atrás en el tiempo, no habrían elegido dicha carrera. El veredicto es claro: la medicina es una carrera vocacional que crea grandes frustraciones.

Jauhar recuerda que quizá el origen de todos los problemas se encuentre en la edad de oro que los médicos americanos vivieron desde mediados del siglo XX, cuando se convirtieron en los profesionales más demandados y llegaron a cobrar de media 250.000 dólares al año, seis veces el sueldo medio. Fue entonces cuando comenzaron a aparecer los problemas, que se tradujeron en el descredito de la profesión entre la opinión pública. Entre ellas se encuentran los abundantes casos de fraude que salieron a la luz durante los años setenta, como los más de dos millones de operaciones innecesarias que costaron cuatro mil millones de dólares al gobierno. En definitiva, los médicos comenzaron a parecer ricachones cómplices de un sistema que le costaba millones al contribuyente, que no había visto mejorar los servicios, cuando en realidad empezaron a ver cómo su sueldo descendía.

Los números hablan. Si en 1970, el salario medio ajustado a la inflación de los médicos estadounidenses era de 185.000 dólares, hoy ha descendido a 161.000 (unos jugosos 122.000 euros). A los galenos españoles tampoco les va mucho mejor, ya que, como señalaba el informe Panorama sobre salud de 2013, los médicos de nuestro país son los que menos ganan de toda Europa, con la excepción de Reino Unido. Su sueldo apenas dobla al del trabajador medio, mientras que en otros países, suele triplicarlo.

Un paciente, 20 médicos

¿Dónde quedan los pacientes en esta ecuación? Probablemente, en el peor lugar de todos, puesto que han de sufrir los recortes en sanidad al mismo tiempo que se exponen día tras día a la desidia de los cuerpos sanitarios. “Los pacientes están cada vez más desencantados con un sistema médico que es indiferente a sus necesidades”, explica Jauhar. La noción de “mi médico” ha desaparecido, y lo habitual hoy en día es que cada paciente disponga no sólo de una larga colección de especialistas, sino de varios médicos de cabecera el mismo año. Ello provocará pronto un aumento en la demanda de doctores en EEUU, algo completamente opuesto a lo que ocurre en nuestro país, donde el paro se ha disparado de manera proporcional a la oferta de estudios médicos.

Ello termina provocando que la situación se agrave aún más. Si el paciente se da cuenta de que no puede confiar en su médico porque odia su profesión, este verá como su reputación cae en picado, lo que provocará que se frustre aún más. Jauhar propone varias soluciones, quizá un tanto utópicas. Por una parte, publicitar la excelencia clínica o recompensar no la cantidad de tiempo que se pase llenando papeles para justificar sus gastos, sino la satisfacción de los pacientes y su buena salud. Ahora, señala el autor, los médicos han perdido su independencia, ya que se sienten como “peones en la batalla entre el gobierno y las aseguradoras”.

“La medicina consiste en cuidar de la gente en su estado más vulnerable y hacerte tú un poco más vulnerable en dicho proceso”, concluye Jauhar. “Son esos momentos humanos los que otros –los abogados, los banqueros– envidian de nuestra profesión, y ninguna compañía, ninguna entidad nos lo puede quitar”. Para el autor, ahí se encuentra “nuestra salvación profesional”.

“Me he convertido en la clase de médico que nunca he pensado que sería: impaciente, ocasionalmente indiferente, a veces despectivo o paternalista”. Esta es la confesión que realiza el cardiólogo Sandeep Jauhar en las páginas de The Wall Street Journal con motivo de la publicación de su libro de memorias, Doctored. The Disillusionment of an American Physician (Farrar), en el que saca a relucir los trapos sucios de la profesión médica. “Muchos de mis compañeros también están luchando con la pérdida de sus ideales profesionales”, añadía. Merma de estatus, decepciones económicas, estrés, falta de independencia y frustración son algunas de las constantes entre los compañeros de Jauhar, y que se traducen en una peor atención al paciente.

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